🕯 | Brujas AU

212 21 111
                                    

00:00

Jack y Elsa entraron a la cabaña. Él se dirigió a encender las lámparas de aceite y ella dejó la maleta que cargaba en el sofá más próximo.

El lugar era muy acogedor, se notaba apenas llegabas. La nieve en el jardín delantero se veía fresca, como si apenas hubiera nevado esa tarde. Al levantar la vista, lo primero que llamaba tu atención eran las flores ciclamen posadas junto a la ventana, los colores rojizos y rosados eran un contraste precioso con la nieve blanca. Elsa acomodó el cartel de bienvenida colgando de la puerta. Habían extrañado mucho su hogar.

Al entrar, la sala les daba la bienvenida con sofás de tela rojos y una pedazo de tronco grueso que ahora usaban como mesa de centro. Jack se dirigió a la pequeña cocina y comenzó a avivar el fuego para cenar. El acogedor ambiente los envolvió de inmediato. Después de meses viajando de lugar en lugar cazando brujas, Jack y Elsa estaban en casa.

Elsa se acercó por detrás y abrazó a su esposo por la cintura, Jack inmediatamente sonrió.

—Huele muy bien —alabó ella—. ¿Qué vamos a merendar hoy?

—No lo sé —respondió risueño—. ¿Qué se antoja?

Jack se giró un poco a encarar a Elsa que tenía una sonrisa pícara y le sostuvo el juego de miradas, emocionado del beso que iba a recibir.

—¿Y sí nos vamos con hambre a la cama? —Jack sonrió y Elsa brincó a sus brazos y rodeó su torso con las piernas. Finalmente Jack recibió el tan ansiado beso.

—Eso nunca.

Con más besos y algunos pasos torpes, Jack recorrió el pasillo, pasó el baño al fondo a la derecha y giró a la recámara a su izquierda.

06:00

Jack se despertó en la mañana solo en su cama, como de costumbre. Elsa tendía a ser mucho más madrugadora que él y se levantaba apenas abrían los ojos los pajaritos. Siempre lo dejaba dormir un par de horas más.

Salió a la cocina arrastrando una cobija aún con lagañas en los ojos y el pelo más alborotado que de costumbre. Elsa, por el contrario, ya estaba perfectamente arreglada y peinada; hasta su trenza intencionalmente despeinada lucía pulcra. Jack enterró la cara en el hombro de su amada y cerró los ojos para aspirar su perfume y deleitarse de él.

—Vístete, Jack, iremos al mercado. No hemos estado y nuestra alacena está vacía.

Jack bufó con flojera, pero obedeció y se regresó a la habitación.

Llegar les produjo mucho gozo; todos los colores, formas y olores les hicieron sentir una oleada de añoranza. ¡Cómo habían extrañado su pueblo!

Elsa se acercó a un puesto de hortalizas. Jack no la siguió inmediatamente ya que alguien había llamado su atención. Bajó la mirada para encontrarse con los ojos suplicantes y lastimeros de una niña pequeña. Ella le pasó una hoja y Jack no tuvo oportunidad de examinarla en el momento, pero notó garabatos hechos con carboncillo.

—Si ves a mi conejo, ¿podrías llevarlo a mi casa? —Señaló la hoja donde estaba dibujada la casa, detrás estaba el trazo del conejo—. Está perdido. Es gris y tiene las orejas grandes.

Jack no pudo evitar sentir compasión ante la manera en que se le quebraba la voz y escondía la cara en las manos. Sus cabellos rubios despeinados y la mano de su madre fueron su refugio.

—Lo extraño mucho.

—Si lo veo, te lo entregaré personalmente.

—Gracias, señor Frost.

Morir de frío | Jelsa One Shots [Serie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora