1
SEATTLE, NOVIEMBRE 2019
Parece que somos los últimos en el local. Jason me mira de una forma impredecible y roza su pierna por debajo de la mía. De repente, un silencio abunda en la estancia y nadie habla, solo se escuchan los pasos de los camareros. Me hace un gesto sutil con la cabeza, señalando la puerta. Parece que se ha quedado mudo. Intento convencerlo de esperar al postre, pero él me guiña un ojo. No puedo aguantar y suelto una carcajada que lo deja aún más feliz de lo que parecía estar. Al cabo de un rato, intenta volver a rozar su pie con el mío y sonríe de nuevo. Yo le sigo el juego sin hablar.
Jason siempre ha sido una persona diferente; supongo que ese es el motivo del amor que siento por él. Mientras intento quedarme callada y seguirle el juego, desbloqueo mi móvil y compruebo la hora: son aproximadamente las once y media de la noche. Miro a mi alrededor sin encontrar rastro de gente en el local. Solo quedamos él y yo, más los camareros que se pasean por la estancia esperando a que nos vayamos para poder cerrar. Pero Jason sigue sin soltar ni una sola palabra de sus preciados labios.
Cojo el vaso de vino tinto y me empapo los labios antes de dar un sorbo mientras esperamos el postre. Seguimos en silencio, aunque las miradas pícaras aumentan. Giro la cabeza y miro hacia la gran ventana a nuestra derecha, que muestra una calle oscura y sin gente. Las farolas aún funcionan y las hojas caídas de los árboles vuelan con el viento una y otra vez, en un bucle interminable. Jason sigue en su burbuja, sin soltar palabra, hasta que de repente se acerca un camarero a la mesa con lo que parece ser el postre.
—Aquí tienen el postre: para la señorita, el pastel de chocolate negro, y para el caballero, el de mora —dice mientras deja los dos platos en la mesa. Yo le hago un gesto sutil con la cabeza, murmurando un "gracias", y en un momento se esfuma sin dejar rastro.
—¿Seguro que no quieres cambiarme el plato? —me pregunta Jason justo cuando intento clavar la cuchara en mi pastel. A él siempre le ha gustado el chocolate negro, pero también le gusta hacerme rabiar. Unos segundos después, veo en su rostro una expresión de pena y me pone ojitos como si fuera un gato. No puedo resistirme a esa cara y cedo.
—Solo un poco —digo mientras cojo un trozo con la cuchara y se lo acerco a la boca—, pero nada más.
Él muestra alivio cuando por fin degusta mi pastel, luego me lanza un beso con la mano. Aunque queda ridículo, es gracioso verlo sonreír de esa forma. Lo conocí gracias a unos amigos de la universidad y ahora tenemos un apartamento juntos; todo nos va de maravilla. Es difícil que algo salga mal después de todo lo que hemos pasado.
Sigo perdida en mis pensamientos, mirando a Jason, quien en un abrir y cerrar de ojos engulle el pastel de mora sin dejar rastro. Suelto una risa profunda y él me mira de reojo mientras se limpia los labios con la servilleta.
—Estaba bueno, ¿eh? —digo mientras me acomodo.
—No estaba mal. Supongo que lo bueno viene después —se levanta, acerca su rostro a unos centímetros del mío y me da un beso sutil. Por una parte, no pensaba que lo haría, pero sabemos que es Jason y así expresa sus sentimientos.
—Tus labios saben a mora.
—Disculpen, vamos a cerrar ya. Podéis pagar en el mostrador —nos interrumpe uno de los camareros. Coge los platos sobrantes de la mesa y unos cuantos cubiertos, y se va tambaleándose sutilmente hacia la cocina del restaurante.
Jason vuelve a guiñar un ojo. Su reacción es más pícara y suelto otra carcajada, esta vez más aguda. Se levanta y yo lo sigo hasta el mostrador. Me tiene cogida con la mano derecha por la cintura. Estamos delante y él saca la cartera para pagar. Esta cena ha sido perfecta. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con alguien y lo agradezco. Creo que por un momento me he visto sumergida en una burbuja y me ha sentado bien desconectar una noche y tomar un respiro en mi vida. Lo necesitaba.
Cuando salimos del local, Jason suelta un soplido de alivio y yo le sigo el juego mientras caminamos por una calle amplia sin gente. Es de noche y al parecer hace más frío de lo que pensaba, pero él se da cuenta de que estoy helada y se quita su chaqueta, poniéndomela sutilmente por encima mientras seguimos la ruta. Me da un beso en la mejilla y caminamos hacia casa.
—¿He sonado muy borde? —pregunta él.
—¿Cuándo? —digo desconcertada—. Si te refieres a los cinco minutos de silencio, sí, creo que los camareros estaban un poco enfadados.
—¿Se enfadaban por verme a mí? Eso estaba claro —dice mientras se rasca la nuca y me suelta una sonrisa pícara.
—Ya te gustaría. Ahí le he dado; ya no puede decirme nada al respecto.
—Aunque más bien —se rasca la frente y piensa—, me gustaría que fueras tú la que me calentara. Vale, sí que podía decirme algo al respecto.
—Eres más tonto... —digo mientras me río. Él se gira hacia mí y comienza a hacerme cosquillas. Nos juntamos cada vez más y noto su aliento chocar contra mis labios—. Pero supongo que ese es el motivo por el cual me enamoré de ti.
Sigo aquí, parada, notando su aliento cada vez más cerca. Mis labios se humedecen y no puedo resistirme a ser yo la que se lanza contra él. El problema es que estamos en medio de la calle y aún no hemos llegado ni a casa. Intento olvidarlo todo y disfrutar de este momento único con él. Me siento tan bien. Durante el camino, no paramos de conversar sobre cómo ha estado la cena, pero Jason sigue metiendo temas picantes de por medio para hacerme rabiar. Aunque lo siguiente que pregunta parece ser más normal.
—¿Te acuerdas del viaje que teníamos planeado en caravana por todo el estado? —me sonríe y yo le devuelvo la mirada. Sí, lo recuerdo como si fuera ayer. Llevábamos planeando ese viaje desde que nos conocimos. Al principio íbamos a ir con amigos de la universidad, pero el grupo se fue haciendo más pequeño. Seguimos en contacto, pero no es lo mismo. Esa época no fue fácil para ninguno de los cinco.
—Sí, el viaje que tantas ganas teníamos de hacer. Lo recuerdo.
—Me gustaría ir contigo, planear una escapada a la playa o a algún sitio —dice mientras seguimos caminando.
—¿A la playa? Si no te gusta nada.
—Pero a mi novia sí, así que de una forma u otra tendría que sufrir por ti —dice mientras una nueva sonrisa suya capta mi mirada. Me gustaría ir con él a la playa, pero tampoco quiero que sufra si de verdad no le gusta.
Giramos una esquina mientras seguimos hablando de los sitios que nos gustaría visitar en este viaje y, de repente, ya hemos llegado a casa y estamos en el portón.
—¿Quieres que abra o te vas a quedar mirándome como un bobo? —le digo.
Jason comienza a besarme el cuello, lo que me pone tensa, pero consigo apartarlo y me giro para abrir la puerta. Cuando por fin la abro, nos tambaleamos mientras nos acariciamos. Parece que tiene ganas y yo también, pero no vamos a hacerlo en medio del rellano, así que intentamos aguantarnos y llegar a casa.
El ascensor está subiendo y él sigue rozando sus labios con los míos sin dejarnos descansar, hasta que las puertas se abren y pegamos un salto del susto. En el momento más inoportuno, entra nuestra vecina del tercero y nos saluda con desprecio.
—Vaya panda de guarros. Para algo tenéis una casa, no el ascensor. La señora Darling es así, no se corta ni un pelo. Siempre dice lo que piensa. Desprecia a medio edificio, por no decir a todo. Se dice que es la más cotilla de los vecinos y creo que tienen razón, mucha razón.
—No estábamos haciendo nada del otro mundo —digo. Me pone muy histérica que diga que somos unos guarros cuando solo estábamos dándonos besos. Ella se calla y entra en el ascensor sin decir nada más. Nos ha cortado el rollo y seguro que se siente súper a gusto.
El único que se despide con amabilidad de Darling cuando llegamos al tercero es Jason. Yo no suelto ni una sola palabra hasta que las puertas se cierran. Qué incómodo ha sido, lo juro. Intentamos volver a lo nuestro, pero ya nos ha cortado el rollo. Mejor hacerlo en casa que tener otro encuentro incómodo. Unos segundos más tarde llegamos a nuestra planta y con sutileza intentó abrir la puerta, esta vez sí vamos a poder sentirnos vivos, esta noche va a ser inolvidable.
ESTÁS LEYENDO
El recuerdo de tenerte
Teen FictionEmma sabía que junto a él estaba bien, que se encontraba en una burbuja sin filtros donde podía ser ella misma y sentirse viva por una vez en la vida. Sin embargo, una noche de frío invierno, la existencia de este mundo le dio la espalda y perdió a...