Capítulo 4.

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Todos amaban a Juliana Valdés, Valentina más que nadie en el mundo y en el universo mismo.

Pero ella no estaría para siempre.

Ella tenía una misión, y al ser cumplida se iría.

Tal como le había contado a Valentina una noche, lo inevitable ocurrió.

Un treinta de diciembre, el mismo día donde se cumplían veintitrés años de la llegada de Valentina Carvajal al mundo, Juliana Valdés desapareció.

La joven de veintidós años salió de su casa, rumbo a la de la familia de su novia, en las tres cuadras que separaban una de la otra, su presencia desapareció de este mundo.

Fue cuestión de horas para que la denuncia de su desaparición se realizara, y por primera vez en su vida, Valentina pasó su cumpleaños en la comisaría.

Aunque por más que buscaran a la joven, por más que su madre llorara, por más papeleo que hagan, sabía que nunca la encontrarían, porque las patrullas de policía, los perros, o los mismos humanos en esa acción, no llegaban hasta el espacio.

Le había costado creerlo en un principio, aunque con cada prueba que le daba, Valentina había aceptado la verdad al final.

Juliana venía de otro planeta.

La chica tenía una misión extraña para cualquier humano, pero sumamente lógica para los seres como ella.

Juliana era un Hijo de las Estrellas, así le gustaban ser llamados los de su raza.

Eran muy similares a los humanos, y muy diferentes en varios aspectos.

Sus cuerpos estaban hechos de polvo de estrellas, al igual que el de los humanos, pero eran muchos más cercanos a las estrellas que los mortales de este mundo, por lo que presentaban cosas tan únicas como tener estrellas en sus ojos, que demostraban sus sentimientos y eran unas verdaderas ventanas a su alma.

Pero tenían un problema.

Problema que se convertía en misión.

Misión que tenía Juliana.

Su raza estaba muriendo, poco a poco, se habían hecho débiles, las enfermedades hicieron estragos en su genética y los niños nacían cada vez más débiles, morían con pocos años o pocos meses, y su población bajaba y bajaba.

Muchas veces, la madre del niño tampoco sobrevivía al parto, y podía sonar irónico considerando que estos seres viajaban entre grandes espacios, pero sus servicios de salud, cosas que para los humanos eran normales, como las vacunas o las cesáreas, no existían para ellos.

Encontraron una solución en su similitud con los humanos para pelear contra su debilidad genética.

Los humanos eran fuertes, sus genes no estaban rotos como los de su especie, y por sus similitudes, eran absolutamente compatibles.

La misión de Juliana en la tierra era embarazarse para seguir con la vida de su raza.

Tiempo antes la pelinegra le había contado acerca de aquello, de los seres iguales a ella, todo se había enterado por medio de lo que ella vivía como sueños, que en realidad eran visitas de sus compañeros de sangre.

Todo se lo había contado a Valentina, quién no podía dejar afuera de todo aquello.

Y más considerando que estaba embarazada de su hijo.

Juliana Valdés desapareció al confirmar su embarazo, convirtiéndose en materia oscura en el mundo de Valentina.

Para los astrónomos, y fanáticos como Valentina, lo más desconocido e inentendible del universo era la materia oscura.

La materia oscura es lo que conforma el mayor porcentaje del universo conocido, alrededor de un ochenta por ciento de este, y lejos de ser algo que suena terrible, la materia oscura es la energía encargada del movimiento de todo el universo, sus astros y todas las demás cosas que lo conforman, pero es absolutamente invisible.

Por mucho tiempo, esta materia oscura era objeto de grandes interrogantes, al no poder ser vista se confundía con la nada, una nada que movía y afectaba absolutamente todo.

Y en el caso de Valentina, Juliana se había vuelto la materia oscura que movía todo el universo de su interior.

Su recuerdo, su voz, la esperanza por su regreso... toda esa nada, toda esa energía invisible que le enviaban los recuerdos de su amada era lo que la mantenía, lo que la hacía levantarse en las mañanas para comer, lo que la hacía seguir esperando.

Valentina salía todas las noches a ver el cielo, en búsqueda de una señal, aunque le parecía poco probable, era lo más cercano a mirar a Juliana.

En esa soledad, se dio cuenta que el universo le hacía acordar a los ojos de Juliana, ya no era al revés.

El universo, con todas sus estrellas, era hundirse en los ojos de su ser más querido.

Valentina encontró una estrella que no había visto antes en toda su vida la noche después de la desaparición de Juliana.

Mirando por su telescopio, quiso llorar.

—Estás ahí, ¿no? —murmuró, hacia aquella nueva compañera de la vista estelar.

Separó su ojo de la mirilla, alzó la vista hacia el cielo, a esa estrella nueva.

—Quizás me estés mirando ahora, Juls —dijo, aunque habló para sí misma—. Te amo, bebé —una pausa acompañó el silencio de la noche, un primer sollozo lo rompió —te extraño, vuelve...

Valentina no sabía qué decirle, podría repetirle ese deseo en miles de palabras distintas.

—Te quiero a mi lado, no quería que me dejaras... en serio, Juliana, no estoy lista. Quería más tiempo, fue muy poco, fue muy rápido, fuiste una estrella fugaz... ¿No puedes ser como un asteroide y volver?

Los asteroides tienen órbitas, tienen un recorrido circular y siempre regresan al mismo punto, se alejan y varían un poco, pero vuelven.

Las estrellas fugaces tienen un rumbo recto, a menos que algo las afecte en su rumbo, las estrellas fugaces no vuelven.

Había dos cosas que Valentina temía.

La primera, que no sabía cuándo volvería Juliana, ni la menor lo sabía, suponía que luego de la gestación y el nacimiento de su hijo sería libre, y pediría regresar a la tierra lo más pronto posible, para estar al lado de Valentina de nuevo.

—Quédate conmigo más tiempo, quédate conmigo una vida. Aunque sea una.

La segunda, que Juliana era débil, tal como su raza, y había grandes posibilidades de que muriera en el parto, como la menor le había contado que era desgraciadamente real.

Valentina sollozó, está vez con lágrimas.

—Y no mueras, yo... no puedo perderte, no lo soportaría. Ni siquiera sé si morirás a no, pero no te dejes, vive, vive y regresa conmigo.

Sus lágrimas no la dejaban ver las estrellas, su cabeza dolía, estaba completamente agotada.

—No me abandones. Sin ti esta astronauta perdida muere sola... eres mí estrella guía, Juliana, no te apagues...

𝐒𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐒𝐭𝐚𝐫; 𝐉𝐲𝐕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora