Trineos en la nieve

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Hermione y Snape siguieron frecuentándose hasta que el último día de clases de cara a Nochebuena, ella se vio obligada a dejar Hogwarts por unos días. Ella no sabía de filtros, pero Snape calculó que el efecto de la jugarreta de los gemelos Weasley pasaría en esas horas.

La castaña se despidió, triste, de Snape. Sentados en un balcón abierto a la nieve y al viento en los árboles sin hojas, ella tenía sus manos en las de él, con la cabeza baja.

-Si pasa el efecto, y aunque desde entonces piense distinto –anticipó ella-, aunque no sepa sentir lo de hoy, quiero que sepas que amarte es lo mejor que me ha sucedido.

Se secó una lágrima.

-Y lo prefiero a la verdad.

Con un dedo, Snape recogió esa lágrima de Hermione, tocándola hasta que secó.

La tomó de una mejilla. La castaña le sujetó esa mano, observándolo con ojos cristalinos, de serena tristeza.

-¿Despertar de un ensueño? –caviló Snape– Si lo ha sido, recuerda esta parte: te amo.

Y la besó en los labios.

Hermione se despidió abrazándolo, fue a la estación de ferrocarril y siendo una de las escasas pasajeras, kilómetros adelante la tomó desprevenida que se le acercaran los gemelos Weasley.

Ella los ignoró, observando el paisaje corriendo por la ventanilla.

-Herms... --inició Fred, conciliador y humilde- Lo sentimos, perdónanos.

Snape caminaba por Cokeworth, en sus calles silenciosas, nevadas, de luces que nunca terminaban por verse de Navidad.

Encima de las casas monótonas corría el aire gélido, salpicada la distancia de luces blancas, rojas, azules, frías. ¿Hermione estaba por esos rumbos? ¿Aquella luz en movimiento, de un ferrocarril, era uno donde ella viajaba?

En el vagón, la castaña fue dura.

-¿Cómo piensan que puedo perdonar lo que hicieron?

-¿A qué te refieres? –George se extrañó- ¿Fue tan grave?

La incredulidad la invadió.

-¿Y me preguntas? –alzó la voz- ¿Añadir un filtro a la bebida que les acepté con confianza fue un juego? Ustedes me traicionaron.

Cerca de Spinner's End, una chica solitaria, de abrigo y bufanda, se acercó a Snape.

-Hola, ¿eres profesor del colegio?

-Sí –asintió él, deteniéndose

-Oh, ya veo...

Esta chica podría ser mi alumna de un grado más temprano, pensó Snape, ¿y por qué Hermione es tan diferente?

Snape supuso la verdad sobre por qué esa muchacha no asistía a Hogwarts, pero nada dijo por cortesía; sin embargo, ella le contó:

-No soy bruja aunque mi padre, sí –sonrió-. No me afecta, como a mi amiga Rose, ¿sabes por qué, brujo?

-Dime.

Las luces de su casa brillaban en un primer piso, en blanco, tras cortinas traslúcidas.

-Porque para obtener lo que quieres, sólo necesitas la magia de tus actos.

La chica se alejó, saltando.

Severus repasó esas palabras.

¿Y si su amor por Hermione fuera el espejismo de un filtro... no merecería ser realidad?

¿Si ella aceptara darse la oportunidad?

Llamó un trineo en las afueras de Cokeworth, y subiendo a él fue en pos del tren, siguiendo la vía del ferrocarril.

En el vagón, Fred aclaró:

-Hermione, no le pusimos nada en el chocolate.

-¿Cómo?

Ellos apenas comprendían, aliviados, aunque apenados, lo cual era inusual, pero eso mostraba su interés en que ella los perdonara.

-¡Nada había en el chocolate, Herms! ¡La broma era que lo creyeran, para ver que sucedía!

-¡Ustedes lo pusieron, lo admitieron!

-¡Nos reímos de que lo creyeras, Snape nos reclamó y así otros seis chicos, pero fue su imaginación!

Fred añadió:

-Pensamos que estabas enojada por reírnos, pero no porque hubiera... perdón de todas maneras, Herms...

A ella la daba vueltas el mundo.

-Entonces... -concluía.

George redondeó:

-¿Eso es lo que te sucede? ¡Entonces si amas a alguien, es verdad!

Ella los golpeó, entre enojada y de juego:

-¡Hablaremos de esto, patanes!

Bajó del tren en la siguiente estación, rentó un trineo que por fortuna halló en un negocio ya cerrado y se lanzó de regreso, paralelo a la vía.

Hermione y Snape viajaron en los trineos, llamándose uno al otro, trineos mágicos sobre las ondulaciones de la nieve, sobre la cortina de robles y en el foco platinado de la Luna.

En un cruce de rieles se encontraron, frenando con violencia los trineos.

Snape saltó y corrió hacia ella, diciendo:

-¡Te pido que olvidemos lo pasado, hagamos realidad lo que vivimos!

Hermione fue hacia él, manoteando:

-¡No había filtro, fue una broma tonta de ese par de tontos!

Se abrazaron, aunque Snape no daba crédito.

-¿Cómo, qué sucedió?

Ella le sonreía, con cierta congoja por lo que pudo pasar, pero alegre de que no sucediera.

-¡Creo que por pensar que había un filtro, nos sugestionamos y dejamos salir lo que realmente sentimos!

Él la besó en una mejilla, atónito.

-... Lo sabía, una parte de mí lo sabía, por eso te busqué ahora para decirte...

Felices, se besaron en la boca.

-... te amo, te amo... -susurró Snape, apretándola.

Subieron al trineo de él, y ataron atrás el de ella.

-Habrá qué devolverlo –sonrió Hermione.

-¿Y después? –se preguntó él.

Ella le acarició una mejilla.

-¿Qué tal seguir la vía, pasar Nochebuena en el trineo, parar en alguna ciudad nueva en Navidad y amanecer al resto de nuestras vidas?

-Maravillosa idea... Maravillosa... -se encantó él.

Atado el trineo atrás, Snape cubrió a Hermione con los edredones, con los mismo en sus piernas, y con la varita, echó a andar el trineo.

Avanzaron, al lado del camino de hierro, flanqueados por árboles y casas esporádicas, hacia las luces de la siguiente ciudad de Saturnalia.

Snape la tomó del mentón y le dijo:

-Feliz Nochebuena, amada mía...

Hermione lo besó en los labios.

-Y Feliz Navidad, mi amor...




                                                                                                                           End

Trampa de chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora