Prólogo

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Mi madre me había enseñado a ser organizada y muy estudiosa desde que tengo memoria. Durante kinder, primaria y secundaria siempre había sido la número uno en todos los cursos, pero eso no quería decir que nunca salía y que nunca iba a fiestas, de hecho salía bastante.
Vestía como la típica chica inteligente que todos le tiran aviones de papel, aunque nadie me tiraba papeles, según yo era muy sociable pero no era del grupo popular y tampoco me importaba serlo.
Mi mejor amiga, Danielle, si era popular y es por eso que tenía muchos amigos en secundaria.
Practicamente la parte más emocionante de mi vida fue mi primer año de universidad, ahí fue dónde todo comenzó.

La noche anterior apenas había podido cerrar los ojos, estaba tan emocionada por el primer año de universidad que mientras intentaba dormir ya estaba planificando la tesis, también recordaba cada uno de los cursos y tratar de memorizar el nombre de los profesores. La verdad es que no recuerdo precisamente el momento en el que me quedé dormida, pero recuerdo exactamente todo lo que pasó después.

-¡Miranda!- gritó mi mamá desde el piso de abajo. No había logrado descansar bien, quise dormir cinco minutos más pero los gritos de mi madre lo impidieron.- ¡Miranda, ya es hora!

-Voy, mamá- respondí estirándome un poco.

Fui al baño e hice lo que una persona normal haría ahí: bañarse. Luego volví a mi cuarto y en la silla del escritorio estaba el uniforme de la universidad bien planchado.
La universidad a la que iría era la Central University of London, un internado que solo me permitía salir los fines de semana; por lo tanto tenía tres uniformes de diario y uno de deportes. Empecé con la ropa interior, obviamente, seguí con las medias color guinda que me llegaban hasta dos dedos bajo la rodilla, me coloqué la falda gris a cuadros, la blusa blanca con la insignia del colegio en el bolsillo que está por el corazón, me puse el poulover guinda también y por último los zapatos.
Bajé a tomar desayuno y las maletas ya me esperaban en la sala. Hace una semana mi familia me había hecho una cena de despedida, solo estuvieron invitados mi familia y mis amigos más cercanos, o sea Danielle. En la cena mi abuela me había regalado un collar que tenía de dije un ave volando que, según ella, era para que cada vez que tome una decisión difícil el ave me sostenga en esa decisión.
Al terminar el desayuno, volví al baño para lavarme los dientes y peinarme. Me hice una media cola y la sujeté con un lazo del mismo diseño de la falda.
Esperé a que el taxi, previamente contratado por mi mamá, llegara a recogerme.

Desempaqué todo lo que tenía en las maletas, no había llevado demasia ropa ya que usaríamos siempre el uniforme, había llevado ropa para después de las clases, dos pijamas y algunos vestidos por si había fiestas.
Mi compañera de cuarto no era tan habladora como esperaba, es por eso que lo único que llegué a saber de ella era su nombre (y es lo único que toda la universidad sabe de ella).

Y mi vida de universitaria empezó. A mediados de año, los directivos de la universidad me llamaron a la oficina y no entendía por qué lo hicieron si nunca había hecho alguna travesura. Empecé a comprender lo que sucedía cuando Danielle Peazer entró a la misma sala en la que estaba, o eso era lo que yo creía.

-Señoritas- empezó la directora- revisando sus calificaciones de todo el año, estamos concientes de que son las dos únicas con el promedio más alto de todo primer año, teniendo hasta el momento 98.7-

-Es por eso que hemos decidido adelantarlas al octavo ciclo, ya nos comunicamos con sus padres y están dispuestos a firmar esta carta, que gozen las clases, buenas tardes- comentó el subdirector

Una vez retiradas de la oficina, saltamos, reimos y gritamos. Tal vez todos los estudiantes nos creyeron locas en ese momento, personalmente no me importó y creo que a Danielle tampoco.

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