Capítulo 9: UN ENEMIGO PELIGROSO

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En el receso para almorzar, Anyel debía devolver los libros que anteriormente le habían prestado. Héctor observó a Anyel desde lejos, calculaba cada movimiento, a más de alguno le pareció extraño, verlo salir del salón ,ya que era prácticamente un ermitaño. Cuando Anyel subió las escaleras, premeditó que Elián venia en la dirección contraria a toparse con ella, llevando a cabo su plan. Corrió por el pasillo para interceptarse con ella primero, chocando con Anyel a propósito.

—¡Lo siento! —exclamó Héctor hipócritamente.

—¡Descuida! —contestó Anyel, Héctor se inclinó y comenzó a recoger sus libros.

—¡De verdad soy muy torpe! —Sus palabras inquietaban a Anyel, la primera vez que chocó con alguien, fue con Elián y ni siquiera la ayudó a levantar sus libros.

—¡No te preocupes de verdad! —dijo nerviosa

—¡Soy Héctor! —dijo estirando su mano con demasiada cortesía.

—¡Soy Anyel! —contestó estrechando su mano, Thomas y Elián quedaron a la vista de la situación, Anyel les daba la espalda, así que solo Héctor podía observar el rostro de Elián. Héctor llevó la mano de Anyel a su boca y la besó, Anyel no podía creer tal gesto, Elián solo se retiró.

—¿Elián estás bien? —preguntó Thomas, impresionado por el control que tuvo ante la situación.

—¡Sí! —respondió de forma cortante. Thomas lo miró detenidamente por la manera que se mordía el labio inferior y su seriedad, era evidente como se sentía.

—¿Estás celoso? —dedujo Thomas con sarcasmo —. El gran Elián Leblanc ¿está celoso?

—¡No! —contestó rotundamente. Thomas no podía evitar reírse de su postura.

En el comedor, Anyel se sentía intimidada con las miradas que le propiciaba Héctor. Esther era bastante perceptiva, como para notar que la actitud de Héctor no era normal, posteriormente le echó un vistazo a Elián, percatándose de la fiereza con la que miraba al muchacho, sin embargo,  no pudo seguir manteniendo contacto visual, ya que la mirada de Thomas se interpuso, provocándole un gran nerviosismo. Thomas le hizo gestos con  su mano sobre sus nuevos lentes, por el movimiento de sus labios podía interpretar «¡Te quedan lindos», a Esther se le enrojecieron hasta las orejas. Thomas no podía evitar sonreírse.

—¡Es adorable! —exclamó Thomas en voz alta, provocando las miradas de todos en la mesa, él por el contrario, hizo un sonido fuerte, aclarando su garganta, colocó serio su rostro y se dedicó a comer.

Héctor finalmente terminó su comida, se levantó de la mesa, Anyel bajó la mirada, esperando que siguiera de largo y terminara con esa actitud tan agobiante. Hasta que ante sus ojos, una pequeña flor color amarillo, la sorprendió. Anyel levantó la mirada y era Héctor quien la sujetaba.

—¿Qué significa esto? —preguntó Anyel titubeante.

—¡Es por el incidente de los libros! —comentó, está vez observando a Elián.

—¡Gracias! —exclamó recibiéndola. Héctor se retiró y Elián también completamente furioso. Anyel se sentía sumamente extraña con las demostraciones de agradecimiento de Héctor, tal vez porque no estaba acostumbrada a tal comportamiento. Trató de no darle tantas vueltas al asunto, de no ver malas intenciones en ese extraño alumno, aunque debía reconocer que su sola presencia y sus miradas recurrentes, no le agradaban del todo.

Después de ese incómodo momento, prefirió encontrar paz, en ese lugar que Elián y ella habían vuelto completamente de ellos. Se ocultó en el jardín tras las cortinas de hojas, apoyó la cabeza en un árbol y abrió el libro que Elián le había obsequiado. Pasaron unos cuantos minutos y su lectura fue interrumpida por el sonido de las hojas, pensando que podría ser precisamente Elián, en cambio, cuando fue en su encuentro, su sonrisa fue borrada, cuando Héctor apareció entre los árboles.

Vuelvo a verte otra vez...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora