𓏲࣪ . Existe la leyenda de que cuando
encuentras un abrigo rojo encima de tu pupitre, encontrarás al amor de tu vida.
Y Yoshi fue el afortunado de tener
un abrigo rojo encima de su pupitre ༉‧₊˚
• Adaptación autorizada por @Hwang_hyunnn_jinnie
•Capit...
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Ahora nuevamente se iniciaba una ardua búsqueda entre los tres, analizando la situación para no saltar con cualquier random y disminuir la dignidad de Yoshi una vez más, hasta se dieron el trabajo de ver a quién le pertenecía esa hermosa letra, pero no había resultados nuevamente.
Decir que a Yoshi no le gustó aquel abrigo era mentira, nuevamente sentía unas enormes ganas de robarselo al desconocido que se le declaró de forma casi anónima, al menos era feliz sabiendo que el amor sí le llegó a la vida, se demoró un poquito, pero era un hombre agradecido y humilde.
Junkyu era el que ahora se paseaba por todos los sectores de la universidad y Mashiho era el que pedía a todos anotar su nombre con su propia caligrafía sin mentir ni engañar, preparó bonitos papeles para especializarse en eso. Mientras tanto Yoshi se encargaba de alentar a sus amigos y se aferraba a aquel abrigo de olor más embriagador que el anterior.
Y es que sí, este tenía un mejor olor. Dulce, pero no tanto, con un toque que lo hacía simplemente único y adictivo, tal vez el bajito azabache se casaría de inmediato con su futuro esposo, solo para tenerlo siempre a su lado y que sus fosas nasales se llenaran de ese irresistible olor.
Ni siquiera conocía al dueño de este, pero quería lanzarse encima de él y besarlo hasta dejarlo feliz, sin aire y rogando por aún muchos más besos.
Yoshi no era un chico de expectativas, pero si que estaba ansioso de saber quién era su enamorado, posiblemente un chico de sonrisa hermosa, risa cautivadora, aspecto ordenado y formal, una voz delicada y con una personal tan tímida (esto último se lo suponía gracias a que no quiso darle su abrigo directamente)
–Oh, él huele tan bien– Fue lo que Mashiho y Junkyu escucharon por milésima vez por parte del azabache, que parecía embelesado en aquella prenda.
–Creo que sé quién es– Susurró Junkyu, sonriendo cómplice a Han, definitivamente no le dirían a su amigo, al menos no aún.
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