Solo

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La hora había llegado. Se había cansado de tener la persiana de su habitación bajada. En cuanto la subió, el manto oscuro de la noche le golpeó de lleno en su pálido y escuálido semblante. La simple idea de que él debía vivir de esa manera no le gustaba mucho, pero, era lo que tenía. Se regocijó ante la luna llena y miró el reloj. La 1 de la mañana. Hora de pasear. Se vistió con la ropa más oscura que encontró en su armario y salió a la calle. Paseó durante unos 40 minutos y volvió a su casa, susurrando un “He vuelto” que nadie contestó cuando entró.

-Normal que nadie conteste, idiota-susurró para sus adentros- no hay nadie. Ni en tu casa ni en tu vida.

Entró en su habitación y se fijo una vez más en una pizarra que tenía escrita una sola pregunta en mayúsculas y con letra desigual, como si la hubiese escrito un niño o un adulto con mucha prisa. Se río para sus adentros. Por supuesto que era imposible. Esa pregunta era una completa idiotez. Sacó su consola, puso su juego favorito, y se quedó jugando mientras comía. En cuanto se cansó, miró otra vez su reloj. Las 8 de la mañana. Ya podía empezar a oír a los coches. Y lo más aterrador de todo: Veía la luz colarse desde su ventana a su habitación. Corrió a cerrarla, pero eso no impidió que unos rayos de sol tocasen su brazo.
¡DOLOR! En cuanto cerró la ventana, el chico se agarró con fuerza su muñeca, la cual tenía marcas naranjas. El chico sentía que había metido su mano en una hoguera. Camino a duras penas a cerrar todas las ventanas, y metió su brazo en la nevera por unos segundos para calmar el dolor. Volvió a su cama y se permitió mirar otra vez la pregunta de la pizarra antes de dormir
“¿ES POSIBLE TAPAR EL SOL?”
-Idiota-se dijo una vez más- por supuesto que es imposible

YamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora