Una vaquita en su campo, con su dueño.
Nuestra vakita en el campo, escuchando viejo rock en la radio.
Haciéndole compañía a una chica y sus lápices, la vakita dedica su tiempo a contar sus tatuajes.
La joven a su lado la mira y le muestra el dibujo, esperando su aprobación para el próximo tatuaje.
Como ya lo hacía todas las tardes desde el inicio del otoño, asiente mientras muje y le da un golpecito con la pata.
La vakita observa a la chica dirigirse a sus hermanas, transmitiendoles la idea y esperando la confirmación.
La vakita observó como se acercaban para preparar su próxima mancha original.
Así empezaron en otoño, decidiendo que su pelaje era un lienzo y luego inmortalizado sus dibujos.
La vakita espera pacientemente, hasta que su mancha esta lista.
Observa como, de vuelta, la obra de arte esta terminada.
Pasando de ser la vaquita lisa a la vakita con más y más manchas.