Cuando era joven, media estúpida y estaba viva todavía

6 2 7
                                    


I

Cuando era joven, media estúpida y estaba viva todavía

1

Nadie tenía que saberlo, pero faltaban pocos meses para mi nacimiento por ese entonces. Tenía todo el plan armado, desde luego, pero desde hace muchísimo tiempo que no sentía miedo. Esa sensación fría en la espalda que subía hasta la base del cuello, el temblor en los huesos y el hormigueo en las piernas. "Corre", me pedía todo el cuerpo. Un cuerpo falso, de mentira, porque yo no debía estar ahí, en ese momento ni en ese año, ni mucho menos con el recordatorio en la barbilla dispuesto en forma de cruz.

Nadie tenía que saberlo, pero yo era un fantasma de carne y hueso, un espíritu que no podía despegarme de la carne, sin saber por qué. Pero estaba cada vez más pronto el año aquel, el 1971, donde yo veía mi única opción para evitar aquel tormento. La misma que había visto siempre, claro, y la cicatriz de la barbilla me lo recordaba a diario.

—¿Motivo de su viaje?

—Placer. Vuelta a ver a la familia — sonreí falsamente. Esperaba que lo notara, para que viera en esa sonrisa un dejo de "son deberes que hay que cumplir de cuando en cuando", mientras ladeaba la cabeza. Que notara una desesperación por volver a mi lugar de residencia, América, la tierra de las oportunidades y de ese sueño colectivo que generaron, el cual era tácitamente entendido como más falso que toda la historia que le transmitía con la mirada.

El hombre de policía internacional miró mi pasaporte.

—Bienvenida a casa.

Nunca eran expresivos, pero noté ese brillo en sus ojos que daba a entender lo suficiente. Se había creído mi historia invisible, tal como todos. O casi todos. Ya no importaba.

Había estado en Chile antes. Es más, había nacido en esa tierra y pasado los primeros cuarenta años de mi vida allí, hasta tomar las peores decisiones posibles, partir a la remota ciudad de Helsinki y morir de una forma brutalmente absurda. O eso entiendo; creo tener una idea de cómo fue eso, pero es el único momento en mi historia en que me falla la memoria. Y cuando digo el único, es una afirmación de carácter literal. Imagino que me habrán enterrado días más tarde, en Santiago de Chile, la ciudad que detesté desde que puse pie por primera vez en ella. O tal vez no. De esa parte no tengo idea.

Seguramente, estos párrafos solo causan confusión para quién no sabe quién soy, quién he sido, o, mejor dicho, quiénes. Estoy segura de que has escuchado de mí, en alguna forma u otra, pero nunca nadie había hecho el nexo entre cada personaje. No sé qué es aquello que pasó conmigo, ni siquiera tras casi mil años de andar deambulando por ahí.

Hoy quiero descubrirlo, si algo así fuera posible.

Es 1971, estoy nuevamente en Chile y sé que hay una forma para evitar gran parte de las desgracias que han aquejado a la humanidad en los últimos mil años. Lo único que se requiere para ello está en mi bolsillo. Es un colt calibre 31. Una sola bala, y el mundo debería adoptar un buen rumbo de ahora hacia el principio.

2

No quería renunciar después de lo ocurrido, pero cada vez que pensaba en la sola idea de arrastrarme y tragarme la escasa dignidad que me quedaba, me decía que era imposible seguir trabajando en ese lugar. Corría el mes de julio del año 2021, y todo el mundo hablaba de lo mismo.

Había gente más pesimista que otra respecto de los cambios políticos, pero nunca nadie tanto como Martín Goyernechea. Era casi diez años menor que yo, pero a veces hablaba con un tono grave y paternalista que le hacía parecer más viejo. Trataba, incluso, de dejarse bigote para ocultar una cara de niño detrás de éste, pero con el corte que se hacía y sus modales agradables, lo único que lograba era dejar más de manifiesto una realidad que intentaba ocultar a toda costa y que ya no tenía casi nada de particular.

Mala hierbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora