cuarto

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— Vamos, será solo una cena

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— Vamos, será solo una cena. Por favor. — me pide mirándome a los ojos, y puedo notar en los suyos, que creí azules, un toque de marrón. 

— Si eso es lo que quieres...— acepto, rendida. Era mi forma de compensar mi maltrato de hace un momento. — Aunque en tu lugar, hubiese pedido algo más.

— Ah, ¿sí? — dice con una sonrisa pícara formándose en su rostro. —¿Como qué? —agrega comenzando a dar paso hacia mí. 

— Dinero. — le respondo, seria. No termino de comprender en qué estaba pensando él. 

— Uh, claro.  — dice mirando al piso y aclarando su garganta. —¿Sabes que no necesito eso, verdad? Soy algo exitoso. 

— Eso es lo que escuché. Mira... no quiero reventar  tu burbuja, — le digo sincera — pero no conozco mucho sobre tus trabajos.

— No te preocupes, lo harás.  — afirma con cierta soberbia. — Todos en esta ciudad lo harán, si todo sale de acuerdo a nuestros planes. Mi equipo y yo trabajamos por muchos años para que así sea.

Se notaba orgulloso, pero también algo preocupado. No quise que perder el hilo de una conversación que me llevaría a conocer más de la obra en la que aspiraba a participar. Y de él, por supuesto, por lo que lo motivé a seguir hablando.

—Debes estar muy entusiasmado con este proyecto. No imagino el esfuerzo que hay detrás. 

—Pero lo verás con tus propios ojos cuando audiciones, Ana. — me sonríe cálidamente, y me transmite tranquilidad con sus ojos entrecerrados. Se forman algunas arrugas al rededor de ellos, y no puedo evitar imitar el gesto. 

— No voy a decepcionarte. — digo casi en un susurro, aún mirando sus ojos. Estos bajan a mis labios por un segundo, antes de volver a mis ojos. Yo estaba inmovil, me había olvidado por completo del resto de la gente. Cuando volví en mí, parpadee repetidamente y agregué — No voy a decepcionarlos. A tu equipo. 

Me sentía muy tonta y fuera de control. Supe que él se dió cuenta, y agradecí que no se haya burlado de mi comportamiento de niña preadolescente. 

—¿Te digo algo, Anastasia?  — me interrumpe. — No puedo esperar a que lo demuestres en el escenario. 

El ruido de su teléfono nos interrumpió, y su mirada cambió de inmediato. Con su seño fruncido y sus ojos oscurecidos, tomó su celular y tecleó por unos segundos. Cuando volvió a verme, habló, pero esta vez lo hizo firme y serio. El chico de los ojos brillantes ya no estaba.

—Aquí está mi número. — dijo, dándome una tarjeta. — Di que quieres hablar con David, ya sabes. Por la cita.  

Y sin esperar nada de mí, se marchó, subiendo en un auto negro que lo esperaba. ¿Nos habían estado viendo todo este tiempo? 

«Espera, ¿dijo cita?
¿Como, una cita-cita?
¿Conmigo?
Claro que no. 
No debe ser más que una formalidad.»
Siendo honesta, me había desilusionado a mí misma con una dosis de realidad.

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⏰ Última actualización: Jul 11 ⏰

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