Capítulo 3 - Reclutamiento

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23 de marzo del 270
Aldea de Ladun, valle del Ródano, Galia Narbonense

La batalla había terminado, la mayoría de los bandidos estaban muertos o ya habían huido del campo de batalla. Algunos de los guardias sufrieron heridas leves, mientras que María no sufrió ningún rasguño.

Después de comprobar las notificaciones y el resultado de la batalla anterior, María se volvió hacia Décimo con una mirada de enemistad, este último se dio cuenta de esto, rápidamente se postró en el suelo.

-Lo siento mucho, no sabíamos que eras una bruja, por favor no nos hechos una maldición por haberte ofendido.

-Mierda, esto es malo. -María miró a su alrededor y notó que algunos guardias estaban en posición de guardia. -Aunque no esté en la Edad Media, la brujería aún era prohibida en la antigua Roma. Ya lo tengo.

-No mortales, no soy una bruja. Soy una enviada por los dioses para salvar a Roma de esta terrible crisis. -María señaló su M4. -Esta arma fue forjada por el mimo Vulcano, que es casi tan poderosa como el Rayo de Júpiter.

Ahora los guardias y los aldeanos que escucharon a María, rápidamente se postearon al suelo.

-No puedo creer que los dioses nos hayan enviado a un héroe. -Décimo dijo mientras tenía su frente tocando el suelo.

-Esto salió bien. Mejor seguiré el con el juego. -Pensó María mientras fruncia el ceño. -Si, ayudar. De nada. -Dijo mientras enfatizaba la palabra "ayudar" hacia Décimo.

Décimo por su parte, comenzó a sudar. Una cosa era hacer enojar a una bruja y otra muy distinta era despertar la ira de los dioses. Seres capaces de destruir a la humanidad por capricho.

-Se que lo que hice fue imperdonable. Pero desde que el emperador Claudio movilizó sus legiones para contener a los bárbaros en las fronteras orientales, los bandidos nos han estado molestado constantemente y apenas sobreviviamos debido a los constantes tributos que les hemos estado dando. Como en ese momento eras una desconocida, creí que si entregaba a los bandidos, ellos nos dejarían en paz por un tiempo hasta la próxima cosecha. Se que tuve el atrevimiento de ofender a los dioses, por lo que puedes tomar mi vida como castigo, pero por favor no debates tu ira sobre este pueblo.

-Era entregar a una desconocida o que su gente muera de hambre. No tenía muchas opciones... mierda, me sentiré mal si lo postigo. -Suspiró María por dentro.

-Tengo una misión que cumplir en Roma. Por lo que te perdonaré la vida y la de los aldeanos a cambio de un lugar donde pasar la noche. Ahora ponte de pie. -Ordenó María.

El cielo ya estaba oscuro, sin la iluminación de algunas antorchas colgadas cerca de las paredes, sería bastante difícil ver lo que hay en frente.

Décimo comenzó a hablar tras ponerse de pie. -El día cadí ha terminado, vayamos a mi casa. Al menos tengo que ser hospitalario con la benefactora de nuestro pueblo.

-Benefactora, dice... viejo, literalmente intentaste venderme hace apenas 5 minutos. -María suspiró por dentro. -Bueno, necesito revisar el sistema de reclutamiento pronto.

Asintió hacia Décimo como respuesta y comenzó a dirigirse a la donus del jefe de la aldea mientras los guardias liderados por Mario comenzaban a limpiar los alrededores.

*     *     *

La domus del jefe de la aldea era una casa relativamente grande a pesar de ser de un solo piso. Una casa hecha de ladrillos, pintada de blanco y techo de tejas.

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