El Grinch de pociones

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Cuando la lección de Snape era la última clase antes de una fecha de celebración, había qué esperar una arenga de sus protestas contra lo inútil de las fiestas y con sus ataques impíos a la felicidad de los seres vivos.

Lo bueno era que si estabas de acuerdo te daba puntos extras. Asentías, aplaudías si eras Goyle que aplaudía aunque lo escupieran y vualá.

No obstante como a muchos aquello les amargaba el día, esa mañana los gemelos Weasley repartieron clandestinamente una taza de chocolate caliente con un bombón flotante que llamaron "de la alegría".

-¡Es muy bueno! –elogió Hermione viendo el líquido y dándole otra probada.

Harry cerró los ojos al tomarlo, de puro placer.

-¿Es una droga? –preguntó Ron por lo del nombre del bombón, pasando un dedo por la taza y lamiéndolo.

-No –sonrió George, lo que debió hacerlos dudar, pero no lo hizo.

-También le dimos a Snape –comentó Fred, guiñando un ojo, señalándolo con la cabeza cuando el Murciélago se servía otra taza de tan bueno que estaba el brebaje.

Pensando que el chocolate de él, sí contenía alguna sustancia entretenida, los alumnos esperaron una reacción del profesor conforme transcurrió la clase, pero al parecer el Veneno del Malvado Precipitado que corría por las venas de Snape era un antídoto de los retepotentes.

-Algunos dicen "Navidad y Nochebuena" –afirmó Snape ante el pleno, desdeñoso- Yo digo algo en cambio: ¡fruslerías!

-¿Quéseso? –preguntó Ron.

Hermione se fastidió de él y eso que apenas eran las diez de la mañana.

-Significa "naderías", Ron, a ver si... -susurró, pero calló.

El gisazo de Snape dio en la frente de Ron, que miró arriba como si hubiera caído un haba del techo.

-"¿Quéseso?" –remedó Snape arrugando el labio de abajo–. ¡Cinco puntos menos para Gryffindor por estupidez criminal de su espécimen más destacado!

El profesor fue hacia Harry, que lo miró con pánico hipnotizado conforme le caía el alud de destrucción.

-¡Potter, responda! ¿Qué obtengo si añado polvo de raíces de ruda a una infusión de camomila?

-Eh...

Snape posó las manos en el pupitre de Harry y adelantado la mandíbula, afirmó:

-Exactamente... Significa que me importa un carajo...

La cara de desconcierto y temor de Ron saltó con su cabello por la bofetada de Snape al pasar.

-Cierre la boca, Weasley, no hay pavo qué tragar.

Volvió al pizarrón donde trazó un esquema de nombres, símbolos y flechas intrincadas:

-Y en este mapa queda perfectamente demostrado que la Navidad es una salvajada que sirve para que la gente mala se atiborre de tóxicos y como resultas se crean buenas personas una noche y así puedan ser unas lacras el resto del año.

Giró al grupo para asegurarse que tenía su atención total y sincera.

Hermione con ansias tenía la mano alzada sin saber cuál era la pregunta.

-¿Qué hace? –inquirió Snape- ¿Señala al cielo o hay goteras?

Escuchó un murmullo y lanzó un libro con tal maestría en las artes oscuras que el objeto pegó en la cabeza de Neville y al rebotar rozó la de Padma, quedando abierto sobre un pupitre en la página 396.

-¡Cierren la boca! –ordenó- ¡No quiero resbalar con su baba cuando pase por su lugar a reprobarlos!

Anotó en el pizarrón: VERDAD DE VERDADES.

Soltó el gis y girando secamente con un chasquido de dedos señaló con puntería a Hermione.

-¡Usted!

Ella tenía el mentón en una mano y rayoneaba la libreta pensando que no le darían la palabra.

-¿Yo? –se sorprendió.

-¡Sí! ¿Quién reúne más problemas que ser una insoportable insufrible y además Gryffindor?

La risa de Draco sonó armoniosa pero calló cuando el borrador lanzado por Snape le dio en la boca.

-¿Por qué pierde el tiempo, Vilfoy, no tiene alguien a quién traicionar?

Se guardó la varita que llevaba en la mano izquierda, sin dejar de señalar a la castaña con la derecha.

-¡Responda! Cuál es el nombre correcto de la fiesta de Navidad?

Lo increíble que le diera la palabra sin que ella la pidiera, la puso nerviosa:

-Sa... sa...

-¿Sasá? –preguntó Snape, con repulsión- ¿Con eso se entra al Club de las Inminencias?

Ron comentó a Harry, alzando las cejas:

-Vaya, por una vez Herms no supo un...

El libretazo de Snape le hizo la cara hacia atrás.

-Gobiérnese, Rábano.

Snape continuó con Hermione, acercándosele... Le habló muy cerca, dejando correr la mirada por las facciones de ella.

-Dígame... ¿o es que no lo sabe? –susurró él- ¿Es que acaso la alumna más... insoportablemente, más... cómo decirlo? –juntó las cejas- ¿Mas.... Terriblemente....?

-¿... inteligente? –dijo ella, esperanzada.

-¡Más que eso! –Snape vio descaradamente los labios de Hermione.

Hermione iba a hacer lo mismo, pero se avergonzó; sin embargo se dejó llevar por la insinuación de los labios de él cerca de los suyos.

Sorprendentemente para Hermione, nada la incomodó, al contrario, la cabeza le daba vueltas en deleitoso vértigo experimentando la cercanía de la piel de Snape, pero sin entender lo que estaba sucediendo.

Hermione hizo la cabeza un poco atrás, pero no por rechazo, sino por evitar su propia inaudita tentación... Los labios de Snape... La respiración...

Algunos se levantaron para admirar mejor sobre las cabezas de los otros. Ron ladeaba la cara, con expresión de no entender un Merlín, aunque preguntó:

-¿Se van a besar?

El borrador dio en la cara de Ron y rebotando en él pegó en la nuca a Harry, que a su vez dio un golpe en la frente de Ron.

-¡Que torpe eres, en verdad...!

Snape miró a los ojos a Hermione, que se ruborizó.

-Me gustaría discutir con usted, extraclase, el tema de Saturnalia.

-Eso... eso iba a decirle...

-¿Hablar conmigo?

-No... De la Saturna... nanalia, la lalia...

-Me encanta... -ronroneó Snape.

Volvió al pizarrón.

Hermione respondió:

-¡Saturnalia!

Y luego alzó la mano, de tan confundida que estaba.

La bajó, en tanto Snape golpeaba el escritorio conforme interrogaba:

-Entonces, clase, pregunto: ¿votarán para eliminar la fiesta de Navidad del calendario del colegio?

-¡Sí! –respondieron buscando puntos, excepto la trastornada Hermione que resopló de vértigo.

-Perfecto, cinco puntos para cada Casa –aprobó Snape-. Diez puntos menos para Gryffindor.

-¿Por qué? -se indignó Neville.

-Porque no soy Albus -respondió Snape-. Y otros cinco puntos menos por preguntarme sin miedo. Inepto.

Trampa de chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora