Las verdaderas intenciones

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El tiempo parecía haberse detenido, pero la mano de Vegas seguía estimulando su propio miembro. Pete no sabía cómo reaccionar ¿Qué estaba ocurriendo? ¿En verdad se le estaba insinuando? Escucho un carraspeo y alzo la vista nervioso, el castaño tenía sus ojos clavados en él.

-Pete...- Su nombre se oyó como un gemido, sintió estallar ¿Qué diablos pasaba?- Pete, baby ¿En verdad vas a dejarme así?

-¿Así... cómo?- De alguna forma los papeles se habían invertido, ahora era él quien se encontraba avergonzado y perdido mientras Vegas parecía listo para saltarle encima.

-vamos -Movió su mano de forma burda sobre su entrepierna, Pete lo observaba incrédulo ¿Qué debía decirle? Estaba sin palabras.

Como si Vegas comprendiese sus dudas, se acercó a él y coloco ambas manos sobre el cuello de la bata, lentamente comenzó a deslizar la tela por los hombros revelando con mayor claridad el conjunto. Pete mantenía su mirada clavada en el castaño, este no podía evitar morderse sus labios mientras bajaba la mirada por el cuerpo ajeno deteniéndose en cada parte de su anatomía ¿Cómo podía un hombre verse tan sexy en ropa interior femenina?

- Vegas...-Susurro con calma temiendo la reacción del otro, este lo miro a los ojos dándole tiempo a hablar- ¿En verdad... quieres hacer esto?

Y en ese momento Vegas solo pudo sonreír. Porque él era el único de su grupo de amigos que supo la orientación sexual del pelinegro desde un principio. Había estado al pendiente de él desde la secundaria y casi se había fanatizado. Le gustaba su voz, su tono de piel, la forma en que siempre se expresaba ¡Incluso su parte fem! porque, ¡Vamos! Cualquiera que conociese a Pete sabía que más allá de su apariencia de chico bueno, había un hombre delicado, alguien que necesitaba ser visto y oído, elogiado y apreciado. Vegas amaba cada faceta del pelinegro y no había un solo pelo en su cabellera negra que desease cambiar. Aun así sabía que había sido duro, había lo tratado de "pasivo" y "maricón" en forma condescendiente, y no era algo que lo enorgullezca, pero cuando los celos actuaban el verdadero Vegas se iba lejos.

Detesto cuando ese chico Job apareció en sus vidas, el poco tiempo que estuvo rondando a su peliengro se le hizo fastidioso. Él nunca lo había tratado en forma despectiva y jamás intento que se abriese con él, porque hasta la llegada de ese chico Pete no vio la necesidad de sincerarse con el grupo. Pero entonces pasó, Job llego y el pelinegro se pintó la vida color de rosa, hablando abiertamente de su homosexualidad y lo feliz que le hacía tener al chico tonto a su lado. Vegas pasó mucho tiempo tolerándolo y tratando de no meterse, pero cada vez que veía al pelinegro sonreír como tonto ante su teléfono quiso romperlo y ponerse a gritar.

Cuando la relación acabo Vegas se sintió sinceramente feliz, había esperado esa oportunidad por meses. Ahora Pete era abiertamente homosexual y estaba soltero, y eso era más de lo que él podía pedir. Porque ante los ojos de todos él era heterosexual ¡Y realmente lo era! Hasta que el azabache se cruzó por su camino volviéndolo un tonto despistado. Desde entonces había buscado matar la ansiedad que sentía por su compañero con la comida. Cuando quería tocarlo, besarlo, mimarlo, él simplemente había comido y fingido que eso no ocurría, porque la idea de acabar su amistad con el grupo de amigos por su amor no correspondido era demasiado tonta y egoísta. Compensando lo que comía, debió ejercitarse más, cada vez pasaba más tiempo en el gimnasio para acabar con la grasa extra que la depresión de no tenerlo le generaba. Pero ahora Pete estaba solo y él se sentía estúpidamente esperanzado. Si había salido con el tonto de Job ¿Cómo no salir con él?

Entonces se armó de valor y fue en busca de su amigo dispuesto a declarársele. Pero Pete se le adelanto, y antes de darse cuenta se encontró con la escena menos pensada en su propio departamento. Su lindo compañero y el líder del equipo de natación estaban besándose en el sofá como si su vida dependiese de ello y lo primero que se le vino a la cabeza fue ¿Cómo no lo vio venir? El maldito de Big había estado pegado como chicle al azabache y muchos hablaban de su amistad ¿Cómo no imaginar que intentaría algo? Era demasiado ingenuo.

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora