El mito de Lucas y Tomas

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Tal vez contar esta historia sea una mala idea...

Tal vez con mis cuentos cortos de rebeldía adolescente, no llegue a tocar el corazón de nadie...pero es mejor prevenir que lamentar, ¿cierto? Tal vez, en algún lado, alguien utilice mi corta guía para viajar por el país.

Soñé siempre con contar mis aventuras a alguien, las locuras que pudimos vivir mi mejor amigo y yo, las anécdotas extensas, los viajes interminables, así que, mientras íbamos en la van de sus padres, pensé, me estoy fugando de casa...debería empezar a escribir ahora, ¿no?

Lucas y yo venimos de un pequeño pueblo en Grecia, crecimos juntos en el mismo barrio, éramos vecinos, nuestros padres parecían intrigados plenamente en nuestra amistad y su desarrollo, tomando en cuenta que el y yo éramos como el agua y el aceite. El prefería hacer las cosas sin pensar; aunque estas se le negaran, Lucas las hacia, solo por probarse a si mismo o a sus padres. Yo, en cambio, prefería quedarme con la duda, si no me lo permitían, debía ser por algo, aun así Lucas me metía en todas sus travesuras, si el hacia algo malo, me involucraba a mi y yo, con solo ver el brillo en sus ojos en mención de la actividad, le hacia caso. Por esto, ambos fuimos tachados de revoltosos y rebeldes.

Aunque me hubiera gustado reclamar por la manera injusta en la que nos juzgaron, puedo decir que el poco reparto de amistades que Lucas y yo compartíamos, volvía las aventuras muchísimo más entretenidas y cuando me pidió escaparme con él por estos últimos meses, me pareció una locura digna de nosotros dos solos. Lo ayude a preparar las maletas, comprar comida y racionarla, buscar lugares de hospedaje baratos y cómodos y a robar la minivan de sus padres; todo para huir de nuestro pequeño pueblo a explorar los lugares mas hermosos y misteriosos de Grecia.

Para nuestras aventuras, Lucas siempre inventaba nombres, según el, para ayudarme a escribir el titulo del libro que tanto quería realizar

-Ollie- me decía, con el apodo que el había inventado para mi de jóvenes (en realidad, me llamo Tomas) -Quiero que tu libro sea un éxito a nivel mundial, ¡por eso te surgieron esos nombres! -

-Lucas, a ti solo te interesa por que eres un personaje del libro...- le respondía yo sin despegar la vista de la libreta, mientras el se reía fuertemente por mi comentario.

Desde pequeño sufro de una enfermedad neurológica que, según mis padres, yacía dormida en alguna parte de mi cerebro, que, si no era preciso con los medicamentos y no me cuidaba, podía acabar muerto. Siempre viví asustado, o bueno, hasta que llegó Lucas, el cuidaba de mí cuando me ponía mal, me contaba historias fantásticas y me decía que yo debería querer vivir la vida más que nadie, porque era incierto su final.

...

Esta escapada no fue compleja de planear, la idea era buscar lugares en los que nos podríamos quedar por más de una noche y parar en moteles cuando nos quisiéramos quedar en algún lugar de último momento. El dinero nunca fue un problema, considerando que Lucas había trabajado medio tiempo muchos años y ambos logramos "pedirles prestada" una gran suma a nuestros padres, es nuestra historia, los detalles como esos pueden quedar fuera.

Recuerdo que nuestra primera parada fue en las Cuevas Melissani, un sitio al cual le tengo mucho cariño, esa hermosa cueva, hogar de ninfas, fue al primer lugar al que nos llevaron a Lucas y a mi juntos. Él tenía 6 en ese entonces, mientras que yo tenía cuatro, no recuerdo mucho, además de que nuestros padres no nos dejaban nadar en las aguas cristalinas de la cueva, pero Lucas se lanzó del bote mientras el guía explicaba el tour, en el agua, mientras él nadaba y se reía, yo miraba con admiración a aquel niño, con la esperanza de crecer y tener la valentía de saltar a las aguas de las ninfas.

Al reconocer la entrada a la cueva, por la ventana, le tome la mano a Lucas y empecé a gritar como loco, casi chocamos antes de que la van parara en seco

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