CAPÍTULO CUATRO.

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Lágrimas y mocos asquerosos.

La rutina en cualquier lugar era agobiante hasta el punto de que el cuerpo cualquiera se sintiera cansado. Pero mi cuerpo no estaba cansado por haber corrido una maratón o haber estudiado un montón de horas, mi cuerpo se había agotado de hacer lo mismo todos los días. Y al parecer no era la única por aquí.

Las chicas se veían igual de cansadas que yo, y estaba segura de que su cansancio era el mismo que el mio. Era como si todas nos hubiéramos reunido y hubiéramos decidido hacer lo mismo ese día: Vagar por los pasillos de la institución hasta hallar algo interesante que hacer.

Mi espíritu competitivo estaba durmiéndose mientras que el de la pereza tomaba el control de mi cuerpo y el de las demás personas a mi alrededor y, aunque no lo supiera con exactitud, sentía que los mismos cuidadores estaban igual que nosotras.

—¡Alguien por favor haga algo interesante! —Grito Diecinueve. Estábamos caminando sin un rumbo fijo por los pasillos en busca de "algo emocionante".

Pero lamentablemente esa emoción no quería ser hallada por alguna de nosotras.

—Creo que primero moriremos antes de llegar a encontrar un sentimiento distinto al del aburrimiento.

¿Por qué no había nada interesante que hacer un viernes por la tarde? Era irónico que lo preguntará ya que yo era la chica que hacía un plan excesivo solo para estudiar y estar en lo alto en la lista que me había inventado sobre las más resaltantes en la institución.

Obviamente yo estaba de primera.

Pero las ganas de estudiar y hacer un plan de entrenamientos luego de clases abandonaron mi cuerpo y le dieron total libertad al aburrimiento.

Estaba segura que así se sentían las paredes que nos rodeaban. Ellas debían de estar aburridas de siempre vestir la sobria pintura gris que las cubría y esa raya blanca que era casi invisible junto a el gris.

—¿Salimos a trotar un rato?

—Ni si quiera quiero hacer eso.

Un bostezo escapó de mis labios para hacerse resonar por todo el pasillo en un gran eco. No tarde más que unos segundos para que Diecinueve hiciera lo mismo. Parecía que nuestras almas habían dejado nuestros cuerpos.

De repente un ruido resonó por los pasillos hasta llegar a nosotras. Eran fuertes gritos y lo que parecían ser golpes contra la pared.

Corrimos hasta el lugar de donde provenían y lo que nos encontramos era todo menos aburrido. Unas chicas se estaban peleando en pleno pasillo justo al lado del salón, alrededor de ellas habían un círculo de chicas, unas animando y otras tratando de detenerlas. Pero las chicas parecían estar demasiado molestas y al parecer lo que las había molestado lo estaban descargando de esta manera.

—¡Dime que le hiciste a ella! —Grito una de las chicas.

—¡Yo no le hice nada! —Respondio la otra chica tratando de esquivar un golpe.

—¡Claro que si le hiciste algo! ¡A ella no se la llevaron porque sí!

—¡Que no le hice nada! ¡Ni siquiera se por qué se la llevaron!

¿Estaban hablando de Treinta? No sabía el por qué de la pelea pero estaba casi segura de que tenía que ver con ella y su desaparición.

—¡Alejense ahora! —Grito un especialista haciendo que las chicas corrieran de ahí en todas las direcciones.

Los especialistas trataron de aparatar a las chicas que estaban peleando pero era casi imposible separarlas, la chica que lanzaba golpes estaba eufórica y molesta su expresión la delataba, mientas que la otra trabada de hacerla entender. Y todo encajo cuando reconocí bien a las chicas.

Internados  [Regeneradores #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora