¿Dónde está su...?

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GREGORY

Cuando escuché su voz se me aceleró el corazón. Una sensación de deja vu me invadió. ¿Tanto la necesitaba?

- ... ¿Me ha entendido? Necesito urgentemente que alguien venga.- estaba gritando. Su voz sonaba desgarradora incluso para mí, que no debería seguir teniendo ningún sentimiento hacia ella. Por un segundo se me pasó por la mente todos los momentos que habíamos pasado juntos. Todos los momentos felices y difíciles juntos. Como amigos y como... no conseguía pronunciarlo. Me rendí. Todos los recuerdos los vi tan lejanos... me pregunté si con Marta también tendría recuerdos así.

-¿Me está escuchando? ¡Es urgente!- estaba llorando. Por un momento me fijé en la agonía de su voz. Dudaba que ella hubiera reconocido mi voz.

Parpadeé varias veces para centrarme. No podía permitir que simplemente su voz tuviera tanto efecto en mi.

-Estás casado- susurré para mis adentros.

-Por supuesto, señorita. Ahora mismo vamos para allá.- le comuniqué.

-Sí, sí. P-perfecto- tartamudeó. Estaba mal. Lo más probable es que estuviera teniendo un ataque de ansiedad. Me sentí mal por ella. Por ser un cobarde, el mismo que huyó por miedo de ella y el mismo que lo iba a volver a hacer.

No podía soportar escuchar ni un segundo más su voz cargada de dolor.

Colgué.

Una parte de mí quería ir a ver cómo estaba. Arroparla y repetirle una y otra vez hasta la saciedad que todo estaba y estaría bien. Pero estaba claro que no. Nada estaba bien. Ni lo estaría.

En cambio otra quería olvidar su llamada y todo lo que tuviera que ver con ella y continuar con su aburrido trabajo. Como todos los días.

Decidí hacer caso omiso a las dos opciones que se me ocurrieron. Iría a su casa como un policía, (como lo que era) resolvería ese prometedor caso y me olvidaría de ella. Volvería a casa con mi esposa como cada día y nada cambiaría.

Estúpido.

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Toqué el timbre.

Estaba sudando. Estaba seguro de que tartamudearía y haría el ridículo. Como siempre hacía cuando estaba cerca de ella.

Me llené de valor y toqué el timbre. Esperé unos segundos. Nadie abría.

Cogí una gran bocanda de aire y volví a tocarlo. Sucedió lo mismo.

Por un momento me temí lo peor. Pero conocía a Sara, vaya si lo hacía. Incluso tal vez más de lo que me convenía a mí y a mi matrimonio. Ella era la persona más fuerte que había conocido en toda mi vida. Pero no puede evitar pensar...¿qué tan mal estaba cuando llamó? Una oleada de culpa me arrasó. No podría vivir con la culpa si hubiera pasado lo que me estaba temiendo.

Volví a tocar el timbre. Ésta vez me pareció escuchar unos pasos que se aproximaban a la puerta. Me erguí e intenté poner una sonrisa que ocultara lo que esta chica me estaba haciendo sentir.

Abrió la puerta rápidamente. Por la expresión en su rostro, no parecía muy contenta de verme, que digamos.

Al ella quedarse unos segundos en estado de shock debido a nuestro inesperado encuentro (para ella) me permití observar sus preciosas facciones que hacía tanto tiempo que no veía y me tenía que conformar con imaginar.

Lo Que No Me Dijiste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora