Harriet

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Asombro, emoción, incredulidad, maravilla

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Asombro, emoción, incredulidad, maravilla.

Todas esas emociones era lo que Harriet sentía en este momento.
Leyó del nuevo, del nuevo el papel que sostenía con sus manos, lo cual formaban un grupo de palabras que simulaban una «carta».

Ese pequeño grupo de palabras habían sido suficientemente para casi hacerla caer de la silla.

¿Le gustaba a Aylan?

Le gustaba a Aylan...

Le gustaba a Aylan.

¡Le gustaba a Aylan!

¡Madre Santa! Si no fuera porque se encontraba en clases estaría gritando de emoción.

Todo le parecía perfecto, la idea de conocerlo más le agradaba completamente, y tampoco es que esperara que Aylan de la noche a la mañana esté loquito por ella.

Esas cosas solo pasan en los libros.

Guarde con rapidez la carta cuando note que la profesora me estaba echando el ojo, mis manos se encontraba temblando, sentí que en cualquier momento me iba a dar un infarto, y que tendrían que ir mis padres al hospital a recogerme.

Trate de prestar atención a la clase o al menos fingir para no recibir una regañada. Pero mi mente no dejaba de pensar en que le contestaría a Aylan.

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