La comida estaba realmente deliciosa, de postre, Ava hizo natillas de vainilla, era la misma receta que me hace mi madre, de ahí el olor familiar. Me comentó, que se la enseñó a hacer con mi edad y todas las mañanas de los domingos, las hacían para que por la tarde estuviesen listas y poder disfrutarlas para merendar, era una especie de tradición. Desde entonces, son las favoritas de mi madre.

Era muy agradable conversar con ella, tenía una manera tan dulce de explicar las cosas, que ahora entiendo el cariño que le tiene mi madre. 

Por la tarde, Ava había ido a hacer unos recados y me dejó sola, por suerte, la presión en el pecho, no volvió. 

Estaba en mi habitación, en el segundo piso y bajé a la cocina a por un vaso de agua. Estaba sedienta. Luego recordé que no era mi casa y que no sabía donde estaba los vasos.

Mierda

Busqué en varios muebles y nada, cuando de repente, sentí una presencia detrás de mí.

-Ava, ¿ dónde están...? - dije mientras me daba la vuelta, me corté en seco, cuando vi un chico mirándome con diversión.

-Creo que te equivocas, no me llamo Ava. - dijo el chico mirándome divertido. Ugg, estaba acabando con mi paciencia. 

-Anda, gracias por la información, no lo habría descubierto ni en un millón de años. - dije sarcásticamente. 

-¿Y tú eres? - dijo el chico esta vez más serio, cruzado de brazos.

-Tres cosas. Uno, ¿ sabes dónde están los vasos?, dos, eso lo debería preguntar yo, y tres, ¿Qué te importa como me llamo? - dije frustrada.

- Dos cosas, primero he preguntado yo, así que tienes que responder, segundo, si no respondes, te quedas sin vaso. - dijo seriamente desde el umbral de la cocina. 

-Ugg, como sea, me llamo Mindy, ahora dime donde están los vasos. - dije de mal humor.

El chico sonrió divertido y salió por la puerta.

- Eh, pero dime dónde están los vasos. - dije gritando mientras andaba a toda velocidad hacia la puerta, este chico había desaparecido.

Resoplé cansada y seguí con la búsqueda del tesoro. Estaba de puntillas intentando alcanzar los vasos una vez encontrados, cuando de repente, sentí todo mi cuerpo tensarse con el roce de  algo, era otra vez este chico. Rozó mi brazo suavemente, su caricia parecía interminable, mi corazón latía cada vez más fuerte, mientras su respiración chocaba con mi nuca, estaba de espaldas hacia él.

- Me llamo Jonathan, encantado. - dijo y se despegó de mi rápidamente, la burbuja se rompió, yo seguía rígida cuando me entregó en vaso y se fue sin decir nada más. 

Con que se llamaba Jonathan... ¿ Qué hacía aquí? No lo sé, pero lo descubriré

Besos saladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora