IV

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Nota de la autora: antes de empezar a leer quiero decir esto: lo siento por la tardanza, no tenia ganas de escribir y he estado ocupada.

Si veis cualquier falta de ortografía DECÍDMELO, os juro que os leeré, me ayudáis mucho si me avisáis.

Os quiero mucho.

Seguid con la lectura.

Maya
—No sé...—dudé sobre la idea de mi amiga.

—¡Vamos! Solo serán unos meses. —dijo ella con entusiasmo.

—Pero ¿y si me dan un trabajo más cerca y más fácil? —dudaba que eso pasara, pero siempre había una posibilidad.

—Por eso no tienes trabajo.

—¡Oye!

—Es verdad, si te dan una oportunidad, que más da que sea lejos. Tal vez nunca llegue una oportunidad como esta.

—Me lo pensaré. —yo no quería, pero tal vez no estaba tan mal.

Me habían ofrecido un trabajo en Francia, sí, estaba lejos, pero pagaban muy bien.

Y tal vez merecía la pena.

Lo malo es que no era para siempre.

Me lo había ofrecido Agnes, mi amiga de Francia.

Agnes era muy amable con todo el mundo, pero a veces no pensaba en los demás.

Pero sin contar eso, era la mejor persona del mundo.

Y era muy amable que me ofreciera trabajos, pero eran muchos.

Me llamaba, al menos, dos veces por semana, ofreciéndome un trabajo que, la mayor parte de las veces, no era fijo.

Y era muy lejos de aquí.

Francia sobretodo.

Como ella vivía ahí, me mandaba cualquier puesto libre de cualquier cosa.

Camarera, pastelera, limpiadora, cajera, niñera...

Y si ella podía encontrar tantos trabajos, sin tener en cuenta que están en otro país, ¿por qué yo no los encontraba?

—Piénsatelo, adiós abejita. —se despidió.

Como odiaba ese estúpido apelativo.

Me llamaba abejita por dos razones:

1) Mi nombre.

2)Que casi siempre vestía con amarillo y negro.

—Adiós, aguacate. —dije enmarcando la última palabra. Le fastidiaba que le llamara así, por eso lo hacía.

Ella tuvo una época con el pelo verde, y le quedaba fatal.

Y cada vez que le llamo por ese nombre, las dos recordamos esa etapa en la que parecía vómito de grinch.

Colgamos.

Ahora iba a quedar con livi. Había dicho que tenía más novedades.

Así que me puse mis palomitas imaginarias a calentar, para el cotilleo.

Pero yo no soy cotilla. Solo escucho lo que me dicen.

Y lo que no.

Lo que tú digas.

Miré la hora, habíamos quedado a las doze para almorzar y eran las once y media.

Okey, hora de arreglarse.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2022 ⏰

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