PREFACIO

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Solo la luz de la luna llena tocaba los rincones mugrientos del castillo, aquel que tras siglos de esplendor había quedado abandonado como una flor marchita olvidada por un amante. Avanzaba lentamente al ritmo de mi respiración entrecortada. Mi vestido seguía manchado con sangre sucia, tan sucia como mis víctimas. De mi piel empezaba a resbalar la tinta de los símbolos protectores. La hora se acercaba. Aún podían resonar en mi cabeza los gritos como una melodía caótica y gloriosa. Tan solo quedaba cerrarla con un último baile. Llegué a la gran puerta doble al final de mi travesía. El sonido de las oraciones de los condenados se escuchaba tras ella, incitando la magia que recorría mis venas con dolor y tristeza...
Cerré los ojos. Suspiré. No había vuelta atrás. Justo antes de decidirme a posar mis manos en la puerta, se abrió de golpe y mi cuerpo se adentró en la sala emanando la energía de mi magia. Una poderosa y oscura, que nunca antes había sentido. Miré sus caras. Todos los presentes vestían sus hábitos e insignias rezando para sí mismos plegarias, buscando la salvación por los actos impuros cometidos. Algunos llegaron a arrepentirse expresándose con palabras de piedad que se desvanecían en mis oídos. Otros asumían su destino en quietud y por último, al final de la sala en el altar, estaba él: el superior de la orden cubierto con piel desgastada de cordero. Me elevé, expandiéndose auras nefastas, anunciando mis palabras:
-Silencio, pequeñas bestias.    
La puerta se cierra.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2022 ⏰

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El éxodo de las brujas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora