2. el hilo rojo del destino.

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❝Estoy perdido en un sueño, donde me siento vacío y limpio

Tu forma se hace más grande que yo 

No puedo abrazarla porque es como un árbol

Libérame, haz que me incline y cariño, hazme ver

No dejes que me pierda en este sueño 

Solo ven y hagamos nuestro sueño.❞

Lost in the Dream — Monsta X



—¿Has oído sobre la leyenda del hilo rojo? —le pregunté con el temor de que se burlase de mí por ser tan supersticioso.

 Mamá siempre me regañaba por lo mismo, pero yo creía fielmente en esas cosas, porque era imposible que todo lo existente pueda tener una explicación lógica o científica; hay cosas que ni el científico más superdotado será capaz de explicar, como el destino.

 —Claro que sí —respondió él—. Es aquel que dice que las almas que están destinadas tienen un hilo rojo que las ata.

 —El hilo se puede estirar, enredar, pero jamás romper —agregué—. Es una leyenda muy bonita.

 —¿Crees en eso? —me preguntó. Su vista se apartó del mar para mirarme a mí. Esos ojos afilados siempre suscitaban reacciones formidables dentro de mí.

 —Mm... sí. ¿Tú no?

 Hyunjae asintió con vehemencia.

 —De hecho, pienso que tú eres mi hilo rojo del destino. —Bajó la vista, avergonzado por aquel comentario, haciéndome reír a mí también.

 Mis mejillas se sintieron cálidas, las de él se habían teñido de un rosado similar al de las nubes que se movían sobre nosotros.

 Él se removió en su lugar, como si le hubiese dado un escalofrío. Luego, desató el nudo de la cinta que envolvía el libro que le regalé.

 Tomó mi mano y encintó mi dedo meñique con esa cinta de color rojo. Luego, repitió el proceso con el suyo.

—Somos nuestro hilo rojo del destino —volvió a decir, esta vez con más convicción.

Yo no tuve otra reacción sino una sonrisita boba y tímida.

 —Somos nuestro hilo rojo del destino —repetí, admirando el pedazo de cinta que nos unía ahora. Y entonces, al ver cómo él seguía comiendo de su algodón de azúcar sin que la cinta fuese un problema para él, me surgió una duda—. Hyunjae —lo llamé.

 Él se giró a mí, mostrándome la mitad de su rostro, ya que la nube de azúcar azul le cubría hasta la nariz. Sus ojitos semicirculares se abrieron al oírme llamar su nombre.

 —Si el hilo rojo no se puede romper, ¿crees que, tal vez, pueda perdurar por varias vidas? Quizás la cinta que nos une es la misma que la de nuestras vidas pasadas, y la de nuestra próxima vida también lo será.

 Pareció pensárselo por unos segundos, unos muy largos segundos. Yo lo admiré en todo ese tiempo; sus ojos afilados, su cabello negro contrastable con su tez blancuzca y tersa y, sobre todo, impoluta, sin ninguna imperfección o lunar que manchase su rostro tan bonito. Y cuando estuve a punto de besarlo, él mueve sus delgados labiales para responderme:

tornerai (volverás) ー nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora