Capítulo dos

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Kazutora solía reír fuertemente cuando Baji decía chistes tontos o cuando se equivocaba al escribir una palabra. Kazutora lo golpeaba con gracia en el hombro y sus carcajadas inundaban la habitación de Baji. Kazutora en ocasiones se burlaba de las personas que acababan de golpear y Baji notaba como sus ojos amarillos brillaban emocionados, luego compraban fideos yakisoba con el dinero que Kazutora hurtaba del bolso de su madre y se sentaban en alguna azotea. Él hablaba con diversión marcada en cada palabra y volvía a reír más fuerte, más alegre; reía y Baji lo hacía con él.

Eran tiempos divertidos.

Kazutora era su amigo, su mejor amigo, y reír con Kazutora le parecía relajante, liberador. Con él se sentía ligero como una pluma.

Baji lo amaba, él era su mejor amigo.

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— ¡Ta-rán! —alegría genuina se filtraba por la voz de Mikey. Tenía la sonrisa más radiante que le había visto en mucho tiempo. Se sintió enfermo tan solo notar como Kazutora cerró los ojos con fuerza y sus hombros se encogieron temerosos y a la espera de cualquier acción que buscara dañarlo. Los moretones cubrían su piel y la sangre goteaba por su nariz y boca, por las manos magulladas y por su cabeza, hasta impactar contra el piso y provocar un sonido desagradable.

Baji no podía hablar, no podía respirar.

—¿Qué opinas? Pienso que debería estar presente en la cena de esta noche —Mikey caminó hacia Kazutora y sujetó sus cabellos con firmeza, Kazutora únicamente articuló un sonido lastimero y penoso, mas eso no alteró la felicidad que relucía en la voz de Mikey.

—Sin embargo, tienes que hacer que se vea decente. Tan solo miras estas ropas —hizo una pausa para señalar la vestimenta manchada y rota que Kazutora usaba. Su cara se arrugó en una muestra de asco —. Tienes un gusto mucho mejor que él, así que por favor Baji, hazlo.

Baji no escuchaba, ni siquiera sabía si respiraba. Su vista estaba posada en el suelo blanco que se cubría con lentitud de rojo, observando las rodillas temblorosas y llenas de rasguños. De repente comenzó a hacer mucho calor, a sentir que se quemaba desde adentro y que no podía respirar, y entonces lo entendió. Tenía que ser una pesadilla. Por supuesto, todo este jodido tiempo, todas las cosas que vivió: la sangre en sus manos, los lamentos y gritos de horror, el polvo blanco en su nariz, los cadáveres por doquier; todo era una pesadilla de mierda, ¿cierto? Porque no podía ser real. Esto no podía pasar. Kazutora no estaba marchito frente suyo y Mikey no era un despiadado criminal.

—Baji.

No podía ser así. Él no podía estar tan arruinado.

—Baji.

La cabeza le daba vueltas, sentía náuseas y sentía que el aire se escapaba de sus pulmones, porque Kazutora no estaba ahí, porque cuando él lo vio por última vez lucía... distinto. Lucía saludable, se escuchaba saludable y no era la cosa indefensa y rota que estaba frente a él. Las lágrimas comenzaban a picar en sus ojos, entonces Mikey volvió a hablar:

—Baji.

—¿Q-qué?

Levantó su mirada del piso para posarse en el demacrado rostro de Manjiro, quien lucía inexpresivo y aún mantenía una mano sobre Kazutora.

—Te dije que lo llevaras a la habitación y los cambiaras —la emoción desapareció de su voz y no quedaba otra cosa que gelidez.

Baji se puso de pie, confundido y con lágrimas cayendo por sus mejillas; caminó hacia ellos y tomó del brazo a Kazutora, y lo ayudó a levantarse con dificultad. Kazutora no podía evitar quejarse y su sangre pronto empezó a manchar parte del traje y de los zapatos de Baji. Mikey no dijo nada más y los observó alejarse.

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⏰ Última actualización: May 06, 2023 ⏰

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