Un sostén más grande

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Luego del espectáculo de Guillermo, ninguna de las cuatro pudo poner atención a nada de lo que dijo el profesor de matemática, aunque distraerse en su clase no era difícil que digamos. Volvían a ver sus caras cada vez que podían y con gestos en los labios hacían memoria de aquel caluroso momento.
Alexandra tenía lo tenía a su lado y no dejaba de ver la parte de sus pantalones que fue empapada por el jugo. "Eso seguro dejará manchas", pensó mientras se mordía el labio inferior, imaginando cómo quitaría los restos del dulce líquido que aún quedaban en aquellas esculpidas piernas con su propia lengua. Si bien era virgen, eso no le quitaba ser una pervertida, una zorra, de hecho entre ellas cuatro se llamaban así, nadie lo sabía, ya que para todos eran la viva imagen de un ángel, sí, pero un ángel caído, parecieran tontos, torpes, muy al contrario, son el mismísimo demonio.
Mía, quien desde conocerlo afirma que Guillermo se siente atraído por ella, arrojó una bolita de papel hacia Alexandra dándole a entender que entre "su hombre" y ella nunca habría nada mientras pudiera impedírselo. Laura y Josefina que siempre se hacían al lado de Alexandra, voltearon hacia ella y la deshicieron con la mirada; de una cosa todas estaban seguras, con el hombre ajeno no se juega, y menos con el de una amiga, así que Alexandra las corrigió y con un movimiento de cabeza y un guiño demostró a Mía que su amistad valía más que un simple pene, de los cuales hay millones en el mundo, millones que las cuatro estaban dispuestas a degustar.
En el salón todos las tenían en la mira, estaban siempre atentos a qué ropa usaban, qué palabras decían, la presentación de sus trabajos y cuando pasaban al frente o al pizarrón todos los hombres morían de ganas por estar dentro de ellas, y no precisamente de su corazón. Las cuatro eran las estudiantes modelo para los profesores, por eso nunca las regañaban, y siempre tenían una comparación por hacer con ellas: "por qué no eres como Mía que al pasar a hablar al frente provoca un total silencio", o "como Laura que es la más hábil con las matematicas", quizás "como Josefina a quien la biología le parece un juego de niños", o como "Alexandra que escribe los mejores ensayos, y ha ganado más de un concurso". Tal vez a ellas no les gustaba obtener las mejores calificaciones por su asegurar su futuro, y si les importaba no era su prioridad, sino ser siempre las mejores, eso era lo que más les llenaba de felicidad, sentir la admiración o la envidia de sus compañeros, daba igual.
Cuando sonó la campana de salida cogieron sus finos y caros bolsos, se colocaron perfume en el cuello y las muñecas, las gafas de sol para protegerse de este al salir al patio y esperar que su bien parecido chofer las recogiera a cada una.
Al llegar a su casa, las recibía una habitación ordenada centímetro a centímetro por ellas o por la servidumbre, se cambiaron de ropa por una más cómoda. Alexandra al querer colocarse su sostén favorito notó que sus pechos salían de este como si lucharan por libertad, supo que ya no era una niña, y que se acercaba el tiempo en el que sus hormonas la traicionarían prefiriendo a un chico antes que su orgullo y su virginidad, pero estaba dispuesta a correr el riesgo y hasta disfrutar de él, porque de eso se trata la vida y gracias a los abundantes vídeos, los consejos de profesionales en la televisión y el internet, y las experiencias de otras amigas ajenas al círculo de las cuatro zorras vírgenes sabía cómo lograr el placer mutuo y no sólo del hombre, e incluso sabía cómo obtener siempre lo que quería, siempre tenía un as bajo la manga, y las otras tres también.
Hizo una llamada, acto seguido se puso en camino en su automóvil, esta vez sin darse el lujo de llevar estorbando al chofer. Se fue de compras con sus amigas, en busca de un sostén más grande, en el que cupieran sus pechos y sus casi incontenibles ganas de probar la piel mojada por la testosterona, sus piernas ya temblaban y sus labios estaban abiertos para saborear la gloria del helado más dulce y delicioso, el que tiene sabor a hombre.

Abiertas de mente, cerradas de piernasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora