Nosotros en la biblioteca

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Estábamos en la biblioteca. No solos tú y yo. Al menos eso intentaba recordarme cada vez que me encontraba perdida en tu mirada cuando me hacías una simple pregunta. Me observabas con admiración mientras expresaba mi opinión sobre el tema que estábamos estudiando. Y cuando lo hacías, intentaba recordarme que es tu forma de ser. Con la mente fría, intentaba evitar esa sonrisa que me regalabas al terminar tu broma. Y yo sólo intentaba recordarme que es parte de tu personalidad y que no debía ilusionarme.

Pero en eso una ligera brisa entró por la ventana y rozó mi piel, haciendo que los escalofríos corran por mi espalda. Tú, al notarlo, con delicadeza tomaste mi mano para sentir lo fría que estaba. Con tus tibios dedos acariciabas mi palma y algo empezó a crecer dentro de mí. Las ganas de acurrucarme a tu lado y expresarte cuánto te amo, mientras me rodeabas con tus brazos, obligaron a las comisuras de mis labios a estirarse. Mi mente quedó en blanco. Sólo éramos tú y yo.

Entrelazar los dedos contigo fue tan natural y mágico. Como si desde siempre estuvieran destinados a encontrarse. Me transmitían una paz infinita que me transportaba a un lugar donde no había nadie más que tú y yo sonriéndonos con timidez.

Pero así de inesperado como empezó, todo terminó. Desviaste la mirada, devolviéndome a la realidad. Soltaste mi mano, casi dejándola caer al vacío. Algo dentro de mí se quebró. Una vez más. Se me había olvidado recordar... Recordar que nunca llegarías a sentir algo por mí, y que era mejor dejar de ilusionarme con una mirada, sonrisa, caricia...

Y de nuevo, no éramos solo tú y yo estudiando en la biblioteca.

Un Latte de cuentos sin azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora