Capítulo 01

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NACE UN HEREDERO
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Claude, el actual emperador de Obelia, al tomar el trono supo muy bien la obligación de dar al imperio un heredero, para calmar los miedos ante la pérdida de la sangre real.

Las mujeres más bellas del mundo fueron traídas para servirlo a él, no importase su estatus u origen mientras está le pareciera bella entraría a sus aposentos.

La guerra en el harén de su majestad había empezado, miles de doncellas luchaban por ser la madre de quien sería el próximo sol, esperando tal vez un título de emperatriz.

Sin embargo, para desesperación de todas eran muy pocas las dichosas de ser bendecidas con una criatura en el vientre y nadie lograba culminar con éxito el embarazo.

Hasta que una mujer lo logró, Lynette de la casa Bertium fue la primera mujer en darle a Claude un heredero.

En las primeras horas, a puertas del primer amanecer del año, un llanto resonó en la habitación principal del palacio Rubí. Las criadas se conmocionan ante la presencia de un nuevo príncipe.

— ¡Señorita Lynette, es un varón! ¡Su victoria, su príncipe!

La mujer exhausta sonríe. «Sí, esta es mi victoria.»

La partera limpia a el bebé, luego lo envuelve en sábanas para colocarlo en los brazos de su madre.

La mujer frunce el ceño al ver a su hijo. No había heredado el rubio tan característico de la familia imperial. Eso le provoca disgusto y a la misma vez miedo. Porque podría ser acusada de infidelidad.

Trata de calmarse y desea ver como son los ojos de su cría. Como si su hijo hubiese escuchado sus deseos. Empieza a quejarse, haciendo muecas, para finalmente abrir sus ojos y revelar esos ojos enjoyados tan azules como el mar.

Ver eso provocó en la madre una amplia sonrisa. Aunque el cabello rubio fuera un distintivo de la corona, los ojos tal cual zafiro era la prueba viva de que en sus venas corría sangre azul.

Ella está embelesada con esa característica del bebé, está tan contenta que el cansancio parece desvanecerse.

Pronto se escucharon el resonar de varios pasos apresurados, que a juzgar por el ritmo parecían demasiado determinados en llegar a un lugar específico.

Luego de unos según los pasos se detienen muy cerca de donde están, e instantes después las puertas son abiertas por caballeros que anuncian la llegada de su majestad.

— Gloria y vida a nuestro sol. —en coro pronuncian los sirvientes mientras se arrodillan.

El ceño fruncido de Claude inquieta a los criados, su mirada recorre toda la habitación y se detiene en la cama, donde se encuentra su concubina y su hijo. La de cabellos oscuros muestra una cálida sonrisa, esta toma fuerzas para apoyarse en la cabecera de la cama con cuidado de no incomodar al niño que cargaba en brazos.

— Mi amado sol, nos han bendecido con un príncipe. —descubre a la cría para que él pueda verlo.

Sin embargo, este la ignoró. Fijó su vista en ella tratando de encontrar una señal de que se encontrará en peligro. Se acerca a ambos y acaricia los cabellos negros de la mujer, sonriendo sutilmente.

— Estás viva. —Pronunciar eso para él fue tan satisfactorio.

— Le prometí que viviría. Jamás defraudaría a mi sol. —Ella cierra los ojos para disfrutar las caricias dadas por el rubio.

La pequeña familia estaba perdida en la atmósfera. Fue entonces que la mujer con cautela pregunta:

— Su majestad, ¿Cómo se llamará su príncipe? —ella está expectante, ansiosa por saber si sus deseos se harán realidad.

Hubo un silencio. Claude gira la cabeza en dirección a las grandes ventanas cubiertas por las cortinas. A pesar de eso, pequeños rayos de sol se escapaban por algunos lugares. A la lejanía se podían oír los cantos de las aves. Era un día maravilloso.

Por un lado tenemos a Claude que está pensativo, debatiendo si continuar o no con la tradición de los nombres con significado inmortal, con él en el trono eso no tenía mucho sentido.

Por otro lado estaba Lynette que ante el repentino silencio del emperador se inquietó. ¿No pensaba nombrarlo? Acaso no estaba seguro de que su hijo fuese el heredero.

Claude carraspea y mira fijamente a los ojos verdes de la mujer.

— Khaled, "Inmortal" —con firmeza habló.

La Bertium sonríe satisfecha y lleva su mano detrás de la nuca del emperador para darle unas caricias.

— Es un bello nombre su majestad.

— El imperio entero debe enterarse de esto, un príncipe, mi heredero acaba de nacer. —con cuidado toca la mejilla del niño.

— ¡Gloria a su alteza imperial! — exclamó un criado acompañado de palmas detrás de él lo siguieron los demás sirvientes.

La pequeña familia estaba grata, todos estaban contentos por la noticia. Incluso el imperio comparte dicho sentimiento gozando de un periodo de tranquilidad y felicidad.

(...)

Posado en una cuna el príncipe de apenas unas semanas se encontraba descansando. Mientras el dormía era observado por dos mujeres.

— Hija mía, lo lograste. Le diste al imperio un heredero — la mujer algo anciana pellizca levemente las mejillas del bebé, provocando que el varoncito se retuerza disgustado.

— Lo sé, madre. Los dioses me escucharon y me permitieron darle a mi sol el heredero que esperaba —ella disfruta ver las expresiones de su hijo, riendo levemente ante las muecas que hace, contemplar la escena prolonga un silencio tranquilo, pero este se ve interrumpido — ... Sabes madre, el emperador está más atento conmigo. Me robe toda su atención, me siento tan feliz por ello, incluso ya no a visitado a la irritante señorita Roxana. Parece que entre todas esas mujeres yo gane.

Su madre aún observando a su nieto, se digna a mirarla de reojo notando una expresión realmente escalofriante.

Entonces, suelta un discreto suspiro rendido. Siempre fue una preocupación para la casa Bertium el enamoramiento enfermizo que poseía la princesa por el príncipe ilegitimo.

No era un buen partido para esos tiempos. Quien pensaría que dicho joven terminaría siendo el nuevo emperador.

Quizás su hija jugó bien sus cartas o solo era una estúpida joven enamorada que le era fiel. Porque de ser lo ultimo, no soportaría la cruel realidad del harén.

Sea cual sea el caso, el actual heredero del imperio tiene su sangre y eso significaba un gran beneficio para la familia Bertium.

Una sonrisa grotesca apareció en su rostro. Su caprichosa hija por fin había logrado ser de utilidad.

— Moveremos mar y tierra por tu bienestar. Nuestro querido Khaled, eres nuestra mayor gloria y felicidad.

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⏰ Última actualización: Oct 07 ⏰

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