Día 11

3 1 0
                                    

'Sigue...'

Como era de esperar en un día tan brillante como lo era hoy, un sábado bastante tranquilo.

El día anterior habia decidido que... Hoy sería día de descanso, pero tal parece que eso no estaba en los planes de cierta persona.

Delante de mi, en el umbral de la puerta se encontraba Diego, con su cabello desordenado y su sonrisa tranquila.

Vestido con una franela verde claro y pantalones negros ajustados a su cuerpo con unas botas deportivas negras. Supongo que seguia durmiendo porque minutos atrás lo estuve.

— ¿Que haces aqui? — Pregunte aún soñolienta. El sonrió no se ni porque y me aparto de la puerta por su propio pie sin empujarme demasiado y dándome tiempo de detenerlo de haber querido. Pero seguía confundida y adormilada.

— Vine a visitarte. — Respondió sin más entrando por completo y cerrando la puerta detrás de él.

— Valla... — Dije más para mí misma que para el. No me lo esperaba para nada.

El me mantenía la mirada y como si un balde agua fría hubiera caído sobre mi recordé que vestía una camisilla de mi papá que apenas cubría parte de mis muslos.

— Estás toda roja. — Dijo divertido sin decir exactamente porque lo estaba. Y de cierta forma lo agradecía.

— Espera aquí. — Ordene mientras corría a los pasillos que dirigían a la segunda planta y entrando directamente en el baño para lavar mis dientes y vestirme adecuadamente.

Una vez termine de colocar un mono de mezclilla opte por mis pantuflas de conejito con orejas. Y baje.

Para mí sorpresa note que Diego seguía parado dónde le dije recostado a la puerta y por una vez  sentí pena por el.

— Diego. — Susurré con cierta renuencia. El levantó la mirada y sonrió.

— Eso fue rápido, crei que tardarias más. — Confesó con diversión.

Solo entonces recordé que no debía estar en mi casa por lo que me cruce de brazos.

— ¿Que haces aquí? — Pregunté más seca de lo que quería mostrar.

El borro su sonrisa y me miró directo a los ojos con seriedad una que no le veía desde nunca.

— Vine porque debo decirte algo.

Respondió con cierto matiz de intriga. Camino hasta donde me encontraba y me miró desde su altura.

Su mirada clavada en la mía y sus ojos atentos a los míos. Su atención me pertenecia por completo y mi distracción de cada pensamiento coherente estaba en el. Ambos lo sabíamos y no hicimos nada por detenerlo.

Sus manos se levantaron y tocaron mis mejillas con una ternura tan nueva para mí que no sabría describirlo. Sus manos parecían tener miedo de tocarme y provocar el más mínimo daño. Si pulgar derecho bajo un poco hasta rosar mi labio inferior logrando que cada neurona dejará de funcionar, sus ojos por fin se apartaron para bajar a mis labios entre abiertos y con la lentitud más agonizante del mundo bajo a los labios dándome el tiempo para rechazarlo.

¿por qué no le rechace?

No sabría decirlo, solo se que cuando sus labios se unieron a los míos encajando cómo dos piezas perfectamente moldeados; cerré mis ojos que seguían fijos en los suyos y dejé que aquel rose me ganará.

Bajo su mano izquierda a mi cintura dando un pequeño apretón que despertó pequeñas descargas en mi sistema nervioso y paso la derecha detrás de mí nuca para apretarme más a él, sus labios se separaron y un sentí la humedad de su lengua en mis labios junto a una pequeña mordida que hizo de mi un mar de emociones.

En algún punto de aquel momento la burbuja se rompió y lo empuje con mis manos manteniendo la distancia.

Sus mejillas rosadas y su mirada dulce me hicieron dudar de lo que me ocurría.

— ¿Que querías decirme? — Pregunté ignorando ese momento tan presenté en mis labios y su mirada.

— Que no me importa si no estás enamorada de mi, si no crees en los cuentos de hadas, lucharé todo lo que pueda con tal de hacerte ver qué soy el chico que mereces a tu lado y del que te enamorarás perdidamente. — Respondió sin ninguna pizca de duda.

— ¿Cómo estás tan seguro? — Pregunte con sorna. Y el sonrió como si ya hubiera ganado.

— Solo lo se.

Con aquello dichoso volvió a abrir la puerta pero está vez para salir de aquel lugar que se volvería mi cueva por el resto del día, dejándome sentimientos encontrados y pensando en sus últimas palabras.

Si, en definitiva, mi búsqueda por conocer todo aquello de lo que los libros hablan y por lo que los jóvenes y adultos se desviven, me llevo a a la absoluta locura y un mar de pensamientos que debían de estar prohibidos.

¡Estaba realmente perdida!

Y solo ahora es que me doy cuenta de ello.

Supongo que decir que estoy Loca queda corto.

Pero incluso entre los locos, soy la más loca de todos.
..
..
..
..
..
..
..
..
..
..
..
..
..
.

.
.
.
.

Todavía falta...

¡Sigue!

El diario de una realista. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora