Prologo

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Faltaba cerca de una hora para que el Sol se ocultara cuando vendió su último frasco de "remedio casero", las calles estaban tranquilas y el clima fresco, no al grado de hacerle doler sus viejos huesos, pero sus orejas comenzaban a ponerse frias

Guardó sus pertenencias en su maletin y se colocó su gorro sobre su canoso cabello, comenzando sin demora su camino hacia donde vivía

Por instinto tomó esa ruta que conocía de memoria, con paso firme y rápido, que sorprendería a la mayoría de personas que no esperaban verse tan sanos a esa edad, pero sus intenciones en realidad eran cruzar lo más rápido posible ese tramo, que siempre, aunque no lo quisiera, lo obligaba a detenerse un poco, había aprendido hace muchos años a no voltear la mirada, pero sentía la necesidad de quedarse ahí, aunque fuera unos segundos

Al llegar, el empleado de limpieza lo saludó desde la entrada, acercándose para ayudarlo con sus bolsas. Tenía algunos años viviendo en ese hotel, era uno de los pocos lugares que podía pagar con las cosas que vendía, ya hacía algunas décadas que no podía conseguir un buen trabajo debido a su edad, si supieran que era mucho más viejo de lo que aparentaba, pero aún conservaba algo de su vigor

Conocía al joven intendente desde hace algunos años, también se hospedaba ahí, y trabajaba para el gerente para cubrir sus gastos de estancia, era bastante amable y de las pocas persona decentes en ese lugar

—Buenas tardes, señor Richardson, ¿fue un día productivo?—caminó junto a él, ofreciéndose a apoyarle al caminar

—Bastante—asintió negándose con un gesto a la asistencia, tenía cierto orgullo y sabía que aún podía subir solo las escaleras

—-Me alegra, porque escuché al señor Makensi decir que subirá el precio de la renta, no ha tenido suficientes huéspedes para reponer los gastos de los últimos meses

—Ese cañalla, me gustaría llenarle sus calzones de hormigas rojas

—¡Ja! Sería grandioso ver eso

Después de subir tres pisos llegaron a su habitación, un cuarto un tanto pequeño, que por lo menos cubría las necesidades básicas, pero no lo suficiente para permitirle tener su inventario de hierbas tan surtido como quisiera

—Me queda poca Valeriana, tendré que ir a conseguir más

—El reporte dice que mañana no hará un buen clima, ¿seguro que no prefiere ir a un mercado a comprarla está vez?—trató de persuadirlo, pero sólo se ganó un golpecito en el centro de su frente, le sorprendió más de lo que le había dolido

—Sabes que entre más frescas y naturales mejor, siempre me acompañas porque quieres pero mañana estaré saliendo muy temprano, así que tú sabrás si vienes está vez—no es como si en verdad lo necesitará, pero la compañía de ese joven era bastante agradable y entretenida

—Tendré que pensarlo. Lo dejo, tengo que terminar mi trabajo—con una sonrisa divertida y una palmada en su hombro salió, la habitación quedó en un silencio que le pareció algo deprimente

Tan sólo se sentó sin prisa en el sillón de la sala y escuchó el reloj avanzar; esos eran los momentos que más detestaba, intentaba dejar su mente en blanco, pero sus recuerdos siempre surgían

Después de casi un milenio y medio, sus memorias aún seguían tan nítidas como si hubiera sido ayer

Prefirió levantarse, hacer cualquier cosa para distraerse; seguía esperando, y sólo pedía que no llegara el día en que empezará a perder las esperanzas

Apenas cayó la noche y ya estaba preparado para irse a la cama, quería empezar temprano el día mañana, el trabajo siempre lo motivaba; apenas al cubrirse con las sábanas el sueño lo invadió y no tardó mucho en quedarse dormido

REY URBANO | MERTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora