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Estaba sentada en la hermosa habitación donde la Duquesa de Blackgood tomaba su té, se había vuelto habitual asistir al té en aquella residencia o en la residencia de la Condesa de Berrycloth, ambas mujeres eran únicas, poseían una luz y felicidad...

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Estaba sentada en la hermosa habitación donde la Duquesa de Blackgood tomaba su té, se había vuelto habitual asistir al té en aquella residencia o en la residencia de la Condesa de Berrycloth, ambas mujeres eran únicas, poseían una luz y felicidad que irradiaban a donde quiera que fuesen en cierta forma las envidiaba, ella nunca h tenido luz en su interior, la luz que de niña creyó tener el desamor de sus padres la apago un poco y lo que vino después cuando salió de su hogar para caer en el infierno fue cuando la llama se apago por completo, ella por dentro no siente luz o calor, por dentro ella siente un constante invierno, lleno de frio y oscuridad

- Bienvenida – ingreso a la habitación y vio a la muchacha, tenia un aura tan triste, apagada – me alegra mucho que estés aquí el día de hoy

- Duquesa – hizo una reverencia

- Querida – sonrió – tan solo dime Fortune – tomo asiento y le hizo una señal a Leonore para que se sentara a su lado

- Lo que – carraspeo – usted es una Duquesa muy respetada y admirada, eso he escuchado

- Aquellas personas codician mi amistad por el prestigio del apellido de mi parido, pero hace algunos años era una paria social – rio – y te aseguro que no era digna de poseer aquellos calificativos

- ¿De que hablan? – Sophie ingreso a la habitación tirando sobre una silla sus guantes y capa

- Condesa – susurro

- Por el amor de Dios no me digas así, para ti soy Sophie y ya

- De eso mismo hablábamos – se puso de pie y toco una pequeña campañilla y rápidamente apareció una doncella – que traigan el té y demás – le sonrió a la muchacha a modo de agradecimiento

- Es que ustedes son una Condesa y una Duquesa, damas respetadas en Londres

- Y tu fuiste una condesa y ahora eres una marquesa – se sentó cerca de la muchacha – Leonore en mi pasado no era ni respetada o admirada, al contrario era una florero y después de mi boda una paria en Londres, se hablaba de mi en los artículos de sociedad muy seguido y nada bien

- De mi igual – rio recordando – por dios Sophie cada semana nos mencionaban

- Que tiempos aquellos – miro a Leonore y le sonrió – no siempre hemos sido estas respetadas damas

- Pero... pero si sus esposas las adoran

- Ahora – ambas mujeres rieron a vez

Leonore las miraba asombradas de que pudiesen hablar de aquellos temas con tanta naturalidad, como si no les importase haber estado en la boca de la sociedad Londinense y no de buena manera, ella paso por eso años y años y sentía la mirada de las mujeres y hombres de Edimburgo como si fuesen dagas en su espalda, causándole profundas heridas

El Infierno de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora