Agua. Es lo único que podía sentir en esos momentos, su torso y espalda ardían como si lo hubieran golpeado con un látigo. Su cuerpo estaba débil, lo suficiente como para dificultarle cualquier movimiento, el agua fresca era lo único que lo mantenía vivo mientras miles de recuerdos caían sobre él como una gran piedra. Su cuerpo se sentía helado, como si estuviera muerto. Tal vez lo estaba.
¿Cariño? ¿Estás bien, terminaste de ducharte?
Escucho a lo lejos la voz ausente de su madre llamándolo, un ligero suspiro fue lo que respondió. Las luces estaban apagadas y la regadera seguía abierta, eso daba alguna razón para preocuparse por el estado del joven. Sus ojos estaban apunto de cerrarse por el sueño en esos momentos.
Tan débil, tan pequeño e indefenso que te ves ahí tirado. Como una pequeña rata callejera
Aquella voz no se cansaba de reírse de Han, cada segundo encontraba alguna manera de burlarse de aquel pobre jóven tonto
El agua cada vez se volvía más fría, su cuerpo temblaba ligeramente, sus ojos cada vez se cerraban más y más. Simplemente se quedó dormido sobre el frío suelo del baño.