Caer sí, caer no. Esa es la cuestión

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Unos atormentados, pero fuertes pasos, caminan despacio por un desértico terreno consumido por rocas de diferentes tamaños

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Unos atormentados, pero fuertes pasos, caminan despacio por un desértico terreno consumido por rocas de diferentes tamaños. Nada más es cuanto hay en kilómetros, salvo una soledad extrema. 

El fuerte olor a azufre se cuela por cada recoveco de los sentidos de cualquier ser viviente hasta tal punto de conseguir colapsar los pulmones, interrumpiendo el aire.

«La vida aprieta. No ahoga, sin embargo, a veces deja los dedos marcados»

Las empinadas cuestas acechan, los pies resbalan y las piernas prácticamente a punto de acabar en el precipicio. El esfuerzo por avanzar y dejar atrás esas piedras que tanto pesan se convierte en el protagonista esencial. Un kit de supervivencia. 

Inevitablemente se repite la idea. «Quizás no será suficiente». La situación es dura y hasta desesperante, casi devastadora, pero no imposible. Nunca lo es. «Sigue intentándolo».  Se convierten en las palabras mágicas que alimentan tu mente, aunque ni siquiera tú te las creas es bueno repetirlas.

La lluvia repentina aparece en el momento menos oportuno, justo cuando el hambre aprieta, y aterriza como un torrente de forma desmesurada y embarrándolo todo a su paso. 

Un fuerte antojo aterriza en tus tripas. Quizás una hamburguesa extra grande con pepinillos y cebolla. El paladar se reseca y relame a partes iguales, pero no hay nada que echarse a la boca.

Una ojeada atrás no merecerá la pena, pero ocurre. 

Todo parece perdido. Ahora se confirma. «Si el pasado es un desastre y el presente duele.  ¿Qué futuro espera?».

Las rodillas tocan barro, y los dedos de las manos terminan enterradas en el fango. Ese cuerpo se aferra a tierra, casi a punto de abrazarla. Salir de ahí es el objetivo, y se intenta de forma desesperada. Eres todo lo fuerte que puedas soportar. Y aguantas, vaya si aguantas.

Eliges erguir tu cuerpo de nuevo. A pie firme. Todo el peso que vales sobre tus maltrechas piernas. Y sigues buscando la salida, puede que a ninguna parte.

Se esquiva unos matorrales que no deberían de estar ahí, y aparecen unos fuertes y robustos árboles de donde florecen sombras. Porque aunque no se veía el Sol seguía en ese mismo lugar. 

Unos sencillos pasos llegan pronto junto una playa idílica. Arena fina y un mar de color turquesa prácticamente transparente. Una paz inmensa conquista los sentidos. En los alrededores, palmeras repletas de cocos. El hambre y la sed ya no será un problema. Además, se podrá descansar en una extendida y alargada siesta. «Sin duda, ha merecido la pena».

Un susurro en forma de brisa llega a los oídos. Pronto cambiará el paisaje.

La marea sube comiéndose todo a su paso y las temperaturas descienden de lleno precipitándose bajo cero y las gotas se congelan sobre el cuerpo. El vaho sale por la boca. Sigues vivo. Allanar algo el camino para trazar una nueva senda, una salida. Una buena. Es un nuevo intento, pero el fuerte viento sacude virulento tu ya maltrecho cuerpo. 

«El dolor físico no importa, todo es mental». Te repites, sin embargo, las pisadas frenan. Grandes bloques de hielo lo tapan todo. «¿Acaso unas cuantas piedras te van a detener?».

Prefiero un camino lleno de obstáculos y tropiezos que no caerme nunca, porque eso significará que he vivido, pero sobre todo, que he aprendido a levantarme.

Kira Bodeguero

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2022 ⏰

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Reflexiones de una lunática © #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora