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La calurosa brisa se colaba por las ventanas. Ella se incorpora observando a su alrededor, contempla las pinturas y las fotografías que decoran las paredes de su habitación.

Recorre el pasillo, la casa estaba vacía, de repente escucha como la brisa mueve las puertas de madera. Con cautela, asoma la cabeza en el jardín y allí estaba él, sentado en el viejo columpio.

Al verlo, una sonrisa se dibuja en su rostro y avanza feliz dejando que le abra espacio a su lado.

—Supongo que llegó mi hora de descansar para siempre, ¿finalmente morí?— pregunta mirando a la nada.

—No—contesta Octavio con una sonrisa.

Elisa sintió como si la volvieran a arrojar al vacío.

—Estás soñando—aclara—Pero pronto despertarás.

—No quiero—se aferra a la cadena del columpio—Ya he tenido que pasar por mucho y prefiero morir a volver y seguir sufriendo.

—La Elisa que conozco no diría eso, mi Elisa no se rinde así de fácil.

Se le hace un nudo en la garganta al escuchar esas palabras del que había sido su amado esposo.

—De esa Elisa no queda nada.

Él se vuelve hacia ella rodeándole los hombros con su brazo.

—Tienes mucho por vivir—le besa la frente—Afuera hay un mundo que te espera...nuestros hijos te necesitan, debes volver como lo que eres, una mujer fuerte y valiente.

Ella niega.

—No quiero—llora—no quiero enfrentar al mundo de nuevo ni ser valiente, quiero descansar. Ya ha dolido lo suficiente.

—Mírame—le alza la cara.

—Estoy cansada Octavio, ya no quiero seguir lidiando con las heridas que carga mi alma, ya no.

—Son etapas...

—No es justo que me toquen las peores—él le seca las lágrimas—Me pregunto una y otra vez ¿qué estoy pagando? porque no es justo pasar por tanto, no es justo que dios me ponga a prueba.

Sus brazos la envuelven.

—Tú que lo conoces pregúntale, dile que aminore el peso porque no me creo capaz de soportarlo.

—Él no da pruebas que no podamos resistir...

—Quiero quedarme—lo aprieta contra su pecho—Quiero quedarme contigo.

—No tienes nada que hacer aquí, acuérdate que todo es más oscuro cuando se acerca el amanecer. Tienes que volver, decir que eres una sobreviviente, que las circunstancias no pudieron contra ti. Debes renacer de las cenizas, mirar al frente y seguir como ya lo hiciste una vez porque aún tienes muchas cosas por hacer.

Le muestra el crucifijo que tiene atado en la mano.

—Eres más valiente de lo que crees.

—Siempre haces que todo se vea fácil.

—Porque lo es mi vida, solo deshazte de los lamentos y continúa, muchas personas te esperan.

—Tú no

—Pero nuestros hijos si—le besa la mejilla—Debes superar mi partida y avanzar, yo estoy bien.

Mueve el columpio.

—Desde aquí podré ver todo lo que hacen, los estaré vigilando como el padre que tanto los ama. A ti también te voy a cuidar desde aquí arriba y cuando logres ser completamente feliz, yo finalmente descansaré en paz.

—Te amo—confiesa.

—Y yo a ti, pero necesito que vuelvas. Te prometo que algún día nos volveremos a reunir y seremos felices para siempre pero aún no es el momento, te queda mucho por vivir.

Ella le da un último abrazo antes de levantarse.

—Elisa—la llama a poca distancia—quiero que encuentres un nuevo amor, mereces ser amada con todas las fuerzas de este mundo, así como yo lo hice y lo seguiré haciendo igual que la primera vez...

Dijo para luego desaparecer.

RENACERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora