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Me encontraba trabajando en la cafetería cuando escuché su nombre por primera vez

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Me encontraba trabajando en la cafetería cuando escuché su nombre por primera vez.
Me hubiera gustado haber tenido algún tipo de indicio de que permanecería en mi cabeza a partir de ese momento.

Las dos chicas, que cotilleaban sobre él en la fila para ordenar, parecían físicamente incapaces de dejar de chillar con emoción sobre cómo estaban frente a una oportunidad única.

Llevaban ropa muy similar, aunque cubierta por largos tapados que las protegían de los fríos de la mañana. Aun así, se dejaban ver sus cancanes y polainas, por lo que se podía deducir a simple vista que eran bailarinas. No fue mi intención mirarlas fijamente, pero me causaba nostalgia verlas: yo echaba de menos usar esos atuendos.

Una vez que finalizaron su pedido y esperaron en una de las mesas, me adelanté a mi compañero de trabajo y fui su mesera. Quería escuchar todo lo que pudiera de su charla. Yo también necesitaba una oportunidad única, y, si bien apreciaba mi trabajo, mi intención al mudarme a esta gran ciudad no era pasarme la vida sirviendo café.

-¿Ves? -pregunta una de ellas, mostrándole a la otra la pantalla de su celular con una mano, y golpeando la mesa con la otra, -¡Te dije que era él!

Me asusté ante el golpe y esperé que no haya sido visible. La intensa conversación siguió, y yo tomaba demasiado tiempo en repartirles cada taza, plato y cubierto.

-No puede ser. ¿De dónde sacaste eso?

-¡Te digo que hay un afiche gigante con su nombre en la puerta del teatro!
«Vamos, por favor, ¿cuál teatro?»-rogaba yo mentalmente.

-¿Cuál teatro? -preguntó la otra, leyendo mi mente. De hecho, era una pregunta muy válida. Conozco tres teatros diferentes, sólo en el centro de la ciudad. Bien podría haber más.
Seguí escuchando atenta.

-El que está a dos calles de aquí, Millie, frente a la disquería. No lo viste porque lo acaban de colgar. Es lo que te estoy tratando de decir: ¡tenemos que inscribirnos a las audiciones ya! Antes de que todos lo sepan y sea demasiado tarde para conseguir un lugar, como siempre. Es nuestra oportunidad.

Y yo que pensaba que la mala suerte sólo la tenía yo. No debería, pero la verdad es que me sentí un poco mejor al escuchar que no era la única repitiendo la misma historia.

-Pero no podemos simplemente ir, hay que prepararnos y mucho. ¡Estamos hablando del mismísimo Mike Faist!

«¿Por qué me suena ese nombre?», pensé, volviendo a mi lugar detrás del mostrador. «Necesito ir a ver el teatro».

Ambas siguieron conversando, pero yo no podía pensar en nada más que en la hora del almuerzo, y no porque tuviera hambre.

Cuarenta y cinco minutos pasaban de las once cuando crucé la puerta. No podía esperar hasta las doce y arriesgarme a perder otra audición.

Cuando llegué al teatro vi ese nombre en el papel. La chica de la cafetería había exagerado. No era gigante, pero ahí estaba. Tomé una foto con mi celular y se la envié a mi amiga Jessica. Ingresé al teatro, y agradecida por la poca gente que circulaba por ahí, me inscribí a la audición del aparentemente codiciado musical sin siquiera pensarlo.

Una vez afuera, le marqué a mi amiga. Mientras esperaba que conteste, me dirigí a la vidriera de la disquería frente al teatro.

-¿Hola?

-¡Hola Jess! ¿Cómo estás? ¿Tienes un minuto? Tengo noticias.

-¡Ana! Déjame adivinar: hay una audición.

-¿Cómo supiste?

-Bueno, sólo me llamas en dos ocasiones: cada viernes por la noche, por unos treinta minutos...-comenzó a decirme a modo de reproche.

-Sabes por qué lo hago. ¡Me da mucho miedo! A esas horas no hay nadie circulando afuera, y es el día en que me toca cerrar la cafetería. -me defendí sin haberla dejado terminar. Ella continuó hablando sin hacerme caso.

-O, cuando hay una audición. Y hoy es martes.

-Bien, si, hay una audición, pero esta no es cualquier audición, ¡te lo juro! -Guau, ya sonaba como las chicas de la cafetería.

-Ana, siempre dices eso.

-Esta vez va a ser diferente, me voy a esforzar mucho, sabes que lo haré.

-No es eso lo que me preocupa, cariño. Te conozco y sé que no estás aquí para perder el tiempo. -la oigo suspirar -lo que no quiero es que te deprimas en el caso de que no te elijan. La última vez realmente me asustaste, pensé que nunca volverías a bailar.

-Ya hablamos sobre eso, Jess. Voy a estar bien. -digo sin más, tratando de dejar el tema atrás. No me apetecía hablar de eso. -Por favor, necesito tu ayuda.

-Está bien, siempre termino ayudándote de todas formas. -dejo escapar una risita al escucharla darse por vencida ante mis insistencias -Ya dilo, -dice entre risas -¿de qué se trata?

-Bueno... ¿has escuchado hablar de Mike Faist?

-¡¿Mike Faist?! ¡¿Estás tratando de decirme que piensas audicionar para su primer musical?! -No voy a mentir, me esperaba esa reacción a juzgar por la actitud de las chicas de la cafetería. Jessica sabe absolutamente todo sobre el mundo del arte escénico. Quiero decir, forma gran parte de su trabajo.

-Okey... ya lo sabías. Bueno, sí. Escuché a unas chicas en la cafetería...

-¡Pero, Ana! ¡¿Para Mike Faist?! ¿Estás segura de que podrías hacerlo? -me interrumpe, alterada. «¿Por qué duda tanto de mí?», pensé

-Sí, Jessica, ¡para Mike Faist! -respondo levantando la voz. Puedo notar varias miradas en mí, pero estoy muy molesta como para darle importancia, así que continúo -¡¿Por qué todos actúan así?! ¡Yo ni siquiera recuerdo quién es! -dejo salir un resoplido y agrego con desprecio -¡Mike Faist! Un pobre diablo que desaparece después de cobrar su primer cheque. Te aseguro, Jess, que está ocupando un lugar en la industria que podría ser de alguien a quien le importa algo más que sólo un buen sueldo. -a estas alturas las palabras simplemente brotan de mi boca, no logro pensar con claridad por el dolor que me causó su desmotivante reacción.-¿Realmente te parece imposible que lo logre?

-Vamos, Ana, no lo tomes personal. Sólo digo que tienes que verlo en acción, es un muchacho muy talent...

-¡¿Y yo no lo soy, verdad?! ¡¿Acaso no crees que pueda tener una oportunidad, siquiera de audicionar?!

-¿Qué? Anastasia, yo no dije...

-Te hablo luego Jess. Realmente esperaba contar contigo. -digo sin emoción alguna, antes de colgar la llamada y respirar profundamente.
Froto mi frente con una mano, arrepintiéndome inmediatamente de mi actitud tan negativa. «¿Qué pasa conmigo? Necesito calmarme»

En busca de alguna distracción, miro a mi alrederor y diviso la disquería.
Era un edificio pequeño, o así se veía desde afuera. Una puerta roja, junto a una vidriera donde se exhiben algunos álbumes, y apenas un cartel que indica de qué se trata. 
No hay mucha gente adentro, puedo distinguir a dos personas además del único trabajador. Ingreso casi sin darme cuenta. Mi mente estaba aún pensando en lo mal que traté a Jess.

Caminaba entre los pasillos buscando algo que llamara mi atención cuando me detuve al encontrar mi reflejo en un vinilo que descansaba en uno de los stands. «Me veo terrible», pensé y comencé a sujetar mi cabello en una cola de caballo. Pude sentir a alguien detenerse cerca de mí, pero no detuve mi actividad e, inclinándome hacia el vinilo, usándolo como un espejo, seguí intentando mejorar mi aspecto, visiblemente sin éxito.

-Disculpa... -alcancé a distinguir, fue casi un susurro proveniente del chico a mi lado. No hago más que erguir mi postura lo suficiente para no estorbar. -¿Aquí es la sección de belleza? -lo oigo decir.

-Ja, ja. -Suelto sarcásticamente, aún sin levantar la mirada, y revisando las bolsas bajo mis ojos.

-Oh no, ¿no te gustó mi chiste? ¡Es el mejor que dije en años! -agrega, aun bromeando conmigo. Dejo salir aire por la nariz y sonrío, tratando de no parecer tan irritada, y mirándolo por fin. 

Lo primero que noté fue cuánto me tomó encontrar sus ojos: era muy alto. Luego, pude distinguir su cabello oscuro recogido en un rodete, del cual se escapaban algunos mechones ondulados, descansando en el contorno de su rostro. Definitivamente era atractivo.

-No, lo siento. Estuvo terrible. -digo, tratando de no sonreír.

-Ah, ¿sí? ¿Quieres saber que está terrible? -dijo, actuando atrevido y siguiéndome el juego -Tu aspecto. Sigue intentando. -terminó señalando el vinilo, con una sonrisa victoriosa.

Jadeé sorprendida ante su respuesta. - Oh, que amable eres. -digo sarcástica- ¿Sabes algo? Hoy es la segunda vez que alguien lee mi mente.

-¿Enserio? ¡Esa mi especialidad! Mira, lo haré de nuevo. -hace algunas muecas, actuando pensativo, y no puedo evitar reírme. «Este tipo es raro, ¡huye!» me advierte mi mente, pero, sinceramente, me estoy divirtiendo. Luego, agrega: -Ese tal Faist que está en tu cabeza suena como una mala persona.

-Hiciste trampa. Ugh... estaba gritando ahí afuera, ¿verdad? -le digo cubriéndome el rostro, avergonzada.

-Sí, así es. -confirma mi teoría -¿Quién es él, por cierto?

-La verdad es que no tengo idea.

-Ah, ya veo. ¿Cómo se atreve ese maldito...? -dice, negando con la cabeza mientras sigue el chiste.

-Ya sé, ya sé. Soy una perra por hablar así de alguien que no conozco.

-Tú lo dijiste, no yo. -ríe.

-Si... -río con él. -Lamento haber perturbado tu mañana, extraño. -digo sincera.

-Oh no, por favor. Este es tan sólo el único momento de la semana en el que tengo tiempo para venir a mi disquería favorita, por un disco de alguno de mis músicos favoritos, donde sé que habrá tranquilidad, y voy a estar relajado sin nadie que me moleste. Sólo eso, nada importante. -dice sonriendo falsamente.

-Ya me disculpé. No soy de las que ruegan, si entiendes lo que digo. -levanto las cejas y él guiña un ojo, para después reírnos de camino a la entrada.

Compartimos una última mirada, antes de dirigirme hacia afuera, y verlo seguir su camino hasta la caja, con un par de discos en su mano.

«Aunque a él le podría rogar...
¡Ana! Acabas de conocerlo»,
mi mente juega conmigo.

Cuando dejo la disquería, al ver el afiche en la puerta del teatro, recuerdo la conversación que tuve con Jessica hace unos minutos. Mi mente no tardó en desmoronarse.

«Tengo que disculparme con ella.
Pero, ¿qué le voy a decir?
"Jessica, lo siento por ser irracional, impulsiva y básicamente una pésima amiga"
¿Me considerará su amiga?
Ana, han pasado meses. Claro que te considera su amiga.
¿...verdad?
¿Me podrá perdonar?
No debí hablarle de esa forma...
Basta. Tengo que volver al trabajo».


AUDITION | Mike FaistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora