-CAPITULO 1-

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-¡Cordelia Montenegro!- entró mamá gritando y dando patadas a mi cuarto- ¡Por favor niña! Levántate de tu cama- me miro con sus ojos azules como el cielo, mientras me quitaba las cobijas de encima- ¡Ahora! - Intenté patalear y poniendo ojos de cachorro para que el alma de mamá se apiadara de mí y me dejara seguir durmiendo, pero si mirada dura me avisaba que hoy no me saldría con la mía. La noche anterior no pude dormir sino hasta las 2 de la mañana para estudiar, bueno, técnicamente no estudié, solo hice garabatos en las hojas de mis libros pero aun así dormí tarde, ¡debía dejarme otras horas más!

-Te dije que te levantaras ya, ¡Vas tarde a la escuela muchachita!- pronunció mientras abría las cortinas de mi habitación y la luz del sol se colaba por las ventanas. Giró para mirarme directamente a los ojos al mismo tiempo que ponía sus pálidas manos en sus caderas, su cabello rubio recogido en una perfecta trenza que le caía hasta más debajo de su hombro, llevaba puesto un vestido largo de flores que le llegaba un poco más abajo de sus rodillas, unos zapatos color café los cuales ella adoraba con todo su corazón y una sonrisa cálida que desprecia amor y ternura, así era mamá. Mi madre era mucho más hermosa que cualquiera, su piel pálida y fresca, su hermosa cara que no dejaba ver ninguna arruga, sus labios carnosos y su nariz perfecta, su cuerpo que aunque era pequeño era casi perfecto, había grasa donde tenía que estar y músculos donde debían de estar, ella era la envidia de nuestro pequeño pueblo, todos los hombres la admiraban y las mujeres la odiaban, cada vez que ella salía de casa todas las personas susurraban y las miradas de odio no se hacían esperar, ese es el peso que tiene que cargar una mujer tan hermosa como lo era ella.

-Ya me voy a levantar, señora Montenegro- dije mientras una pequeña sonrisa escapaba de mis labios y me dirigía al baño que había justo en mi habitación.

-Cuando estés lista baja a desayunar, no te demores mucho, pues se te hará tarde- escuché que cerraban la puerta de mi habitación así que supuse que ya se había marchado. Me dispuse a organizarme, tenía que tratar de quitar esas grandes ojeras que manchaban mi rostro, aparte de que no tenía ni una pisca de la belleza de mi mamá, no podría dejar que unas molestas ojeras me hicieran ver peor. Y era la verdad, de mamá solo heredé sus bellos ojos azules, mi cabello había querido salir igual que ella pero el gen de papá fue mucho más poderoso y mi cabello salió medio ondulado, medio quiero y medio no quiero, era lo que más odiaba de mí, tener ese horrible cabello. Era imposible controlarlo y cada vez que lo intentaba me demoraba siglos, por eso siempre lo llevaba recogido en un pequeño chongo, era la única forma en la cual mi cabello estaba presentable y razón por la cual mamá y yo teníamos pequeñas discusiones, ella odiaba que yo no me preocupara por mi cabello y yo odiaba que ella hiciera comentarios sobre el, ella fue la que se casó con un hombre de cabello crespo, ahora ella tenía que cargar con las consecuencias de que su hija se viera así.

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Cuando bajé a la primera planta de la casa, divisé a mi padre quien desayunaba en el comedor junto a mi madre quien permanecía tranquila a su lado derecho. Mi padre, que aunque siempre se veía serio era todo lo contrario, le gustaba mucho sonreír y sobre todo hacer sonreír a su esposa, era un hombre muy detallista, mamá me cuenta que así fue como él la enamoró, con los pequeños detalles, con su personalidad que alegraba cualquier lugar al que fuese, simplemente sintieron una conexión, un click en el momento en que se vieron por primera ves.

Al llegar al pequeño comedor, le di un pequeño beso en la mejilla a papá y me senté junto con ellos en la mesa. Mi familia no era perfecta, a veces nos equivocábamos y teníamos discusiones que arruinaban la paz pero lo bueno de todo es que siempre nos perdonábamos y olvidábamos las diferencias, era lo que más me gustaba de mi familia.

Cuando terminamos con nuestro desayuno, papá cogió su maletín, se despidió con un cálido beso en los labios a mamá y se dirigió a su trabajo, siempre nos íbamos juntos, pues su lugar de trabajo queda por el camino que mi escuela. Él trabajaba como médico en el hospital del pueblo, era uno de los mejores doctores y me sentía bastante orgullosa de él, a pesar de todo lo que pasó en su juventud siempre andaba con una maravillosa sonrisa, así era él.

Cuando llegué a la escuela divisé a Aurora, su cabello negro azabache recogido por un gran moño rojo, sus ojos cafés que adornaban su piel morena, su sonrisa que hacia alegrar a cualquiera, a mi parecer era la más hermosa de la escuela. Cuándo me vió agitó su mano en modo de saludo y vino corriendo hasta donde yo me encontraba.

-¿Te has enterado de la fiesta que habrá esta noche? – dijo ella bastante emocionada.

-Claro que sí, la semana pasada todos estuvieron hablando de eso, veo que todos están muy emocionados igual que tú - contesté mientras miraba de reojo a la gente de mi alrededor. Hablaban de lo que se pondrían, a quien besarían y hasta con quien se acostarían, era increíble como una pequeña fiesta activaba las hormonas de los jóvenes.

-¿Y cómo quieres que no estén emocionados si se celebra que el equipo de futbol por fin entro a las estatales?- dijo Aurora al mismo tiempo que hacia agitaba sus pequeñas manos en el aire. Sonreí ante su entusiasmo y entramos juntas al salón de clases. En definitiva iría a esa fiesta y en definitiva sería un error, pues no esperaba que me sucediera algo que me atormentaría la vida para siempre.
Ay, nuestra pequeña Cordelia, no sabes lo que te espera.

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Tengo esta historia guardada entre polvo y telarañas y hoy he decidido darle una oportunidad, no será fácil y sé que a mitad de camino pensaré en rendirme, pero quiero intentarlo. Espero les guste<3

El halo del ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora