Partida.

28 2 0
                                        

Y ahí estaba, sabía que se veía horrible, sabía que sus ojos estaban rojos e irritados al igual que su nariz, sabía que sus piernas y brazos tenían un color rojo vivo aunque estuvieran cubiertos con la fina y suave tela de su pijama, pues él mismo...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y ahí estaba, sabía que se veía horrible, sabía que sus ojos estaban rojos e irritados al igual que su nariz, sabía que sus piernas y brazos tenían un color rojo vivo aunque estuvieran cubiertos con la fina y suave tela de su pijama, pues él mismo se había encargado de irritarla y crear pequeñas heridas en su piel morena. Estaba vuelto un mar de lagrimas, la luna lo había abandonado sin darle explicación alguna, se había marchado sin dejar rastro alguno.

Dolía, sentía que su corazón estaba hecho mil pedazos, su "pingüino" se había ido esa mañana como cualquier otro día, solo que esta vez se aseguró de dejarlo durmiendo; era tan cruel, dejarlo en un dulce sueño para que despertara en una cruel pesadilla de la cual quería despertar. La diferencia de cualquier otra mañana en la que se aseguraba que estuviera durmiendo, es que al despertar ya no había rastro de las pertenencias del pálido en su habitación, no había si quiera una carta brindándole la explicación que merecía.

No había nada, solo una cruel soledad y un frío infernal del que quería deshacerse, quería sentir los fuertes brazos de su novio abrazándolo y diciendo que todo estaría bien. Sabía que no necesitaba al de cabellos castaños para estar bien o al menos trataba de convencerse de aquello, sabía que necesitaba escuchar la dulce voz de su pingüinito cada mañana, antes de dormir, antes de comer, antes de incluso una ducha.

Se había vuelto tan dependiente en tan poco tiempo y se odiaba por ello, se había prometido no hacerlo, pero le fue inevitable cuando aquel chico lo trataba como si fuera el diamante más hermoso y único de todo el universo. Sentía que el "muñeco" que casi siempre escuchaba salir de los labios de su pareja estaba haciéndose realidad, se sentía tan vacío, tan solo, aunque solo habían pasado unas horas, se sentía mal el saber que posiblemente jamás volvería a verlo.

— Lo olvidaste, olvidaste mi cumpleaños Na Jaemin, ¿por que tenías que marcharte hoy?.

En la habitación solo se escuchaban sus sollozos, sus gritos ahogados y un montón de cosas siendo estampadas contra el suelo de madera. Era un desastre, todo era un desastre tanto en su cabeza, en su corazón y en la habitación, tenía vidrios incrustados en la planta de sus pies, manos y rodillas, llevaba horas destrozando aquel cuarto al cual solían ir ambos para desestresarse, a ambos les encantaba el arte, así que compartían una habitación para realizar aquel hobbi que tanto les apasionaba.

Algunos gritos desgarradores y llenos de rabia seguían abandonando su garganta, desgarrándola un poco en el proceso, sentía que ya nada tenía sentido, pero sabía que debía continuar con su vida como si nada.

Lo esperaba, sabía que ese momento llegaría y sabía que no podía hacer nada para que el castaño se quedara a su lado, se daría la oportunidad de llorar un tiempo, siempre había sido malo para dejar ir a la gente, pero era algo que debía hacer. Después, seguiría como si no hubiera pasado nada, aunque también sabía que ese dolor siempre estaría en su corazón.

Solo esperaba que aquel castaño regresara algún día a su vida, que pudieran seguir con aquello tan hermoso que no pudieron terminar, que pudieran cumplir todo lo que planearon en el poco tiempo que estuvieron juntos.

Solo esperaba que aquel castaño regresara algún día a su vida, que pudieran seguir con aquello tan hermoso que no pudieron terminar, que pudieran cumplir todo lo que planearon en el poco tiempo que estuvieron juntos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sunshine & MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora