Capítulo 2

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Me di la vuelta bruscamente.

—¿Por qué estás siguiéndome?

—No estoy siguiéndote.

—Thomas, ya casi se acaba el día y has estado presente en las mismas clases que yo. —entrecerré los ojos.

—No se que esperas que diga.

Me crucé de brazos, expectante.

—Es que por aquí queda mi siguiente clase.

—¿Por aquí? —enarque una ceja.

—Así es.

—Interesante, entonces no te molestaría que le echara un ojo a tu horario. —extendí la mano.

—Amor...

—El horario. —insistí.

—Se acerca el inspector de pasillo. —murmuró mirando detrás de mi.

Ambos quedamos pasmados y se hicieron más audibles los pasos, traté de moverme pero él me retuvo.

—No te vayas, —volvió a murmurar. —ya nos vieron.

—Nombres. —una linterna nos encandiló los ojos, aunque era pleno día. —He dicho que quiero oír los nombres.

Ridículo de mierda.

Thomas Squines, señor.

Me volví al hombre y como vio que no hablé miró a Thomas.

—¿Nombre de ella? —le escuché decir a mi espalda. —Dese la vuelta.

De reojo vi como Thomas me miro como pidiendo que obedeciera... y así lo hice.

El inspector regordete, pálido, de bigote negro y calva brillante empezó a mascar su chicle más despacio.

—Amor Young. —dijo el respire hondo.

—¿Podrías terminar?

Si metía en problemas a Thomas, en casa me esperaría el sermón más grande de mi vida sobre la responsabilidad.

—Bien. —dijo garabateando algo en una libreta y nos entregó un papelito que para mi ya era familiar. —Si les vuelvo a ver aquí en horas de clase recibirán otro reporte, al tercero llamarán a sus acudientes.

—Ya lo se. —dije con los dientes apretados.

—Yo también se que conoces muy bien el reglamento Young, sin embargo, aquí estamos, como el año pasado y en tu segundo día. Si que te gusta batir tus propios récords.

—Vete al carajo.

—Amor... —Thomas dio un ligero apretón en mi brazo.

—Se viene a la universidad a prepararse. —me mostró una sonrisa manchada por la gran cantidad de cafeína que ingería. —Si quieren privacidad, vayan al Motel.

—Oiga, un momento. ¿Qué diría la directora si se entera de que un inspector nos está provocando? —preguntó Thomas.

—Puedes ir ya mismo si quieres.

—Al parecer usted no tiene una vida de provecho.

El hombre se encogió de hombros.

—No puedo llevar a nadie a detención solo por palabras, necesito acciones que queden registradas en las cámaras, —levanto el bolígrafo apuntando hacía una que nos observaba justo ahora. —me entretiene.

Tomé la mano de Thomas para sacarlo de la biblioteca.



—¡Es despreciable!

—Si, —baje de mi motocicleta y desabroche el casco. —pero eso ya no es asunto nuestro.

Ambición contraria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora