Matemáticas. Que entretenido. A nadie le gusta matemáticas. Y menos que te pasen algo que te pasaron en 7° Básico que era relativamente fácil. Pero a un tal-por-cual llamado Diofanto de Alejandría que no conocían ni en su casa se le ocurrió crear una abominación llamada "ecuaciones en segundo grado". Johan odiaba matemáticas. Y el profesor tampoco ayudaba mucho. Cómo extrañaba a la Miss Cami, la miss de 4° Básico que regalaba dulces cuando le dabas una respuesta buena. Pero no. El estaba en 3° Medio, a punto de entrar a la universidad, así que tenía que contentarse con su profesor de ahora, tosco, bruto y llegando a ser molesto. Tenía un apellido rarísimo del que Johan sólo recordaba que empezaba con Z, -así que para su adentros, fue apodado como el PetaZeta- un estómago abultado y prominente y un bigote cliché con forma de escobilla. Johan siempre creía que los bigotes eran malvados; y la historia lo probaba. Esa era su filosofía. Bigotes fuera.
-Jonás Caden- bramó el profesor. Estaban pasando la lista. El profesor tenía una desagradable costumbre de decir mal el nombre de sus alumnos, pero parecía como si se ensañara con Johan. -Uhm, de hecho es "Johan", profesor- replicó en voz baja. El profesor Petazeta simplemente rodó los ojos y lo ignoró.
Johan bajó la mirada a su cuaderno de matemáticas y comenzó a garabatear mientras el profesor Petazeta hablaba y explicaba cosas frente a la pizarra. Johan dibujó un par de cosas sin conexión alguna. Estaba absolutamente aburrido, y desinteresado.
-Señor Caden- Johan se sobresaltó- pase adelante a resolver el problema- dijo el profesor. Sus compañeros lo voltearon a ver. Johan levantó su vista lentamente, nervioso. Tragó duro.
-Señor Caden a la una- Johan se puso más nervioso. No estaba prestando atención, y de por sí el ya era malo para matemáticas. -Señor Caden a las dos- Johan bajó su cabeza, avergonzado. -Señor Caden a las tres. Listo. Anotación- caminó hacia la mesa, sacó el libro del curso e hizo una anotación junto a la ficha de Johan.
-Uuuuuh- todo el curso hizo un coro. Johan bajó más la cabeza y continuó dibujando, aún más avergonzado. El profesor continuó con su clase. Johan tenía unas ganas de largarse de ahí. Y se sumió en su mente. Era una cosa rara que podía hacer desde hace unos años. Casi como un superpoder. Fingía estar concentrado, con la mirada fija, pero sólamente se hundía en sus pensamientos.
Volvió con el bullicio del timbre. El profesor despedía la clase y los alumnos lo ignoraban mientras salían de la sala, algunos comiendo pero todos en pequeños grupos o parejas. Nuevamente, Johan se desanimó un poco. Sacó su improvisado sándwich, uno con una insalubre mezcla de mantequilla de maní, manjar, mermelada de frambuesa, M&M's y Marshmell'os, una mezcla que se le había ocurrido anoche y que había hecho apenas se despertó. Guardó su cuaderno y su estuche en su mochila. Su madre había salido a trabajar antes por una pequeña emergencia en el hospital, así que había tenido que hacerse el mismo el pan de colación. Se puso de pie, colgándose la mochila al hombro y caminando hacia la salida. Pero otro bramido por parte del profesor lo detuvo. -¡Caden!- Johan se congeló en el umbral de la puerta y lentamente se dió vuelta, como si temiera que el profesor saltara sobre él, como en una cierta historia sobre un semidiós que va al inframundo junto a una niña agresiva y un tipo medio cabra. Johan se dirigió al escritorio del profesor y se paró rígido frente a este.
-¿Qué sucede, profesor?- preguntó Johan con la voz algo temblorosa. Los últimos alumnos salieron de la sala. El profesor había empezado a guardar sus cosas al igual que los alumnos, dentro de su mochila. Sin mirarlo a los ojos habló: -¿Tienes planes para el fin de semana, Jonás- preguntó con un falso interés y si, volviendo a pronunciar mal en nombre de Johan.
-De hecho es...- le iba a corregir Jonás, digo, Johan. Prefirió quedarse callado, sabía que no serviría de nada corregirle.-... No, profesor, no tengo planes- respondió.
-Perfecto, porque de todos modos tendrías que cancelarlos.- Johan lo miró confundido. -Te veo aquí el sábado- finalizó tomando su mochila y salió de la sala, con una desagradable mueca/sonrisa de victoria. Johan se quedó atónito con su sándwich en la mano y el sábado arruinado. Así que sin ningún otro objetivo salió de la sala hacia el patio.
Un enorme lugar con varios árboles, un par de canchas de fútbol y pasto, además del agradable sol primaveral. Caminó hacia uno de sus árboles preferidos, que tenía una especie de remolinos en su tronco y una rama, con una parte lo suficientemente plana para sentarse sobre ella, a disfrutar su pan de coma diabético. No se había molestado en buscar a Derwin. Él le había dicho que no quería verlo ni en el primer recreo, ni en el último. Johan aceptó. De todos modos, era agradable tener alguien con quien almorzar. Y era aún más agradable para él, porque claro, Derwin tenía más amigos que él.
Johan frunció el ceño y sacó la lengua. El pan estaba realmente dulce. Lo metió de vuelta en la pequeña bolsa hermética y la cerró. Abrió su mochila y lo guardó en su interior. Se recostó en la rama con los brazos detrás de su cabeza a esperar que el recreo terminara.
El resto del día transcurrió normal. Clases aburridas, fantasear y dibujos aleatorios en cuadernos de materias. Hasta el almuerzo.
Una estampida de alumnos pasaba por los alumnos hacia el casino, por dos razones: 1. Siempre sucedía, sobre todo después de las clases de Educación Física Y 2. Era día de pizza en el casino. Era realmente mala. Casi siempre estaba dura, estaba cubierta por una cosa rara color amarillo, la salsa estaba bien al igual que el queso y el jamón parecía hecho de un jabalí prehistórico. Pero un día de pizza era día de pizza.
Rápidamente los alumnos se formaron en la fila del casino, con una bandeja plástica de color azul con una extraña textura rugosa. La fila era larga. Pero nada importaba, porque era día de pizza. Pero se acabó la pizza. Eso arruinó casi completamente el día de los alumnos. Si se acababa la pizza, lo que quedaba era tallarines con salsa. También eran ricos, pero no era lo mismo que la pizza.
La mayoría de los alumnos estaban molestos. Pero no Johan, que tenía una pequeña ronrisa petulante en su rostro. El si había alcanzado una pizza, y también uno de los flanes de chocolate tan raros que daban en el casino. Lo que no sabía era de que su buena suerte se acabaría pronto.
(No pude poner el banner, así que imagina que está aquí)
Primer vistazo de nuestro protagonista!
ESTÁS LEYENDO
Escape hacia la Fantasía
FantasíaA todos nos gusta fantasear. A algunos con robots, a otros con dragones y a unos pocos; con un mundo mejor. Pero Johan Caden llevó fantasear a otro nivel. Logró introdujirse en su mundo.