XXIII. Brisa de verano

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Solo me siento, bajo ardua tormenta

viento afín, mente mía sin piedad altera

En mi alma, heridas creadas por quedar expuesta

Sufrimiento se disipa cuando esa brisa llega


Con calma impulsada acaricias mi rostro noblemente

Mi subconsciente se sumerge en magna paradoja

¿Está bien sentir esto? Mártir eterno que lo acongoja

Mientras, ahí sigues, dulce, pero a la vez tan imponente


Cuando tu estancia conmigo cesa, todo al cauce suyo vuelve

La tormenta azota de nuevo, mares y cielos remueve

Heridas de abrirse no dejan. Mis temores mas, ya no duelen

Lo único que temo es quedarme sin tuya, una caricia suave


El sentimiento que mi interior subyuga no es sino algo inusual

Ni yo mismo con palabras se explicar que sucede en mi interior

Cuando la tormenta se va, mi mente puede al fin descansar

Mis males se curan, con suerte me dejan ser mejor


Y todo gracias a ti, noble y dulce, del verano la brisa

Gracias a tu paciencia haces que vuelva a sentirme yo

Sintiéndome vivo, cuanto demuestras, en tan esperados días

Intentando reparar lo que tal viento afín me quitó


A tu presencia se atribuyen pétalos de cerezo ya caídos

transportados con gentileza hacia un futuro mejor

Provocas que pájaros en la copa de este árbol formen nidos

Dando como resultado que seas la fuente de mi valor


Lo que me hace seguir cada mañana, mi basta sed de crecimiento

La evolución que quiero tomar por este, un bien mayor

Deseando deshacerme de toda carga, todo impedimento

Poder experimentar el más casto sentimiento de amor

Nesciente: Versos de una historia / Historia de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora