CAPÍTULO 1

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Observo por la ventana del comedor de mi nueva casa, ahora con 20 años miro a atrás, cuando tenía 17 y aún puedo saborear la libertad, la brisa en mis labios y su piel en la mía. Aún observando por la ventana, siempre vuelvo a atrás, cuando me perdí en esos ojos marrones, tan comunes en muchas personas, pero ninguno me miraba como los de él, ningunos me hacían brillar como los de él, y por supuesto ningunos me hicieron sentirme tan viva como los de él.

Todo empezó aquel caluroso martes 13 de mayo, día de la mala suerte como algunos lo sienten o lo llaman, para mí sí que empezó mal. Llegué tarde a la primera hora de clase, mi último año y aún seguía acumulando pequeñas faltas que me iban a determinar mi futuro, escrito desde que nací.

No me sorprendí cuando el profesor de Biología, encantado por que yo sea la alumna perfecta, me gritase enfrente de todos mis compañeros y me mandase a la aula de los castigos, me lo tenía merecido, había roto las normas, nunca llegues tarde si quieres un buen futuro. Supongo que si me permito llegar tarde es que no me importa tanto, ¿no?

Creo que me he olvidado de cómo pensar.

La sala de castigos, no es más que una pequeña biblioteca al lado de la entrada del colegio. Estaba la entrada, recepción, secretaría y la biblioteca, seguidas de todas las clases, escaleras y más clases. Clases infinitas para enseñarnos a ser gente de provecho en un futuro, futuro que repito, ya está escrito.

Abro la puerta, que inmediatamente chirría de lo vieja que está, y la cabeza de la bibliotecaria se gira, abre la boca y parece que se le van a salir los ojos de las cuencas. Sí lo sé, la he cagado, a un mes de La Elección la he cagado, no necesito que me mires así, ya lo sé.

-Ay pequeña...Con lo bien que ibas.- dejo mi mochila en la única mesa que cabe en la biblioteca y me siento encima de ella, de perdidos al río.- ¿Quieres que te dé algo? Tengo un poquito de agua, y también chocolate calentito...- me guiña el ojo sabiendo mi respuesta y se va a prepararlo.

Por supuesto que quería un chocolate caliente, ¿quién no?

Esta mujer, Gloria, es como la segunda madre de muchos de nosotros, aunque está a punto de jubilarse y se la nota cada vez más cansada y el paso del tiempo en su piel, nunca falla en regalarnos una sonrisa y decirnos que confiemos en nuestro futuro escrito, que siempre es mejor de lo que nos esperamos.

Vuelve a aparecer en mí vista, yo me siento en la silla, y ella esta vez tiene las manos ocupadas por chocolate y melindros. Me parece que tengo que saltarme más las normas a partir de ahora...

-¿Estás muy nerviosa por La Elección?- pregunta mientras muerdo un melindro y se sienta a mi lado.- Aún recuerdo cuando me tocó a mí, fue hace mucho tiempo, y estaba aterrorizada. Pero no me fue tan mal, nunca es tan malo como parece.- me acaricia la mano como consuelo.

Creo que es momento de explicar que es La Elección.

Desde que nacemos tenemos un código, un número que responde como nosotros, lo tenemos en una tarjeta, así que cuando vamos a la cafetería, no nos piden el nombre, no se conocen nuestras caras, solo pasan la tarjeta y ya, siguiente. Por eso nos gusta tanto ver a Gloria, ella nos conoce, sabe nuestra historia, no necesita la estúpida tarjeta.

Hasta aquí todo bien supongo.

Este número es modificado por un informático profesional, conectado al presidente, y cada vez que quiere (perdón, se requiere), solo él tiene la contraseña, añade nueva información, así es cómo escriben nuestro futuro desde pequeños.

Hacen estadísticas y dicen, ¿dentro de 20 años cuántos niños necesitaremos? Y apuntan un número en la tarjeta de cada uno de nosotros, y una casa, y tu nivel económico...Todo.

¿Lo único que no deciden tan rápido? Tu pareja. Pero ahí entra La Elección.

Desde que entras al colegio, te enseñan modales, a portarte bien, cuantos más puntos mejor, cuanto más rebelde peor, no llegues nunca tarde, no comas demasiado, sé responsable... A los 18, el día de tu cumpleaños, vas al ayuntamiento y te dan un historial con todo tu futuro, literal, y esos puntos que has ido reuniendo durante 18 años te han unido a otra persona, que te dirán ese mismo día.

Por ejemplo de 100 tienes 88 puntos (que no está nada mal), aspiro a mejor trabajo, mejor casa, más dinero, menos hijos y una pareja con el mismo número de puntos que yo.

Y eso es La Elección, un sistema de puntos que decide quién es tu pareja.

¿Qué si me parece bien o mal? Simplemente es el sistema, las leyes son las leyes, si lo hacen es por algo. No confío ciegamente en La Elección y todo ese rollo, pero al fin y al cabo es tu futuro y tienes que confiar en los que te lo han escogido, ellos saben lo que es mejor para ti.

-¿No es muy grave la falta que acabo de cometer no?- le cuestiono a Gloria porque estoy preocupada si soy honesta. Hasta el momento tenía 99 puntos (en realidad seguro que me quitan porque mido uno sesenta, tengo el pelo moreno, largo, no soy ni extremadamente guapa, ni extremadamente fea, me lo dijo el médico, soy normal. Por eso me esfuerzo tanto con mis notas, para que me compensen los punto que me quiten por ser normal) no quería perder más, no quería una mala vida. Eso es lo que mi madre me dice cada noche, lucha para una mejor vida que la nuestra (ella tiene 4 hijos, trabaja en un supermercado y su marido, mi padre, quedó herido mientras trabajaba en las minas y ahora nadie lo contrata. Ellos no siguieron mucho las normas y solo tuvieron mala vida)

Mi mejor amiga, Asha, se desvió del camino, empezó a ir a fiestas, sus notas bajaron y se quedó sin puntos, nunca había conocido a nadie sin ellos, así que cuando la policía apareció en su casa, me asusté tanto... Se la llevaron y ya nunca la volví a ver, pregunté y pregunté a los adultos donde estaba, pero nadie me decía nada, simplemente me miraban pero no hablaban. Y un día mi madre me metió en el coche y "casualmente" pasó al lado de un reformatorio de menores, era un edificio enorme en las afueras, afueras de la ciudad, gris, parecía que se iba a caer en cualquier momento. Desprendía tanta tristeza y solitud...No me imaginaba vivir en aquel lugar, tenía que ser horrible.

Pero tampoco podía hablar con nadie sobre Asha, casi ni pensar en ella, es una norma muy clara, si no quieres desviarte del camino y perder puntos, rompe lazos con aquellos que lo hicieron. Así que por más que quería ir a la casa de Asha, hablar con sus padres, consolarlos...No lo hago, porque mi futuro escrito podía cambiar.

Volvimos a casa y no dijo nada, pero lo entendí todo, era una advertencia. No sigas el mismo camino que tú amiga porque acabarás en ese sitio, y a saber si alguna vez sales.

Después de aquel día nunca volví a preguntar nada, tenía 15 años y ya había recibido suficiente información.

-Inara no tienes nada de qué preocuparte. Cuando preparen tu informe se darán cuenta de la persona mágica y especial que eres y no dejarán que te desperdicies.- iba a contestarle cuando la puerta se abrió y un chico de no más de uno setenta, moreno, pelo corto y ojos marrones interrumpe nuestra conversación y entra.

Y ahí, mi problema comenzó, ese fue el momento exacto en que los ojos marrones de él se cruzaron con los míos y ya nunca se perdieron de vista.

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⏰ Última actualización: Jul 24, 2022 ⏰

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His brown eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora