La noche que te conocí...

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Recuerdo aquella noche como si fuera hoy...

Recuerdo el frío en la calle,

Recuerdo sentir hielo en mis manos y el consecuente temblor...

Recuerdo a las personas corriendo de un lado hacia el otro, entrando en tiendas y saliendo con la máxima rapidez posible.

Recuerdo los paquetes que se caían y estallaban contra el suelo, rompiendo su interior.

Recuerdo los pisotones y las peleas entre la gente.

Recuerdo el olor a sudor y la presión en la garganta mientras la gente me apujaba sin darse cuenta, intentando hacerse un hueco entre la multitud, con la finalidad de obtener el mejor objeto.

Y es que claro...como no vas a pelearte por un grandioso y carísimo regalo, cuando es navidad.

Es lo que se espera de ti... ¿no?

Comidas pesadas, en las cuales la mitad de los alimentos terminan en la basura. Regalos debajo del árbol, en el que los padres se sacrifican para darle lo mejor a sus hijos, y lo que sobra lo reparten entre ellos.

Niños malagradecidos, que hacen rabietas por comprar un modelo anterior de la consola que querían... sin pensar que algunos niños ni si quiera tienen árbol que encontrar al día siguiente.


Y entre todo ese caos y destrucción que conllevan las compras navideñas, te vi a ti.

Tan despreocupado, parecía que te movías en tu salsa, eras el spaghetti que al intentar escurrir junto a sus iguales para su preparación, se desliza para pasar a través del desague y quedar libre.

Eras tan diferente que resaltaste en seguida entre todos ellos.

Ese corte de pelo, rapado por la nuca, haciendo un pegueño degradado, con un mechon cayendo suavemente sobre tu ojo... y no te importaba, ni si quiera lo movías. Igual estabas demasiado centrado en tu cigarrillo, mientras yo me quede en trance al ver como lo colocabas entre tus labios para luego intentar encenderlo usando el mechero con una mano y colocando la otra junto a tu boca para evitar que se apagase.

En ese momento me miraste y yo me sonrojé, no sabía quién eras, ni si quiera por qué mi corazón de repente decidió alterar sus latidos, pero cuando quise darme cuenta, mis mejillas dolían de lo rojas que estaban y las palmas de mis manos estaban en llamas.

Quise decirte algo...

Lo juro...

Quise presentarme.

Acercarme.

Oler sutilmente tu fragancia, con toques de Calvin Klein.

Pero no pude...

Intente dar un paso, y de repente una señora con un carrrito y su hijo de la mano, me empujo, tan fuerte y rápido, que ni si quiera pude prepararme para el golpe.

Para cuando quise darme cuenta ya estaba en el suelo, rodeada de pies desesperados, con personas que se peleaban entre ellas y rompian prendas u objetos por error, por una guerra de rivalidad.

Intente levantarme poco a poco, pero la gente no paraba de empujarme mientras lo hacia, no podía respirar porque el espacio era reducido para el conjunto de seres humanos que había ahí dentro.

Finalmente conseguí ponerme de pie, y tu seguias ahí, por un momento parecías incluso preocupado por mi paradero.

Tú, que eras fuego en estado puro.

Tú, el chico despreocupado que cigarro en mano pasaba de la multitud.

Tú...que evocabas tanta diferencia que asustaba.

Prometo cuidar de tiWhere stories live. Discover now