Capitulo 4

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Era difícil no corresponder a esa sonrisa, pero de alguna manera se las arregló para mantener una mirada severa. Rápidamente se dio cuenta del amplio bolso de mano que tenía con ella, su ropa informal: jeans y una camisa negra ajustada, su cabello largo y suelto sobre sus hombros.

"No te esperaba..." Se detuvo en el último escalón, su mano aún en la barandilla. "... Deberías haber llamado, primero".

Ella sonrió, sus ojos bajando por un momento.

"Estaba tratando de sorprenderte. Pero supongo que terminé sorprendiéndome a mí también..."

No tenía idea de lo que ella quería decir. O tal vez lo hizo. Tal vez quiso decir que ya lamentaba estar allí.

"Entonces..." Michael se encogió de hombros, casualmente, "... ¿Estás aquí porque...?"

"Porque quería verte. Y necesitaba hablar contigo.

"Hablamos por teléfono para tu cumpleaños, Lise... ¿qué está pasando?" Sus ojos se entrecerraron. Todo empezó a parecer sospechoso. "...¿Algo malo sucedio?"

Una vez más, esa risa nerviosa, casi inaudible.

"No pasó nada... y todo". Empujó un mechón de cabello detrás de su oreja. "Mira, ¿puedo hablar contigo en privado? ¿Tienes unos minutos para mí?

Chica... Tendría todo el tiempo del mundo para ti. ¿Pero qué hay de ti?

Michael solo la miró en silencio, sus ojos tristes y remotos, la cabeza inclinada hacia un lado, muy levemente.

"Claro..." Se dio la vuelta, señalando vagamente el primer piso de la mansión. "¿Ven conmigo? Vamos a mi estudio.... Allí nadie nos molestará.

Ella lo siguió escaleras arriba, quedándose un par de pasos atrás.

"¿Dónde están los niños, por cierto?"

"En casa de mi mamá. ¿Qué hay de tus hermosos gemelos? ¿Cómo estan?"

"Están muy bien ... Gracias..."

"Y están...?"

"También en casa de mi mamá..."

"Ya veo..."

Entraron en la oficina privada de Michael, y notó como la mirada de Lisa se posaba en el vaso vacío de su escritorio. Ella sonrió en silencio y él se aclaró la garganta. Estaba confundido y no tenía idea de cómo navegar por esto. Lisa estaba inusualmente tranquila y callada, incluso un poco distante. Parecía melancólica, ligeramente triste y, sin embargo, serena.

"¿Puedo darte algo para beber?"

"Lo que estabas bebiendo estará bien..."

Sí, ella había notado bien el vidrio. Michael le dio la espalda, caminó hacia la barra y sonrió para sí mismo.

"No te gusta el coñac, Lise..."

"Tampoco a ti ."

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