Capítulo 2

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Kai

Llega tarde y lo sabe. No ha podido evitar que su madre vuelva a reprocharle sus salidas este fin de semana y sus numerosos y elevados gastos. Pero él no lo puede evitar, necesita salir y despejarse de la mierda de vida que tiene. No existen salidas para él, se las tendrá que buscar. Avanza por los pasillos del instituto lo más rápido que puede. No hay nadie y eso le inquieta todavía más. Sube las escaleras de dos en dos con la mochila bailandole en la espalda. Al final escucha un murmullo de gente hablando.

Y cuando llega a su clase ve que está cerrada y que tan sólo están Ona, Inés, Leo y Cristina. Suelta un alivio al ver a la empollona de la clase ahí fuera, y ata cabos. Si ella está ahí es que la profesora no está.

—Decidme que no llego tarde — dice por si acaso.

—En realidad llegas media hora de retraso, pero tranquilo la profe no está — le responde Inés.

—Menos mal. ¿Y los demás?

—Han hecho pellas — le dice Ona.

—Ah, guay.

Mira hacia atrás y no ve ni a un alma por el largo pasillo. Está tentado en ir con ellos fuera pero su madre... Si le pillara entonces si que estaría muerto. Así que se obliga a quedarse con ellos, los más aplicados de la clase. Por un lado le dan rabia porque sacan mejores notas que él que incluso repitió un curso, pero por el otro lado, le parecen majos y eso hay que agradecer porque la clase que le ha tocado...

—Me estoy impacientando ya, joder. ¿Qué no va a venir nadie o qué? — suelta Inés.

—Tal vez deberíamos ir al despacho a ver si está abierto y decirles a los profesores que alguien venga y nos abra la clase — dice Ona.

—Sí, me parece bien.

—Quedaos aquí, iré yo.

—No espera, te acompaño — dice Leo.

—Voy con vosotros — se anima Inés — vosotros quedaos aquí, por si acaso la profesora llega u otra persona.

Kai asiente con la cabeza y al instante, se pone nervioso. Nunca se había quedado solo con Cristina y eso le incomodaba. Desde el momento en que la vio en la clase, algo despertó dentro de él. Y parecía un completo imbécil cuando ella estaba delante, parecía un embobado de mierda. Nunca había sentido algo así con ninguna chica, una mezcla de nervios, felicidad y entusiasmo. Tal era su encaprichamiento com esa chica que incluso había dejado de tener sexo de solo una noche con chicas que no conocía. Tan solo de pensar en hacerlo con alguna, algo dentro de él se removía inquieto. Y había optado por volverse más santo, de momento...

Kai ve a los tres marcharse y sin más se sienta al lado de Cristina. Ella se remueve y pasa la hoja del libro que tiene entre las rodillas. Quiere hablarle, interesarse por lo que lee, aunque él prefiriera las series y las películas a pasarse horas leyendo.

—¿Qué lees?

Cristina levanta la cabeza y lo mira entre asombrada y tímida. Kai no puede evitar mirarla y se queda unos segundos embobado, cuando la ve lo único que piensa es que es tremendamente preciosa.

—Una novela de crimen y misterio, El silencio de la ciudad blanca — declara ella y le muestra a Kai la portada.

Él finge que le interesa y asiente con la cabeza. Nunca en su vida ha oído hablar de ese libro, pero por lo fascinada que parece ella cuando lo lee y lo rápido que pasa las páginas, se ve que le apasiona de verdad.

—Parece interesante.

—Ni te lo imaginas.

—¿Te gusta mucho leer?

—Es mi pasión, de hecho, más que lectora también soy escritora — confiesa Cristina ruborizandose un poco.

—¿En serio? — dice Kai sorprendido.

Ella asiente con la cabeza. Sin embargo, su expresión cambia de repente, deja de sonreír, deja de mirarle como lo estaba haciendo y vuelve a concentrarse en el libro. Kai frunce el ceño. Quiere preguntarle porque ha cambiado su expresión, ¿Que no estaba a gusto con él? Abre la boca para decírselo cuando una voz familiar grita desde el otro lado del pasillo.

Aitana Saez.

—¡¡Eyyy!!

Mira de reojo a Cristina, quien ahora estás metida en su libro, el pelo le cae por los costados de la cara tapándole básicamente todo. Kai odiaba eso, cuando se volvía en plan solitaria como si no hubiese nadie en el mundo, solo ella. Y claro que estaba enterado de las putadas que Aitana le hacía a Cristina, ella era la principal causa de que la chica que le gustaba fuera cada vez más introvertida. Hasta había hablado con Aitana para que la dejase en paz. Por un tiempo paró, y a Cristina se la veía más feliz, cosa que le encantó. Sin embargo, días más tarde todo cambió, definitivamente.

—¿Dónde están los demás? — preguntó ella cuando estuvo enfrente de ambos.

—Unos han hecho pellas, y los otros han ido a buscar a algún profesor para ver si nos puede abrir la clase.

Aitana rueda los ojos y suspira.

—Pues creo que me voy con los que han hecho pellas — sentencia, se da media vuelta y se dispone a marcharse cuando se le ocurre una brillante idea.

Se vuelve a dar la vuelta y se fija en Cristina, quien sigue leyendo el libro, aunque tampoco le esté haciendo mucho caso.

—Oye tú, hoy me he levantado cansada, necesito algo para despejarme, ¿Tienes alguna pastilla?

Kai cierra los ojos. Ahora esto no porfavor. Aprieta los dientes conteniendo sus ganas de explotar contra Aitana. Pero Cristina es más lista y simplemente la ignora

—¡Te estoy hablando a ti!

—¡¿Quieres dejarla en paz?! — grita de vuelta Kai.

—Pero si yo solo quiero ayudarla a que se integre y deje de ser una marginada de mierda, una antisocial, una capulla que solo...

—¡Ya basta! — grita Kai levantándose y encarando a Aitana — vete a hacer pellas y déjala en paz.

Aitana se ríe.

—Es muy tierno como intentas protegerla, Kai. Pero sabes que no vas a poder estar siempre encima de ella. Y ahí estaré yo cuando tú te vayas, acechandola.

Con una sonrisa Aitana se larga de ahí, dejando a la pareja en un completo silencio. Kai aprieta los puños e intenta relajarse. Como la odia. Ojalá se pudra. Mira como Aitana se aleja de ellos y cuando la pierde de vista es capaz de relajarse. Se vuelve a sentar junto a Cristina, pero esta vez ella no le habla, y tampoco despega su vista del dichoso libro. Sin embargo, Kai no pierde la oportunidad. Le pone una mano encima de la rodilla para reconfortarla, y sin poder evitarlo, un escalofrío le recorre de pies a cabeza, como si fuese una pequeña descarga eléctrica que le atraviesa todo. Sonríe internamente, eso le gusta. Aprieta un poco la rodilla de ella y aprovecha que Cristina le mira para sonreírle cálidamente.

—Nunca va a parar, da igual lo que pase, da lo mismo que tú me defiendas. Siempre encontrará un lugar y una ocasión para molestarme.

—No lo voy a permitir — dice Kai confiado.

—Ella tiene razón, Kai. No vas a estar encima de mí siempre.

Él sabía que no era el momento oportuno pero... escuchar su nombre en boca de ella, era simplemente maravilloso. Se sentía como en una nube pese a los problemas que Cristina sostenía sobre sus hombros.

—Estaré ahí, te defenderé. Tu no te preocupes, esto no se va a quedar así.

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