Angel.

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— Ángel mío, ven de nuevo a la cama

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— Ángel mío, ven de nuevo a la cama.

Una queja abandonó su garganta, tratando de mantener sus ojos abiertos pues se encontraba tan cansado, sentía su cuerpo tan pesado y cada una de sus extremidades dolía; pero sabía que no podría continuar durmiendo si no se encontraba su pequeño novio a su lado.

Tenían aproximadamente seis meses juntos y cinco con esa rutina, el pequeño moreno era inquieto por la noche, tenía problemas de insomnio y le costaba dormir, eso le preocupaba ya que su lindo y angelical novio parecía no poder dormir incluso si el sol ya había salido. Un suspiro escapó de sus labios, sabía que el chico le diría que iba por agua y regresaría cinco minutos después con el vaso en mano.

— Ya voy pingüino, quiero un poco de agua así que voy regreso para que puedas dormir un poco más.

Observó el pequeño cuerpo salir de la habitación, el moreno solía usar ropa mucho más grande de lo que realmente necesitaba, era una mala costumbre que tenía el comprarse ropa más grande, antes de conocerse el morenos de la pasaba lleno de complejos, solía pasar incluso horas frente al espejo buscándose defectos.

El no iba a juzgar a su ángel, jamás haría eso, su trabajo era cuidarlo, apoyarlo y ayudarle a amarse. Le encantaría poder darle sus ojos al moreno, así vería lo hermoso y perfecto que era para el, aquel chico moreno siempre iluminaba sus días, le daba una alegría inmensa que nunca había experimentado antes.

Ambos sufrían en muchos aspectos, ambos tenían complejos, los dos tenían dolor en sus corazones; pero estando juntos ese dolor desaparecía, no importaba si el de piel morena dormía gran parte de la mañana y la tarde, no importaba si él pasaba demasiadas horas fuera de casa. Por la noche, ambos encontrarían el consuelo, la paz y el amor que ambos tanto anhelaban.

— ya vine amor, vamos a dormir de nuevo, no quiero que mañana tengas más ojeras.

Ambos dejaron escapar una risa suave, sintiendo sus corazones cálidos, su pequeño moreno tenía ese efecto en el, un efecto que nadie más causaba en su persona y es que el chico lograba sonrojarlo con solo mirarlo. Aquel moreno aceleraba su corazón con solo estar cerca suyo, las palabras no eran necesarias todo el tiempo, ellos se entendían con una sola mirada, los silencios no eran incómodos ya que el moreno los llenaba con la hermosa sonrisa que se colocaba en su rostro cada que sus dedos se entrelazaban.

— Mi hyuckie tan precioso, vamos a disfrutar el poco tiempo que nos resta antes de que vaya a trabajar, me encantaría quedarme hoy contigo, pero sé que esos inútiles no se mueven sin mi. ¿Quieres besitos babosos, bebito?

El moreno arrugó su nariz haciendo ver su rostro más pequeño y tierno, ese pequeño un día lo mataría de ternura. Sabía que ese gesto era una respuesta positiva, así que estuvo desde las 6:30 am llenando el rostro de su morenito con besos llenos de baba acompañados de pequeñas y suaves mordidas en sus regordetas y suaves mejillas.

— Nana, cariño se te hará tarde, no quiero que regreses tarde a casa, así que llega temprano al trabajo.

Hizo caso omiso a las palabras de su ángel, continuando con el trabajo de llenar el calientito y bonito rostro con besos y mordidas. De vez en cuando también paraba a besar esos rosados y pomposos labios que tanto amaba, aquellos que podían hacer que se desconectara del mundo en menos de dos segundos; amaba el sabor a menta que estos siempre tenían. Amaba cada detalle del moreno, desde la piel canela, su embriagante olor a vainilla y fresas, junto a aquellos cabellos castaños que la mayoría del tiempo cubrían su pequeña y suavecita frente.

— Eres tan hermoso, mi ángel.

El moreno solo sonrió avergonzado, pues era muy tímido como para responder a los apodos lindos que le ponía, sabía que si no se dejaba de besar el rostro de su novio este se molestaría y lo patearia hasta que salga de la cama para ir a trabajar, eso solía hacer el moreno cuando comenzaba a avergonzarlo y ponerlo tímido.

Dejó finalmente un último beso sobre esos pomposos y deliciosos labios que tenía su novio, levantándose para hacer su labor de asearse y hacer el desayuno para ambos. No era que su morenito fuera flojo o no supiera cocinar, no; su morenito cocinaba los platillos más exquisitos que había probado en toda su vida, pero por las mañanas el moreno se encontraba sin ánimos de uso a la falta de sueño así que era su labor alimentarlos a ambos.

No todos los días era la misma rutina, afortunadamente había días en los que su ángel podía conciliar el sueño y dormir firmemente abrazado a su cuerpo, estaba bien con llevar su relación de esa manera, se sentía cómodo. Sabía que el moreno procuraba no dormir en las noches para poder dormir todo el día y no sentirse solo, era algo triste, pero sus únicos dos amigos trabajaban todo el día y era raro cuando podían verse.

Cuidaba mucho de su ángel, procuraba hacerlo de la mejor manera, en esos seis meses viviendo juntos, el moreno dejó de tener aquellas pesadillas constantes, comenzó a comer más. Estaba feliz de aquello, aunque tal vez se hayan precipitado en vivir juntos y su relación se basaba en estarse babeando 24/7, no le molestaba, su pequeño ángel hacía que la carga que llevaba siempre encima no fuera tan difícil de llevar.

Los brazos del pequeño moreno rodearon su cuerpo por la espalda, distrayéndolo de todos sus pensamientos y logrando volver su rostro una combinación de tonos rojizos debido al pálido de su piel, se sentía bien cuando estaban de esa manera, podía sentir como el moreno le transmitía toda la paz, el amor y el aprecio que le tenía con un cálido abrazo, esos pequeños detalles eran los que lo mantenían encantado de aquel moreno.

Sabía que iba a doler, dolería demasiado cuando tuviera que partir, porque él sabía que pronto tendría que irse y aún no tenía el valor de decírselo a su pequeño ángel, era un cobarde y sabía que probablemente no diría nada hasta horas antes de su partida. Lo prefería así, era lo mejor para ambos, sabía que su ángel no iba a detenerlo, su pequeño osito lo dejaría marcharse porque así lo creería correcto y porque tenía la creencia de que era mejor dejar ir a tener a alguien amarrado a su lado.

Disfrutaba el calor que le brindaba el abrazo de su osito, estuvo tanto tiempo sin sentir que alguien lo amaba de verdad, sería muy difícil superar a ese ángel que se encargaba de demostrarle cada segundo cuanto lo amaba. Y con todo el pesar de su corazón, deshizo aquel dulce y cálido abrazo, girándose solo para besar la frente de su ángel y tomar sus cosas para partir del lugar.

Estaba tan agobiado, sabía que solo le quedaban dos días más junto a su sol, pero sabía que al final todo valdría la pena y ellos podrían volver a estar juntos en algún momento.

Estaba tan agobiado, sabía que solo le quedaban dos días más junto a su sol, pero sabía que al final todo valdría la pena y ellos podrían volver a estar juntos en algún momento

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Sunshine & MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora