Un toque a su puerta le despertó de su plácido letargo, pero el chico se levantó rápidamente y lleno de alegría, porque sólo una persona picaba a su puerta. El chico corrió al lado de una foto que mostraba a una versión suya mucho más joven con una única palabra escrita bajo la imagen:
“Shiro”
El Shiro de aquella foto era un infante de unos siete inviernos, pero en la actualidad llevaba ya 17 años a sus espaldas. Era alto, delgado y extremadamente pálido, como si fuese algún tipo de vampiro. Porque la cuestión era que tenía que vivir como uno. Su padre, un hombre de dudosa fiabilidad como persona, abusaba tanto de él como de su esposa. Aparte de los problemas que eso causaba de por sí, era el líder de una antigua banda criminal que se dedicaba a robar residuos radioactivos. Los resultados de sus últimos golpes (en los cuales incluso sus propios subordinados empezaban a dudar de él) y sus altos conocimientos en química le llevaron a intentar crear una pócima para hacer que el humano fuese más fuerte bajo la luz de la luna.
Pero todos saben lo que pasa cuando uno juega a ser Dios.
Cuando su segundo al mando (un hombre fornido, al que todos llamaban Tom) se acercaba a su cuartel general (y, por mala suerte, el lugar donde vivía su jefe y su “familia feliz”) lo único que vio fue caos. El hombre al que alguna vez llamó jefe y su pobre esposa yacían sin vida, reducidos a un saco de huesos del que sólo se les podía diferenciar por su ropa. El único superviviente fue shiro, el cual estaba hecho un ovillo, y tenía desparramado sobre su espalda el potingue en el cual su padre había estado trabajando tanto. Tom agarró rápidamente a shiro, el cual sollozaba, y huyó muy lejos para tranquilizarlo.
Tom no tardó en darse cuenta de que la pócima de su antiguo jefe no había ido tal y como se esperaba. En vez de ver sus capacidades físicas aumentadas bajo la luna, el chico había sufrido una mutación que causaría su muerte con tal que estuviese expuesto a la luz del sol unos 2 minutos, en los cuales sufriría graves quemaduras. Lo único en lo que el padre de shiro no erró fue en el efecto retardado de su elixir. Tom lo había oído farfullar que, con tal de tomar una sola gota, en dos horas serías invencible en la noche. Shiro tuvo suerte, pero obtuvo una marca en la zona de la espalda que tuvo contacto con el suero.
Shiro corrió a abrir la puerta para ver que al otro lado de ésta se encontraba el hombre al que le debía todo: Tom.
Él le cedió su hogar, su comida, su consola y todo lo demás para que él viviese lo mejor posible. Es cierto que antaño, tanto él como sus compañeros eran ladrones, pero todos ellos habían creado nuevas vidas. Nuevas caras, nuevos peinados y nuevos oficios con los cuales dar lo mejor de ellos mismos al mundo.
-¡Hola, Tom! ¿Qué libro has traído hoy?-preguntó el joven shiro con un brillo en sus ojos-.
Puesto que shiro sólo había ido a la escuela hasta los siete años, Tom y el resto de la antigua banda fueron los encargados de educarle en el camino de la rectitud y de traerle nuevos libros con los que expander su cerebro. El mismo Tom decía que: “podrás ser un huérfano mortalmente alérgico al sol, pero eso no te exenta de culturizarte”.
-Pues hoy te traje un libro de astronomía, pero antes, ¿qué tal la noche? -exclamó Tom como si fuese un padre interesado por el bienestar de su hijo-.
-No muy bien, sigo pensando que estoy solo-en ese momento el rostro de shiro volvió a adoptar la tez sombría y melancolía de aquella noche-
-¡Tonterías! Mientras nos tengas a nosotros, siempre tendrás familia de verdad. Por cierto te traje ese juego que me habías pedido tanto, por cortesía de Jay -convenientemente, uno de los compañeros de Tom trabajaba en una tienda de videojuegos-, así que más te vale disfrutarlo, ¿eh?
-¡Sí! Lo haré, Tom. Gracias.
Mientras shiro daba las gracias, Tom vaciaba unas bolsas en la despensa y la nevera de la casa. Él era el que se encargaba de comprar comida y bebida para shiro, mientras que Jay traía los juegos y Spike los libros de texto (y algún que otro manga o cómic que ocultaba de por medio).
-Bueno, shiro, me marcho, que mi turno empieza en media hora y no quiero llegar tarde -Tom era camarero en un bar de buena reputación y su buena memoria y gran equilibrio, junto con su complexión fornida, eran bazas a su favor-.
-¡Chao, Tom!-Dijo shiro mientras se hacía un Colacao caliente con cereales-.
En cuanto Tom cerró la puerta detrás de él, una extraña sensación invadió al joven shiro.
¿Porque sentía que no volvería a ver a Tom después de aquel día?
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Yami
Science FictionTodos pueden disfrutar del sol, del día y de la luz. Él no. Todos pueden salir a jugar al parque antes o después de clase. Él no. Él se harta de ser el único que no puede disfrutar de un bien más que público. Y si el no puede tenerlo, nadie lo tendrá