❖ ── 𝙻𝚊 𝚌𝚘𝚛𝚘𝚗𝚊 𝚢 𝚜𝚞 𝚍𝚞𝚎ñ𝚘 ── ❖

Capítulo Uno

El infernal dolor de mis piernas era insoportable, corría sin césar, sostenía firmemente la lanza en mi mano, tenía que lograrlo no me verían perder esta vez.
O eso creía antes de caer al suelo como un costal de papas, la lanza cayó unos metros delante mí y el tedioso sonido del silbato de Erick se escucho por todo el campus

-Bien hecho Zel, es la cuarta vez en esta semana- No me levantaba del piso, y tenía ganas de golpear algo en ese preciso momento

-¿Te encuentras bien rarita?- Erick es el mayor de todos nosotros, desde hace dos o tres años se autoproclamó líder y entrenador del grupo, nadie se opuso, pues ninguno era capaz de asumir dicho cargo, mucho menos si había que juramentar con sangre. 

-Déjame sola

-Sabes que no lo haré y mas vale que te levantes en este momento si no quieres que te lleve a rastras - Me levanté del piso y recogí mi lanza, "la cuarta vez en esta semana" genial...

- Muy bien ¡Todos al centro!, escuchen bien, este fin de semana son las evaluaciones, todos lo hacen muy bien, excepto Hazel y Mark, tenemos exactamente cinco días para perfeccionar sus habilidades y demostrar que son dignos de servir al reino. No quiero quedar mal ante los jefes de estado así que vayan a descansar y ustedes dos quédense aquí a entrenar.

-No puedes hacernos esto, el festival comienza hoy y no pienso faltar 

-No me digas, pues mas vale que comiencen ya - Amargado. 

La tarde transcurría, el sol nos estaba quemando y la maldita lanza nunca caía en el supuesto villano, el cual era solo un saco relleno de arena.
Me aburrí de intentar y me senté en el suelo seco, parecía un desierto, creo que no nos habíamos desintegrado gracias a la brisa fría que extrañamente soplaba en esta época del año.

- ¿Tan fácil te rindes?- Mark se sentó a mi lado, su compañía me agradaba, es un chico amable, pero demasiado sentimental, literalmente.

Recuerdo la ultima vez que fuimos a visitar a mi abuela, mientras caminábamos de regreso a casa escuchamos los maullidos de al parecer un gato bebé, nos adentramos a un callejón donde habían muchas cajas de madera y unas cuantas bolsas de basura, seguimos los maullidos hasta dar con el gatito, bueno, eran tres, los mininos estaban a la par de al parecer su mamá, la gata estaba tirada en el piso, no notamos señales de vida en ella así que asumimos que ya se había ido al cielo de los gatos.
Mark soltó un grito espantoso, casi lo golpeo del susto, cuando voltee a verlo tenía abrazados a los gatitos y estaba llorando como si no hubiera un mañana. Al final adoptó a los gatos y les juró amor eterno.

-No me he rendido, solo estoy cansada

-Hey tranquila, no te desanimes ¿Carrera? - Me sonrío en un intento de animarme, es un chico lindo, debo aceptarlo, su sonrisa es cálida y su mirada tranquila

- Carrera 

Corrimos hacia el extremo del campus, nos posicionamos y comenzamos a correr, disminuimos la velocidad y al llegar al punto de lanzamiento, arrojamos las lanzas, la de el pasó rozando el saco, y la mía, ni  hablar cayó casi tres metros a la izquierda.
Luego de dos carreras más en las que ambos fallamos nos dirigimos hacía el pueblo pues hoy se celebraba el  Trigésimo octavo cumpleaños de la reina y que mejor manera de celebrarlo que con un festival. Las familias del pueblo se reúnen al centro del lugar para el baile de apertura, es tradición del pueblo celebrar los cumpleaños de la realeza durante cinco días, en el transcurso de ese tiempo las actividades y las rutinas continúan con normalidad por el día, mientras que por la noche las calles se llenan de alegría con bailes, música encantadora, puestos de venta donde hay dulces y comida tradicional, las banderillas colgadas por arriba le daban un toque más festivo a las calles. El baile de apertura, como su nombre lo dice, es el que da inicio a la al festival y es tres días antes del propio día del cumpleaños, en el que se celebra el baile de cierre y los miembros de la realeza cruzan por el pueblo en sus lujosos carruajes, pero al parecer ese día les come la lengua el gato porque ni siquiera nos saludan, solo pasan de largo, de igual forma al pueblo le encanta verlos y los aclaman al pasar, incluyéndome.