Antenas

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La mente de Luffy era simple, casi inocente, pero con esa misma simplicidad, creaba un mar de complejidad con sus cientos de miles de pensamientos al día. Él ciertamente sabía que no era el hombre más inteligente del mundo, sabía que no podía hacer todo solo y, con mayor razón, necesitaba a personas a su alrededor para enseñarle cosas, para hacer lo que él no pudiera hacer y, a su vez, hacer por ellos lo que ellos no pudieran hacer, pero él si.

Su deseo era tan simple y complejo que llegaba a ser inspirador.

Quería ser el hombre más libre del mundo y, con esa misma libertad, ayudar a sus amigos a cumplir sus sueños.

Creía que, si todos eran libres, serían felices, por lo que quería que todos sus amigos fueran felices con él, que lograran sus metas, que lo ayudaran a convertirse en el rey de los piratas y que recorrieran el mundo viviendo alucinantes aventuras de las cuales nunca se cansarían ya que siempre tendrían una historia que contar, un recuerdo que recordarían a futuro con una sonrisa.

O tal vez con enojo, siempre se enojaban con él por hacer lo que quería, cuando quería y como quería, en especial Nami, la cual recorría frecuentemente a la violencia.

Entonces, cuando encontraba pequeñas cosas que le recordaban a sus amigos, sus nakamas, él sonreiría brillantemente antes de darles, aunque sea una tontería, las cosas que le hicieron recordar a sus amigos.

Y esta vez no sería la excepción.

Nanika miró sorprendida la flor azul que le entregaba Luffy antes de que sus mejillas se sonrojaran ligeramente, el hombre reía suavemente, divertido, mientras le relataba que luego de escabullirse por las costas de la playa y sobrepasar el bosque que se encontraba un poco más allá de la arenosa costa, encontró una ladera llena de flores distintas que olían muy bien y era muy bonito todo.

—¡Y entonces vi esta flor y me recordó a ti! —sonrió en grande el joven capitán mientras le entregaba la flor a Nanika, la cual tomó la planta con suavidad sin saber qué hacer con ella.

Claramente Luffy no era delicado, el pobre tallo de la flor había sido prácticamente aplastado entre sus manos, algunos pétalos se habían caído y estaba ligeramente doblada, aun así, Nanika encontraba este gesto muy dulce de parte de su cariñoso capitán.

—....

—¡¿Te gustó?! —preguntó impaciente el azabache sin borrar su gran sonrisa.

Nanika era una mujer de pocas palabras, demonios, incluso dudaba que ella supiera hablar, pero él la escogió a ella entre esos cientos de miles de personas raras que prácticamente eran una mancha blanca en toda la aburrida ciudad.

No sabía por qué, pero había algo en ella que era simplemente fascinante, algo que le decía que ella era capaz de hacer cosas grandiosas y, por esa misma razón, la reclutó en su tripulación, incluso tras las advertencias de Robin sobre las costumbres de dicha isla, sobre siempre guardar silencio y sus leyendas mágicas de dragones y poderes y aventura...

Él solo escuchó que ellos no hablaban porque no sabían hablar y que eran personas geniales y fuertes.

—... —Nanika asintió suavemente con una pequeña sonrisa en su inexpresivo rostro.

—¡Genial! ¡¿Quieres ir a ver el bosque de flores conmigo?! ¡Yosh! ¡Vamos! —sin esperar respuestas, Luffy agarró la mano de Nanika antes de empezar a correr con ella hacia las barandillas del Sunny y saltar del barco a la arena de playa.

Nanika miró la espalda del azabache con un ligero sonrojo antes de que la lanzaran, literalmente, del barco y cálidos brazos la enrollaran varias veces.

Efímero [C-EBW]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora