-CAPITULO 3-

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-¿Pero que me estás diciendo? Esto debe ser una jodida broma, ¿Me estás diciendo que debo velar por la seguridad de todo un pueblo cuando yo no puedo ni cuidarme sola?- dije haciendo énfasis en las últimas palabras.

Mi madre estaba llorando a cantidades en el pequeño sofá que daba un poco de alegría a nuestra sala de estar. Mi padre estaba con una cara neutra, su mirada no dejaba ver más a través de él y odiaba eso, odiaba no poder descifrar que era lo que pensaba o que era lo que sentía en situaciones difíciles.

-Solo tómalo con calma- dijo mi padre tratando de darme ánimos. Pero como quería que lo tomara con calma, si hace menos de cinco minutos me dijeron que yo seré la próxima guerrera y que gracias a un estúpido halo de un ángel tendré súper poderes y defenderé al pueblo al estilo La Mujer Maravilla.

-¿Enserio me estás pidiendo que lo tome con calma? ¿Si estás viendo la situación en la que estamos?- dije alzando mi voz. Me sentía agobiada, la noticia me había caído como un baldado de agua fría y los llantos incontrolables de mi madre me sacaban aún más de mis casillas.
—¡Mamá, por favor guarda silencio de una vez, estoy harta de que estés llorando, estoy harta de las ridiculeces que dice papá!

Y hubo un silencio, mamá no dejaba de llorar pero lo hacía disimuladamente, necesitaba calmarme, nunca en la vida había gritado así de fuerte y menos a mi madre.

-Solo déjame hablar- dijo papá mientras empezaba a dar vueltas por el salón.

-Pues hazlo, porque de verdad no entiendo absolutamente nada, ¿Qué es toda esta mierda?-dije mientras me sentaba de nuevo en el sofá y cruzaba mis piernas.

-Hace 200 años hubo una crisis en nuestro pueblo, entes malignos salían de las oscuridades y con eso empezó una destrucción gigantesca, las personas no salían de sus casas por miedo a que fueran asesinados por esas cosas tan aterradoras, no sabían cómo defenderse. Los entes malignos tenían un control total del pueblo, nuestra gente intentó defenderse pero fue en vano, cada día se perdían amigos, hijos, padres, hermanos.
Nuestro pueblo estaba quedando sin esperanza. Muchos dejaron de creer en Dios, pues ¿Cómo era posible de que todos los días nuestra gente estuviera muriendo inocentemente y Dios no hiciera nada por ayudarnos? Lo que no sabíamos era que una gran cantidad de ángeles salían en la noche para pelear con estos entes, los ángeles no podían ser vistos por los humanos, ellos tenían que pelear en secreto. Una noche, mientras una joven que no pasaba de los treinta años, salía a recoger agua del pequeño pozo que quedaba justo en el patio de su humilde casa, vio como un ser que brillaba por una luz blanca que lo iluminaba completamente, estaba tirado en el césped, estaba herido e inconsciente, ella decidió ayudarlo y sanarle su herida. Al otro día que despertó, fue corriendo a donde había dejado al ángel la noche anterior, pero no lo vio por ningún lado, sin embargo vio que había dejado un halo, era el halo del ángel que había curado la noche anterior.

-Muy tonta si lo coge, digo, el dicho dice “Al pan pan y al vino vino” ¿Acaso no se lo enseñaron? Ahora tendrá que pagar una maldición por imprudente- dije interrumpiendo la historia de papá.

-Déjalo seguir Cordelia, deja de ser grosera- esta vez hablo mamá que ya estaba mucho más calmada.

-Solo decía- hablé al mismo tiempo que guardaba silencio y empecé a mirar a papá para que continuara con su historia de súper héroes.

-Ella recogió el halo y fue algo mágico, el halo se le incrustó en su mano derecha, se sentía única, con una fuerza increíble, era como sí todos los poderes del ángel se le hubieran pasado a ella. Ella aprovechó que tenía poderes y empezó a pelear con el mal, creó un pequeño grupo de mujeres para pelear contra aquellos entes malignos y con el pasar de los años este grupo empezó a crecer y así devolvieron a estos entes al lugar de donde nunca debieron salir: el infierno- puntualizó papá. -Con el pasar de los años, ella fue envejeciendo y debía dejar el halo en buenas manos, de lo contrario, todo por lo que lucharon durante tanto tiempo sería en vano. Llegaron al acuerdo de que el halo sería pasado de generación en generación, solo sería tomado por las mujeres de la familia y estás debían jurar levantar a su pueblo y por consiguiente protegerlo.

-¡Ven! Se los dije, una maldición maldita que acecharía a toda su familia por los siglos de los siglos, es que acaso no podía dejar esa cosa circular...

-Halo- corrigió mi padre.

-Ese Halo… en el lugar en el que estaba. ¿Cuál era la necesidad de recogerlo? Ahora las mujeres de su familia tienen que aguantar esa tortura por siglos.

-Cordelia- suspiró mi padre- esto no es juego, esto es bastante serio. Tendrás que... 

-No, yo no seré una guerrera que luchará por su pueblo, eso no es lo mío, yo no voy a luchar por nadie, no pelearé con nadie, no daré mi vida por nadie, yo no voy a ser como aquella mujer- dije al mismo tiempo que me levantaba de mi asiento.

Mi padre empezó a caminar hacia mí y me agarró fuertemente de mis hombros, su cara roja por el enfurecimiento que tenía.

-¡Cordelia, esto no es un maldito juego! ¡Comprende de que no se trata de ti, se trata de miles de personas a las cuales tendrás que proteger! ¡¿Crees que a mí también me gusta que tengas que pasar por esto?! Eres mi hija, a nadie le gustaría que su hija tenga que pelear con cosas que tiene un poder inigualable. ¡El destino ya está escrito! ¡Es lo que tienes que afrontar.

Ahí fue donde caí en cuenta de que aquella mujer sería yo, de que por culpa de aquella señora tendría yo que proteger a capa y espada a las personas de mi pueblo, personas que no me caían para nada bien. Yo no escogí pasar por esto, yo no quiero ser una guerrera, yo no seré una guerrera.


El halo del ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora