Capítulo 1

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Ona

Hoy es un día como otro cualquiera. Cuando suena la alarma de su móvil, Ona se despierta y lo apaga. Se estira en su cama y se levanta para darse una buena ducha fría. Como siempre empieza a cantar palabras sueltas que se inventa bajo el chorro de agua fría, eso era lo que más le gustaba a Ona, esa soledad para cantar.

Desayuna con tranquilidad, observando con satisfacción que aún le queda bastante tiempo antes de irse a la escuela. Lo que más le gustaba a parte de cantar, era levantarse temprano y no ir con prisas, eso es lo peor del mundo. Echa un vistazo a las redes sociales y con una sonrisa observa una foto de ella con el hashtag: micantantefavorita. Enseguida, deja su tostada en el plato y empieza a teclear un mensaje de agradecimiento. Sonríe como una tonta y sigue comiendo después de darle a enviar comentario.

Cada vez que veía un comentario dirigido a ella le invadía una gran felicidad. Nunca se dio cuenta de su potencial talento de cantante, ni siquiera advertía los halagos que sus padres o amigos le decían. Ella siempre pensó que cantaba de pena. Sin embargo, desde hace un año empezó a grabar videos de ella misma cantando canciones de famosos y desde entonces, su canal cuenta ya con más de tres millones de seguidores. Se hizo famosa en un abrir y cerrar de ojos. Nunca le asustó ese enorme éxito.

Pero ahora, mucha gente le pedía que intentase hacer sus propias canciones, que se convirtiera en una auténtica cantante y triunfara. No obstante, ella no tenía tiempo para inventarse ninguna canción. Su familia la apretaba tanto en la escuela que, pese a que tenía las mejores notas, se pasaba toda la tarde estudiando. Ya no recordaba lo que era tener una vida social, no recordaba la última vez que había salido al cine o de copas con alguna de sus amigas.

Ona suspira y se termina su tostada. Mira la hora. Justo como había cronometrado. Le quedaban diez minutos antes de que su vecino llamara a la puerta para que fuesen juntos a la escuela. Así que se fue a su habitación, la arregló y se hizo la mochila. Después se alisó el pelo y se puso su perfume favorito. Se vio por última vez en el espejo y lista, se fue bajo a esperar a Neizan.

El chico no tardó ni dos minutos. Ona abrió la puerta con una sonrisa y ambos se fueron hacía la escuela.

—Como odio los lunes — comentó Neizan bostezando — no entiendo como siempre traes una sonrisa en la cara de camino al instituto.

—Porque a diferencia de ti, a mi me encanta estudiar.

Neizan resopló.

—Empollona.

Ona rodó los ojos pero no dijo nada, en cambio, solo se limitó a mirar a su vecino. Hoy estaba realmente guapo. Ona no pudo evitar que esos pensamientos divagasen por su mente, nunca lo pudo evitar. Y es que llevaba enamorada de Neizan desde que tenía uso de razón, pero él, después de tanto tiempo siendo amigos y vecinos, ya no se fijaba en ella como cuando eran pequeños. Y Ona sabía que debía dejar de estar tan obsesionada con Neizan. Él ya estaba pillado.

Resignada volvió su vista al frente. Ninguno de los dos habló en dos minutos, lo que hizo que Ona empezase a entonar alguna cancioncita en su mente, para distraerse. El instituto no estaba muy lejos de su casa pero tal vez ya iba siendo hora de sacarse el carné de conducir. Cumplió los dieciocho hacía cinco meses, y aunque no tuviera demasiado tiempo, algo sabía ya sobre conducir, así que podría aprobar fácilmente el examen teórico.

—¡Cuidado!  — gritó alguien, de repente, en algun lugar.

Ona se quedó quieta enseguida cuando, segundos después, se dio cuenta de que aquel cuidado iba dirigido para ella. No le dio tiempo a reaccionar, alguien la cogió fuerte del brazo y la arrastró hacia atrás. Ona perdió el equilibrio y se cayó.

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