ଘ Beso en el mentón⁰¹

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Como mi padre, que se había ido en un viaje de negocios, había cerrado su cuarto con llave, no podía dejar que Perú se quedara en su habitación. Tampoco pudiera dejar que durmiera conmigo. Así que decidí, a regañadientes, que tomara mi cama mientras que yo me acomodaba en el sofá.

Aún cuando había comprado todo para hacer la cena, mi estómago se había estrujado en milisegundos, dejando como consecuencia que Morfeo me atrapara sin cenar.

Perú, al parecer, tampoco quería comer algo. No hubo conversación alguna luego que pasara al interior de mi casa. Ni siquiera dijo cierto comentario que esperaba.

Solo se había detenido para aguardar alguna palabra mía. Podía notar que estaba incómodo desde lejos, así que no le obligué a nada.

Puedes dormir en mi cama — afirmé, señalando en donde estaba mi habitación — Yo dormiré en el sofá de la sala.

Está bien. No me espíes mientras me duermo. Y me iré mañana a primera hora, ¿de acuerdo? No tengo hambre, así que no aceptaré nada de ti.

Me encogí de hombros e hice una pequeña reverencia en modo de burla. No era como si me quisiera divertir con él. Solo tenía la pequeña necesidad de hacer un bien. Según mi padre, uno al día es lo que debería.

Me dio la espalda y sin mirar hacia atrás caminó a mi habitación. En cuanto llegó al marco de la puerta y buscó el interruptor de luz, escuché como suspiraba.

Gracias, en verdad.

No hay de q...

Confiaré en ti desde ahora — me interrumpió — Buenas noches.

Buenas no...

Antes de que pudiera terminar, cerró la puerta de mi propia habitación en mi cara.

Sin percatarme, sonreí como un idiota sin remedio. No supe porqué en esos instantes. Quizás aquello me había dado gracia... o incluso alivio.

Sinceramente, no pensé en ello demasiado. Como me sentía cansado mental y físicamente, no tardé en ir a echarme en el sofá.

No tuve ni siquiera que taparme. Al apoyar mi cuerpo contra los almohadones de aquel, mis ojos se cerraron instantáneamente. Todo mi ser se relajó por completo, menos mi sonrisa, la cual seguía allí.

[ ... ]

Sentí que dormí como un bebé.

Usa, despierta... — escuché una voz conocida en mis sueños. En la primer persona que pensé fue en Panamá. Sus ojos, su sonrisa... su forma caprichosa de decir las cosas.

Sentí que alguien me removía y no dude. Guiándome por mi sexto sentido, lo tomé de un brazo e hice que se acostara a mi lado. Lo abracé por la cintura y recé para que no se moviera del todo. Estaba casi seguro de que se trataba de un sueño, así que debía disfrutarlo mientras pudiera manejarlo.

En esos minutos tuve bastante suerte.

Ella me devolvió el abrazo y apoyó la cabeza contra mi cuello. Bueno, eso es lo que sentí, al menos. Veía todo oscuro. Su aroma volvió a llenar mis pulmones. Mi cuerpo se relajó y mis latidos se tranquilizaron a tal modo que fue la primera vez que me sentí tan... seguro.

Cálido... — susurró ella.

No lo negué. Ella también era cálida. Cálida y hermosa.

Abrí los ojos para ver como se veía, pero, en definitiva, lo que vi me dejó helado. No era a Panamá al que estaba abrazando... claro que no. Tampoco se trataba de un sueño.

Era el mismísimo Perú, el cuál, como ahora recordaba, había dejado que se quedara en mi casa.

¿Qué...? — la pregunta quedó en mi garganta.

Me separé de él con tal brusquedad que caí de trasero al piso.

Perú pareció reaccionar. Abrió los ojos y, como si en verdad fuera una especie de fruta, se puso rojo hasta ser un completo tomate.

Debo irme — dijo rápidamente.

Se puso de pie y, sin dejarme decir nada, salió por la puerta principal corriendo.

Lo que más curiosidad me daba no era el porqué la confundí con Panamá, sino el porqué no tenía esos pensamientos... ni asco.

¿No se supone que había abrazado a una persona homosexual?

💭⌇ 𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐡𝐞𝐭𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 𝐛𝐞𝐬𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora