Hábitos al dormir.

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Desde que se hicieron amigos y eso los llevó a compartir muchas más cosas conforme crecían, pasar la noche en casa del otro era algo común.

A ciencia cierta, Yamaguchi era la única persona fuera del entorno familiar de los Tsukishima, a quien Kei le permitía entrar en su espacio sin que llegara a sentirse incómodo o invadido. 

Y eso le permitió descubrir que Tadashi tenía hábitos muy particulares al dormir.

Por lo general era el tipo de persona que, tras caer rendido luego de un día abrumador, no existía nada ni nadie en el mundo capaz de despertarlo. Simplemente abrazaba lo primero que encontraba a su alcance, y despertaba hasta la mañana siguiente.

Aunque nunca se lo había preguntado, Kei imaginaba que se debía a una extraña necesidad de contacto que lo ayudaba a sentirse a salvo.

Además, a diferencia suya, Yamaguchi tendía a moverse durante casi toda la noche y pateaba las mantas lejos; aun en temporada invernal.

Por ende, mientras los años pasaron y su amistad poco a poco se convirtió en algo más, justo igual que Tadashi, Kei también comenzó a adoptar ciertos hábitos sin darse cuenta.

Por ejemplo, durante su adolescencia, cada que Tadashi se quedaba a dormir, Kei procuraba tener más de una almohada extra. O, en su defecto, un esponjoso dinosaurio de peluche que compró por mero capricho en un festival local; de esa manera Yamaguchi podía descansar a sus anchas.

Pero el más extraño e involuntario de todos, era que, ya fuese a mitad de la noche o antes de que la alarma en su teléfono sonara por la mañana, Tsukishima despertaba e inmediatamente comprobaba el estado del otro chico para arroparlo en caso de ser necesario. 

¿Cuándo comenzó a actuar así? Kei no lograba recordarlo con exactitud. 

Realmente, Tsukishima solía actuar como un cabrón egocéntrico frente a cualquier otra persona, fuese o no intencional. Su personalidad era así: retorcida hasta rayar en lo indecible, y el único a quien consideraba un amigo verdadero era a Yamaguchi.

A tales instancias habían compartido muchas cosas juntos, inclusive Tadashi presenció más de una vez y desde primera fila cuál era su lado más mezquino. Aun así, jamás permitió que afectara su amistad.

Por eso Kei se permitía bajar la guardia frente a él de vez en cuando, aun si en su mayoría era cuando Tadashi estaba profundamente dormido. 

Así pues, cuando terminaron la preparatoria e iniciaron la universidad, compartir departamento fue una decisión natural que ninguno pensó demasiado, aun si las cosas entre ellos comenzaban a dar pasos agigantados hacia terrenos más sentimentales que amistosos.

Se gustaban: sentían atracción por el otro y, aunque no se atrevían a confesarlo aún, la convivencia mutua se estaba encargando de ello lentamente. 

Esa semana, los dos tuvieron una carga académica excesivamente pesada.

Yamaguchi precisaba entregar un proyecto muy importante, mientras que Kei pasaba por una agobiante etapa de exámenes que elevaron su estrés al máximo. Por si fuera poco, Akiteru les contó que los visitaría, ya que la compañía para la cual trabajaba lo envió a Sendai para encargarse de unos negocios importantes.

Si bien su hermano pudo haber solventado los gastos de un hotel, o quizá quedarse en casa de sus padres por practicidad, prefirió importunarlos en su pequeño departamento donde apenas y tenían espacio suficiente para dos personas. Aun así, Tadashi le aseguró que se las arreglarían, y de ese modo, Akiteru se aseguró de pasar un fin de semana con ellos pese a la inconformidad de Kei. 

La noche del viernes, ambos se sumergieron en una sesión de estudio que se extendió hasta pasada la medianoche.

Yamaguchi logró terminar su proyecto a tiempo, mientras que Tsukishima siguió metido de lleno en sus libros hasta que el timbre sonó a eso de las dos de la mañana. Cansado, Kei se retiró las gafas y consideró seriamente fingir que no estaban.

Tadashi, quien en algún momento cedió al cansancio, ni se inmutó porque yacía profundamente dormido sobre el sofá dándole la espalda. 

Con el ruidoso sonido del timbre que amenazaba con provocarle una migraña, Kei se puso en pie resuelto a abrir. Por supuesto, se trataba de Akiteru, quien le obsequió una sonrisa. Lucía exhausto, pero feliz de verlo; pese a que la relación entre ellos mejoró significativamente con el tiempo, Kei no era un hermano afectuoso y Aki prefería no tentar a su suerte. 

—Lamento llegar tarde —Se disculpó al entrar—. Les traje esto, aunque creo que podrá esperar hasta mañana —dijo entregándole una caja con postres—. ¿Y Tadashi? 

—Dormido —Kei llevó los dulces a la cocina—. Quedó fuera de combate hace una hora. 

En ese momento, como si hubiese escuchado la conversación, Yamaguchi se movió en el sofá con tal de encontrar una posición más cómoda aún en su inconsciencia.

Pero el mueble era tan estrecho, que se giró del lado contrario a riesgo de caer al suelo. El instinto protector de Akiteru lo incentivó a evitar que eso pasara, no obstante, Kei se adelantó de inmediato. Acercándose, se inclinó y colocó una mano tras la espalda de Tadashi con gentileza. Después lo gio al mismo sitio e, inmediatamente después, lo cubrió con una manta. Yamaguchi solo se limitó a suspirar y permaneció en calma. 

Aki observó todo esto en silencio, sorprendido ante la escena, pues jamás esperó que Kei pudiera ser tan amable aun con testigos enfrente. 

—¿Algún problema? —preguntó el de gafas con gesto serio, tras arquear una ceja. 

—No, ninguno. 

—Bien —Luego tomó sus libros sin prestarle mayor atención—. Hay un futón en el armario del pasillo —señaló antes de dirigirse a su habitación, reacio a hablar más. 

Akiteru se quedó de pie a mitad de la estancia, mientras se preguntaba resignado cuánto más le tomaría a Kei confesarse.

Su hermanito estaba enamorado, y en verdad lo aliviaba sobremanera saber que fuese de Tadashi. Con una sonrisa cómplice, se dijo a sí mismo que cuando llegara el momento, sin duda les brindaría todo su apoyo. 

Aun si debía dormir en el piso aquella noche de verano. 

Los días a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora